Stony Series Vol. 4

Vengo del futuro

Steve bajó al taller, donde Tony estaba trabajando. Éste llevaba tres semanas completamente inmerso en algo ahí y aunque Steve había sido indulgente (porque sabía cuán importante era para Tony), consideraba que era tiempo de que su esposo se tomara un descanso.

—¡Steve! —Tony corrió a su lado en cuanto lo vio. Tenía barba de una semana y, sin duda, necesitaba una ducha, pero sonreía de oreja a oreja —¡Terminé!

—Qué bueno, porque ya venía a llevarte a dormir.

Tony ladeó el rostro y sacudió la cabeza.

—¿Dormir? No, no, tienes que ver esto.

Steve estuvo a punto de decirle que podían verlo al día siguiente, con calma, una vez que ambos durmieran un poco; pero la sonrisa y entusiasmo de Tony le impidió detenerlo. Tony corrió al centro de su taller, donde había instalado una plancha de acero sobre la cual se alzaba un arco del mismo metal.

—¿Qué es, Tony? —preguntó Steve mientras veía como su esposo tecleaba cosas por aquí y luego corría a conectar otras del otro lado de la habitación.

—Espera —Tony regresó detrás de las pantallas holográficas y comenzó a dar órdenes a su IA.

De una cosa estaba seguro, Steve, aquello no era una nueva armadura.

—¿Listo? —le preguntó Tony y él asintió.

El castaño tomó aire y apretó un botón. La luz se bajó por un instante y al regresar el arco se iluminó y de él salieron varios rayos como los de Thor que convergieron en el centro y luego se disiparon, al tiempo que se formaba una película liquida, como mercurio, grisasea en el espacio que antes había estado vacío.

Steve frunció el ceño; aquello no había dado respuesta a su interrogante y volteó a ver a Tony quien veía aquel espectáculo con los ojos brillantes.

—Lo hice, lo terminé —repitió.

—¿Qué es? —repitió Steve.

Tony volteó a verlo y caminó hacia él, le sujetó del brazo y dijo:

—Un portal en el tiempo.

—¿Ah?

Tony sonrió y asintió.

—Mis cálculos son correctos, estoy seguro. Y podemos viajar en el tiempo... aunque aún me falta determinar cómo especificar a qué punto del tiempo se quiere viajar, pero estoy en eso.

Steve observó en silencio aquella extraña superficie liquida, al tiempo que rodeaba la plancha de acero. No se veía nada del otro lado, y por todos lados se veía plana como un espejo de dos caras sin pulir.

—Emmh, cariño, creo que puedes trabajar en eso mañana —dijo recordando su propósito inicial —. Vamos a que descanses, y sirve que me explicas bien esto.

Tony le sonrió, pero, una vez más, sacudió la cabeza.

—No me crees, ¿verdad? ¡Te juro que he creado un portal en el tiempo!

—Amor, te creo, eres brillante y estoy seguro de que lo hiciste, sólo...

—Tenía que hacerlo y lo hice —Tony volvió a su lado y lo sujetó del brazo.

Juntos subieron los escalones que llevaban a la plancha de acero, a unos pasos del portal. Estaban viendo aquella pared gris brillante y acuosa como hipnotizados, cuando escucharon una alarma y se encendieron unas luces rojas.

—¡Sobrecarga en el reactor dos! —dijo Viernes.

El portal osciló, como cuando se echa una piedra en un lago. Tony maldijo y corrió hacia las pantallas, Steve iba a seguirlo, pero algo se lo impidió. Sus pies se volvieron de plomo, y se sintió arrastrado hacia atrás, hacia el portal, como si éste fuera un imán.