Happily

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Se escuchó el click de la puerta, un par de pasos apresurados y torpes, un par de respiraciones agitadas. La espalda de alguien chocó contra la pared y en seguida se escuchó el sonido de un beso húmedo y desesperado. Más pasos torpes, otro choque, una lámpara se hizo trizas en el suelo, pero nadie se detuvo para recogerla. Un cuerpo y luego otro, cayó sobre el sofá. Más besos inconexos, suspiros, gemidos, palabras a medias. Luego, el tintineó de una hebilla, el correr de cremalleras, el frufrú de ropa al deslizarse. Un gruñido, un gemido, otro beso. Y finalmente un sonido viscoso intermitente, junto con más jadeos y gemidos.

—Mierda —dijo una voz como en medio de un suspiro —Ah... diablos, Steve, espera.

—Ya esperé demasiado, Tony.

—Me voy a...

Se escuchó otra maldición y un gritito de placer, tras un par de empujes más, otra expresión de satisfacción. Jadeos después. Risas.

—Carajo, Steve, al menos hubieras dejado que me quitara toda la ropa —reclamó Tony cuando Steve se apartó y lo dejó incorporarse del sofá.

Steve no dijo nada, le miró entre los claro oscuros de la habitación. Ni siquiera habían encendido la luz. Tony logró quitarse el pantalón y trepó al regazo de Steve, a horcajadas. Debajo de él podía sentirle semi erecto, caliente aún, y su cuerpo reflejaba la misma condición. Rodeó con sus brazos el cuello de Steve y lo besó de nuevo.

—¿Por qué tan ansioso? —le preguntó después, al tiempo que sentía las manos del rubio deslizarse lentamente por su espalda, hasta redondear su trasero y buscar con sus dedos los rastros de sí mismo en su interior.

Tú no entiendes—dijo Steve—, tú no entiendes.

Tony se retorció ante las caricias, ante la intromisión de los dedos ajenos, la entrada a su cuerpo ardía, pero de deseo. Como si no hubiera tenido sexo en mucho tiempo.

—¿Qué no entiendo? —preguntó ahogando un gemido en su garganta.

Lo que me haces cuando tomas su mano.

Tony se estremeció, nada más escuchar esas palabras dichas con esa mortal seriedad. Un tono que le calentaba la sangre inexplicablemente.

Estábamos destinados a ser —le dijo, como si con ello pudiera calmarle un poco —, pero un giro del destino hizo que tuviéramos que alejarnos. No esperaba tener la suerte de encontrarte de nuevo.

Steve no dijo nada, no había más palabras, instó a Tony a levantarse un poco, lo suficiente para deslizarse en su cálido y estrecho interior. Estaban en llamas y no había nada más. Tony ya podía contar las noches que había anhelado ese encuentro. Separados años atrás, en medio de su romance.

Y él sin noticias de Steve, creyendo que jamás lo volvería a ver, tratando de tener una vida normal, se había casado. Pero por Dios, ¡qué error! Steve estaba ahí, había vuelto y lo había hecho por él.

Tony trato de explicarle que había cosas en juego, pero a Steve no le importaba. Y Tony lo olvidaba cuando lo tocaba, cuando simplemente éste le hablaba. Su cuerpo ardía, su mente explotaba, sólo quería sus brazos sus besos, pero no se atrevía a más. Cuando terminaron aquella ronda, Tony insistió en irse, como cada vez.

—¿Dónde estabas? —el esposo de Tony le miró desde el sofá con el ceño fruncido.

—Ah... en el trabajo —dijo el castaño.

No esperaba encontrarlo despierto, y eso lo ponía en una situación un poco incomoda. Su esposo se levantó y caminó hacia él, le miró suspicaz.

Stony Series Vol. 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora