La puerta del colegio

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Desde mi almohada veo como las cortinas de mi cuarto se van aclarando, me doy cuenta que está amaneciendo y una vez más, no he podido dormir. Me basta girar un poco los ojos para ver la hora en el reloj que tengo en la mesa de noche. Es muy temprano, pero sé que ya no tengo esperanzas de conciliar el sueño. Así que, tras un suspiro, salto fuera de la cama. Me quito el pijama y me cambio, antes de bajar las escaleras con los tenis bajo el brazo.

Una vez que estoy afuera me siento en el escalón de la puerta y me ato los tenis. A lo lejos, tras las montañas se ve ya la corona del Sol. Sé que pronto me alcanzara, pero me planteó el desafiarlo y llegar antes que él a la puerta del colegio. Echó a correr, es mi ejercicio diario. El Sol me pisa los talones, pero no importa, sé que no puedo ganarle al nuevo día. Le siento en mis espaldas, lo veo proyectando mi sobra sobre el asfalto.

Considero que fue un empate cuando al fin llego. Me detengo justo frente a la puerta y resoplo, siento el sudor correr por mi sien y sólo se me ocurre limpiarlo con la playera. La puerta está cerrada; el ciclo escolar ha terminado, hoy no habrá clases. Así que puedo sentarme en el barandal que protege la banqueta y mirar a mis anchas ese lugar. Para cualquiera que me vea ahí, pensará que soy un idiota. ¿Qué de bueno puede tener una puerta de metal de un colegio en un pueblo pequeño como es éste? Pero para mí, lo es todo.

No dormí anoche, porque la pase recordando los momentos de mi vida junto a ti. Recordé esta misma puerta, donde te conocí. Si lo contara se reirían, porque ese encuentro no pude haber sido más cliché. ¿Cuántas veces no lo vi en las películas románticas y me reí de ello? Sé que tu también lo hiciste, porque me lo dijiste.

***

—¡Atrápala, Steve!

Steve recordó ese momento como si lo estuviera viendo en una película. Era el último año, él y su amigo Bucky llegaban al colegio siempre así, jugando a lanzarse el balón de futbol americano uno al otro. Estaban en el equipo y ese año, se habían propuesto ganar el campeonato regional, estaban listos para ello. Y jugar así, lo tomaban como un entrenamiento pequeño por las mañanas. En fin, era su turno de atrapar el balón. Lo siguió con la mirada y retrocedió sin mirar atrás, dio un pequeño salto y atrapó el balón, pero tropezó con alguien de espaldas al caer de nuevo al suelo.

—Lo siento—dijo rápidamente, y se giró para ayudar a la persona que creyó haber atropellado.

A ésta se le habían caído los libros con el empujón y él se acuclilló para ayudarle a recogerlos, le pasó un par y fue entonces que se miraron. Había tropezado con Tony Stark el chico genio del grado. Nunca antes habían coincidido, las pocas clases que tomaban juntos, siempre se sentaban en lados opuestos del salón y aunque tenían amigos en común, nunca de los nuncas se habían dirigido la palabra. Pero en ese instante, ese preciso momento, nervioso uno, apenado el otro, se miraron y hablaron sin necesidad de hacerlo. Lo sintieron, ambos, en sus pechos, en sus mentes, en sus estómagos; sintieron que el amor se despertaba. Fue magia pura.

Se incorporaron y Steve le pasó el último libro con una sonrisa, Tony tomó el libro y le devolvió el gesto. Steve vio tras los lentes de montura negra de Tony, un par de pupilas grandes, brillantes y castañas, protegidas por largas pestañas y se sintió cautivado por completo.

—Hola—dijo torpemente, jugando con el balón nerviosamente entre sus manos—. Soy Steve.

—Hola—respondió Tony sonriéndole de medio lado con esa coquetería que le era inherente—. Lo sé, yo soy Tony.

—También lo sé.

Ambos rieron idiotamente, el timbre sonó y Bucky tiró del brazo de Steve.

Stony Series Vol. 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora