Seis meses

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Tony acababa de darse un baño, se había secado y puesto un pantalón deportivo rojo de Steve, le gustaba usar su ropa últimamente, no sólo porque le quedaba grande, sino porque olía a él; no importaba si ésta había sido lavada mil veces con suavizante, siempre guardaba algo del aroma masculino de su esposo, suavemente mezclando con el de su colonia, esa que el mismo Tony le había regalado y que le encantaba un montón. Con sólo eso encima se secó el cabello frente al espejo de cuerpo completo. Tony desvió la vista al calendario que tenía pegado a un lado con una tachuela, justo ese día cumplía seis meses de embarazo. Ya no había manera de negarlo, su vientre sobresalía abultado de tal manera que no podía verse los pies; cuán grande iba a ser su pequeño o pequeña apenas si quería imaginárselo. A continuación, se puso de costado y deslizó ambas manos hacia la base de su vientre, como si lo sostuviera, trató de dilucidar su forma, había escuchado que dependiendo de ello podía esperarse un niño o una niña. No sabía el sexo de su bebé todavía, Steve era muy a la antigua y prefería que fuera sorpresa; Tony decidió no discutirle porque, al final de cuentas, también le había parecido buena idea eso de conservar el asombro hasta el final.

En ese momento, la puerta se abrió y su esposo entró a la habitación. Tony le sonrió, pero volvió a la inspección de su reflejo. Steve atravesó la estancia, acababa de regresar de correr; llevaba en la mano una botella de agua que dejó en el buró más cercano, antes de alcanzar a Tony. Tony vio en el espejo como Steve lo abrazaba por la espalda y le besaba en el hombro suavemente.

—Buenos días —dijo Tony —. Estás todo sudado.

Steve rió con los labios todavía pegados a su hombro desnudo, así que el castaño pudo sentir las vibraciones haciéndole cosquillas.

—¿Es un problema? —dijo poco después el capitán, levantando el rostro para mirar los iris castaños. Su media sonrisa, casi socarrona atravesó el pecho de Tony e hizo que su cuerpo se estremeciera.

—N-no —respondió desviando el rostro para mirar hacia otro lado. Conocía esa sonrisa, conocía esa mirada, no en balde estaba en ese momento como estaba, completamente embarazado.

Steve le sujetó la barbilla e hizo que volteara hacia él de nuevo.

—Sé que no, sé que te gusta—dijo.

Tony tragó saliva y sintió como la lengua de Steve le lamía juguetonamente los labios y hasta punta de la nariz. Sí, sin duda le gustaba, era excitante, el aroma del rubio era más fuerte y lo afectaba más, volvía sus piernas de gelatina.

—No te burles de mí —dijo bajito.

—Jamás —aseguró Steve y como no le había soltado la barbilla aprovechó para atraerlo y besarlo.

Tony separó sus labios ante el contacto, sintió aquella lengua deslizarse entre sus dientes y acariciarle el paladar. Gimió y su corazón se aceleró, porque ese pequeño roce, había provocado un escalofrío. Steve no lo soltó tan pronto, le recorrió la boca, le acarició la lengua y le mordió los labios. Cuando se separaron, Tony se sentía en sus manos, como siempre que lo besaba así.

—Te haría el amor justo ahora —le dijo Steve aprovechando ahora para besarle el cuello y dejar justo debajo de su lóbulo una marca rojiza, Tony se mordió los labios intentando no sucumbir tan fácil —, pero tengo una junta en SHIELD en una hora.

Tony gimió decepcionado. Steve sonrió y lo soltó suavemente, provocando una nueva protesta de su esposo.

—Quiero tomarte lentamente y sin prisas —se excusó, rodeándolo para poder mirarlo frente a frente —, lo entiendes, ¿verdad?

Tony asintió y estiró los brazos para atrapar el cuello de su marido. Lo único que no le gustaba de su embarazo era la distancia que ponía entre él y Steve.

Stony Series Vol. 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora