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Como siempre, Franco se escabullía a la mansión hasta la mesa donde solían poner la correspondencia. Trataba de hacerlo en los horarios donde todos están ocupados con sus actividades de ricos.
Al llegar a la mesa, no encontró nada más que revistas promocionales. Se dirigió al estudio, Frederick de seguro las había llevado ahí.
Miró a todos lados por si alguien lo veía entrar, se dio paso a la habitación sin pensarlo tantas veces. Sería rápido.
Buscó en el escritorio alzando algunas cosas y dejándolas de nuevo perfectamente en el lugar donde estaban.
Debajo de varias carpetas encontró los sobres. Pasó uno por uno buscando el del hospital. El penúltimo sobre blanco, con letras negras recitando conocidos nombres y con el emblema de los doctores en una esquina, era el que tanto esperaban.
Lo guardó en su chaqueta lo más rápido que pudo, por alguna razón le sudaban las manos. Acomodó lo que desordenó y se encaminó a la puerta. Supo que no nada podía ser tan fácil cuando la puerta casi se le estrella en la cara. Pensó en lo idiota que era al no salir por la que conectaba a la biblioteca. Sintió como algo caliente y frío recorría todo su cuerpo hasta llegar a sus pies con solo tener enfrente al esposo de la mujer que cuidaba.
- ¿qué haces aquí, Franco?– Sus palabras no salían. El hombre centímetros más alto que él le miraba muy enojado, furioso–
- Vine a buscar el teléfono de la señorita Davies, señor—
- ¿si? ¿Y dónde está?–
- ¿la señorita Davies?–
- el celular, Franco– Una sonrisa nerviosa salió de sus labios–
- No lo encontré...lo buscaré en otra parte. Con permiso, señor–
- Tú no tienes permitido entrar aquí, Franco–
- Si, señor, discúlpeme–
- A menos que mi esposa te haya dejado entrar...– Franco lo miró con desconcierto, asustado quizá–
- la señorita me mandó a buscar su móvil...señor– explicó de nuevo su mentira–
- Claro...– Samael se hizo a un lado, dándole paso. Aún nervioso, pasó a un lado de él–
........
Lo cierto, era que no entendía absolutamente nada de lo que sucedía. Él solo era un simple empleado con un salario más que generoso. No podía indagar en la vida de sus jefes y mucho menos juzgar sus acciones. Si ella deseaba mantener ese secreto, él sería una tumba, aún si le torturaran, no diría ni una palabra que juró guardar.
Horas después, ambos se encontraban en el estudio. Ella sentada con los nervios provocándole sudor en su frente. Franco sacó de la seguridad de su traje el sobre que por un minuto creyó, sería al causa de su muerte. Se lo entregó sin movimientos bruscos. Ella no lo decía, pero estaba más preocupada por los resultados.
- No me mires así, Fran...no voy a morirme...creo– Con un corta sobres, lo abrió. Dejó el instrumento en el escritorio dispuesta a sacar todo el contenido.
Desdobló las hojas. Leyó, no entendía nada de lo que decía. Revisó cada papel hasta encontrar la carta especialmente a ella. Tragó saliva.
Comenzó a leer detenidamente. No tenía al médico frente a ella, pero esas palabras plasmadas a computadora, transmitían pesar y a la vez una frialdad que le congelaba los huesos. Era mil veces peor que la carta de rechazo de la universidad a la que siempre quisiste ir.
Dos palabras en negritas y cursiva resaltaban: meduloblastoma y neurotixicidad .
si eran palabras tan complejas, de seguro sería su fin. La carta explicaba levemente de lo que se trataba, concluyendo que era necesario presentarse a las instalaciones del hospital de Londres.
Tenía diecinueve años y moriría de cáncer. Guardó silencio, guardó las hojas en el sobre y este en un cajón bajo llave. Suspiró.
- Señorita...– Notando su tristeza, supuso que no era nada bueno–
- Dime, Franco...– trató de sonreír–
- ¿Es muy malo?–
- ¿seguirás guardando el secreto?– él asintió seguro– Tengo cáncer, Fran– el hombre entre abrió la boca pasmado. Eso era extremadamente malo¿y ella lo ocultaría a su familia?– Yo...yo tengo que ir a de nuevo a Londres, inventaré algo–
- Está bien señorita...yo no diré nada–
- Gracias, Fran. No te preocupes, todo estará bien. Así que relájate– le mintió no solo a él, si no, a ella misma–
- Si, señorita...¿me necesita para algo más?–
- Si, antes que te vayas te daré algo. Dame un minuto– revolviendo sus cosas, abrió una chequera que no figuraba en el matrimonio. Escribió una cifra de agradecimiento en dos cheques. Uno al nombre de franco y otro al de James. –Toma– se los extendió. No tan seguro de lo que eran, los recibió. Era mucho dinero que no merecía. Negó Tratando de devolverlos, pero no fueron aceptados–Ustedes dos han sido de gran ayuda ocultando muchas cosas. Primero fue a mi amante y ahora esto...–rió– en verdad se lo merecen. Lo más importante, ustedes cuidan de Oliver–
- Es nuestro trabajo...no necesitamos esto...–
- Tómalo como un bono de fin de año. No los aceptaré de regreso Franco–
Sin ganas, asintió.
- Gracias, yo le haré llegar el suyo a James. Me encargaré de ponerlo al tanto y hacer que no diga nada–
- No lo dudo– con un gesto agradecido, pero lleno de angustia, vio al hombre encaminarse a la puerta e irse.
Si su abuelo pudo ocultar por años su enfermedad, ella también podía. Al menos que un arma se le cruzara.
Sus ojos ardieron y las lágrimas no tardaron en salir. No le temía a la muerte, pero le dolía dejar a todas las personas que amaba. Con cada sollozo parecía dejar una parte de su esencia, de su felicidad. 
Por miedo a ser descubierta, limpió su rostro, secando cada gota salada.  No podía ir demostrando su miseria  y contagiárselo a todos sus seres amados, eso era egoísta. No iba a dañarles la vida con sus problemas.
Peinó su cabello, soltó aire lentamente calmando su respiración, se levantó de su asiento, aún quedaban algunas  horas para que anocheciera. Salió del estudio en dirección a la cocina, si quería olvidarse  de la mala noticia, debía ocuparse del sabor de boca que le había provocado.
Sin prisa, buscó en las alacenas lo necesario para un emparedado de chocolate y crema de cacahuate, además de cereal con miel. De la nevera retiró un plato con fresas y una soda de cola.  Todo lo llevó a la isla, y después de encontrar las herramientas, comenzó a prepararlo. 
- Al fun te encuentro– levantó la mirada–
- Realmente, al fin te encontramos– Les dedicó una sonrisa antes de regresar a lo suyo–
- Díganme–
-  Bien...
- Yo primero.–Samael interrumpió sentándose en uno de los bancos. Observó con un poco de disgusto el emparedado favorito de su novia, odiaba esa mezcla de sabores–
- primero las damas– Miró mal a Richard un segundo–
- Ell, la recaudación de fondos fue un éxito ¿lo sabias? Además, me encantaría que supieras que eres socia mayoritaria en una empresa de energía sustentable que le suministra a varios estados de Francia– no sabía de qué estaba hablado, pero si él estaba entusiasmado, ella también lo haría–
- ¡Es Perfecto, Sam! Yo ya sabía que harías un buen trabajo con la fundación–
- ¿ya puedo hablar?– Richard se acercó– Todo está listo para los ensayos, Elli, así que pronto nuestros nombres estará en una pancarta en el teatro más grande de Londres–
- ¿tan rápido? ¿Ves? Te dije que sería mejor si yo no me metía en todo tu mundo de creatividad. Tú el cerebro– lo señaló con el cubierto que utilizaba para untar, después a ella misma – yo las libras–
- No, Elli, en verdad te extraño...–
- ay ya vas a empezar– Samael giró sus ojos, Richard guardó silencio molesto, se dirigió a Eleanor–
- Y algo muy importante también– sonrió ampliamente– Tu americano favorito te hizo dueña de un hotel cinco estrellas en Nueva York–
- ¡Eso es estupendo, Richard! Me siento orgullosa y feliz. gracias–
- Pero no más estupendo de lo que yo hice– Habló Samael algo molesto–
- Los dos...pero...no me mal entiendan–Eleanor carraspeó– ¿de qué hablan? –
- ¿cómo de que hablamos? Son tus negocios...los que hacemos por ti en este mundo machista– Samael explicó–
- Alexander nos da una serie de trabajos y los hacemos– Richard añadió–
- ah– rió– Olvidaba que trabajan para Alex– ambos fruncieron su ceño–
- Espera un momento, Eleanor, nosotros no trabajamos para Alexander, trabajamos para ti–
- No te enojes, Sam– finalmente armó su alimento–
- ¿cómo no quieres que se enoje, Elli? Nosotros lo hacemos por ti– Con una voz un poca más suave, Richard apoyó a su ahora amigo–
- Yo lo sé...– soltó aire y sonrió– Gracias. Perdónenme ¿si?– no deseaba discutir o hacer una charla sobre cómo su padre los usaba de peones. Todos esos negocios estaban a su nombre, pero estaba segura que la mayoría eran de Alexander. – Ustedes son mis amigos, no empleados–
- ¿tu amigo? ¿¡Tu amigo!?– 
- ¿mejor amigo?–
- Ja, después de dos años de relación y un hijo ¿ahora soy tu amigo? –
- Ja, idiota– se burló Richard– Elli, yo si acepto tu amistad–
- Pues yo no– como un niño se cruzó de brazos— me ofende–
- Voy a comerme esto– Tomó los panes cubiertos de carbohidratos en una de sus manos–
- ¡Dame!– Eleanor giró sus ojos, su perfecta combinación de sabores había sido arrebata de sus manos–
- ¡oye! ¡Eso era mío!–
- Tú lo dijiste...era– La francesa mordió descaradamente su creación–
- Muy bien, B. Te comiste a mi novio y ahora también mi sándwich– gruñó
- Y tomaré tu soda– Como lo dijo, lo hizo– y fue a tus novios...en plural– Incómodos, los dos hombres se recomieron en sus lugares–
- Me enorgullece que sepas el significado de esa palabra, B– La rebelde mujer se sentó, a degustar lo robado–
- Oye, esto es delicioso–
- Si, idiota, yo lo hice– malhumorada se dispuso a preparar otro–
- ¿quieres que traiga otra soda para ti?– mientras Samael preguntaba, Richard se dirigió a la nevera, trayéndole otra–
- Toma, Elli–
- Gracias, Rick–  Sonrió–
- Oye, Elli, los ensayos inician pasado mañan...para que asistas...–
- Asistamos, recuerda que soy su asesor–
- si si, como digas, rubio–
- Ya te dije mil veces que no soy rubio–
- Lo eres,Sam– Divertida  se dirigió al molestado hombre. A lo lejos Beverly asintió–
- ¿entonces? ¿Asistirás?– lo pensó, necesitaba ir a Londres–
- No, puedo...pero iré a los siguientes, lo juro–
- Está bien, no te preocupes– al menos no debía explicar nada, sonrió y regresó a su emparedado, ya estaba por terminarlo–
- ¿ y por qué no puedes asistir– Celebrar victoria era peligroso con un hombre como Samael– Digo, si se puede saber–
- Por nada importante– Carraspeó– iré a Londres– susurró–
- ¿otra vez?– ignoró su tono de voz. Richard tomó asiento esperando la respuesta que él no tuvo que exigir–
- Si...no tardaré mucho...creo–
- ¿ y qué harás en Londres?–
- Iré...ya sabes...– terminó lo que hacía, dándole tiempo de pensar una buena mentira– La editorial–
- La editorial– Repitió observándola, era evidente que mentía– Bueno, amor, Yo le daré trabajo a ese escritor en una de las mías. Así no tendrás que ir a Londres, asunto arreglado–
- Yo te lo agradezco, Sam, pero no es necesario–
- ¿cuál es el problema?– de su bolsillo sacó su móvil– Solo haré una llamada y quedará arreglado¿cuál es su nombre y qué puesto quiere?–
- No, Sam, en serio, no quiero ayuda...es decir...quiero hacer algo por mi cuenta–
- Pero es que tú no necesitas hacer nada. Me tienes a mi...–
- Mira eso, arriba el patriarcado– Beverly ingirió soda– Déjala valerse por si misma, ella también puede– Por primera vez, su prima había dicho algo que le salvaría el trasero– ¿que no la crees capaz?–
- Si, Sam ¿no me crees capaz ? ¿Sabes qué? buscaré empleó con salario y un horario– frunció su ceño fingiendo enojo y firmeza. Sus manos fueron a su cintura mejorando su postura de mujer ofendida–
- No, yo no dije eso. Yo sé que eres capaz de mucho...solo quiero ayudar–
- Pues déjala ir–
- Si, déjame ir– reclamó
- ¿o quieres que solo se quede en casa cuidando a los hijos y haciendo el aseo?–
- si ¿quieres eso? ¿Ah?–
- A ver, un momento– miró a Beverly– ¿por qué no te callas? Esto es asunto entre mi esposa y yo–
- si, déjalos en paz Beverly– Richard apoyó, a él igual le interesaba saber lo que se ocultaba–
- Oye, no sean groseros–
- Y respecto a ti– la mirada de Samael regresó a él– Tienes dos opciones. Una, aceptar mi oferta, o dos, ir a Londres conmigo. Elige sabiamente, linda–
- ¡ahora me censuras!– Ni siquiera sabía lo que significaba, pero Beverly lo decía mucho para defenderse contra los hombres–
- lo que tú digas, ahora elige, después puedes protestar lo que se te antoje con carteles–
- Si me sigues gritando voy a llorar– eso nunca fallaba–
- Si, claro, anda, elige– insistió. Eleanor, una niña que siempre se le dio lo que quiso y sobre todo berrinchuda, había encontrado la forma de manipular a su padre, abuelo y ahora a Samael, provocándose un creíble llanto. Sus ojos se humedecieron, sus orejas se pusieron rojas y su labio tembló levemente– Eleanor, por favor, no empieces. No te gritaba–
- Muy bien, ya la hiciste llorar– Richard lo golpeó en el brazo–
- No, NO– se levantó– Eleanor, basta. Ellos van a creer que soy malo–
- Es que lo eres¿ya no me quieres?¿por qué me gritas?– Samael cerró los ojos por un segundo, no iba a ceder–
- O aceptas mi editorial o te acompaño a Londres– Sentenció para después irse–
- oye, Elli, tran...–
- Maldito,ya lo usé tantas veces en él que lo hice inmune– Richard la miró sorprendido, hace unos segundos parecía llorar con sentimiento, hasta se sintió pésimo por verle–
- Estás perdiendo el toque, Isa– Eleanor gruñó dándole la razón–
- Ustedes las mujeres son unos monstruos– Caminó de espaldas levantando sus manos, salió de ahí dejándolas solas—
Ahora tendría que ir a Londres, pero no al hospital. Cancelar la cita ficticia sería muy sospechoso. De igual forma, lo intentaría otra vez.

MY DADDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora