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- ¿ya podemos hablar?–
- Un momento, ya casi termino–
- Te espero– se sentó en las sillas frente a ella– Llevas horas ahí –
- Si...Richard es bastante exigente respecto al vestuario, el que nos enviaron no está como quiere y lo estoy componiendo— explicó mientras enviaba los últimos correos exigiendo un reembolso o que fuera mejor el trabajo. Sonrió al terminar, cerró el computador– Dime, señor ¿que se le ofrece?–
- Al fin– se acercó al escritorio con todo y silla–
- ¿es una mala noticia?– Samael lo pensó¿lo era?–
- No...bueno, es en dos partes, en una yo me enojo y en la otra tal vez tú, y todo depende de lo que tú respondas en la situación uno– Eleanor rió–
- Suéltalo, estamos solos, puedo asesinarte y tirarte al lago–
- Eso da miedo...¿y yo soy el loco?—
- Sam, vamos, dime–
- Quiero que despidas a Franco–
- No, no lo haré–
- ¿por qué no?– se irritó– si no lo haces, yo lo haré–
- Alex lleva su nómina, ninguno de los dos lo puede despedir¿por qué te desagrada tanto Franco? ¿Te hizo algo?–
- ¡si!– se puso de pie, aveces se impresionaba por la forma tan rápida de enojarse– Nosotros no podremos seguir adelante si otro hombre se te cruza en el camino. ¿Que le viste a ese...chofer?– espetó– Entiendo a Richard,  pero ¿franco? ¿Qué te puede dar que yo no?– Eleanor se echó a reír–
- Sam, yo no tengo una aventura con Franco– afirmó–
- Eso solo lo sabes tú– la señaló–
- Por eso te digo que no la tengo. Sam, Franco es mi guardaespaldas, el de Oliver, el tuyo. Nos cuida a los tres junto con James. No seas tonto– dejó su asiento– por primera vez, créeme– la observó, estaba firme con lo que decía, tal vez era cierto—
- Está bien...pero si es verdad, lo castraré, y lo seguiré tratando mal–
- como quieras– sonrió– ¿puedes decirme la segunda situación–la otra parte era decirle sobre el bebé que no es suyo, pero ya que no había infidelidad con Franco, no debía haber mala noticia, así que decidió cumplir una de sus fantasías y rogarle su perdón de otra manera. Demostrarle que en verdad estaba arrepentido por todas las cosas que le hizo, especialmente romper su corazón–
- Quiero que me azotes– 
- ¿qué?– lo miró incrédula, pasmada–
- Ya sabes, azotarme, atarme. Estamos solos, si lo que me haces me duele, podré gritar– se acercó a ella–¿no quieres castigarme por lo que te hice?– Ella soltó una risita nerviosa–
- No,Sam, creo que no es para tanto–
-  yo si quiero que lo hagas. Castígame, Ell. Así aprenderé a no ser malo de nuevo– parpadeó varias veces aún sorprendida – vamos a tu habitación o la mía, donde tú quieras– Susurrante se acercó hasta estar a escasos centímetros de su compañera–
- Sam...Es que yo no quiero lastimarte–
- papi quiere que lo hagas– inclinándose a su rostro, pasó su lengua en sus labios entre abiertos para luego besarla. Sintió sus piernas temblar, así que con sus manos se apoyó en el escritorio, en cualquier momento su cuerpo se volvería una gelatina en las manos de Samael.
Ya nada los separaba, estaban unidos por completo. Un gemido salió de su boca, alentando al otro a levantarla, sus piernas quedaron enrolladas en él mientras que su trasero era aprisionado por dos grandes manos. 
Caminó con ella encima hasta su habitación, un largo camino con paradas llenas de placer. 
Al entrar, sus sentidos se inundaron del perfume varonil. La dejó en el suelo con cuidado, se giró, cerró la puerta y accionó el seguro.
- ¿en serio quieres hacerlo?–  Samael asintió decidido, dejó a un lado las pertenencias de sus bolsillos, se acercó a ella, le dio un beso corto, se alejó un paso y sin preguntar, se hincó frente a ella sentado sobre sus talones. Sumiso miró sus manos, estaba preparado para recibir todo lo que ella le hiciere. 
No era la primera vez que él se ponía en esa posición ante ella, pero jamás le había pedido que lo lastimara. Decidida a cumplir su deseo de ser castigado, tomó aire, no negaba que le excitaba.
- ¿dónde guardas tus corbatas, Sam?–
- Tú sabes dónde– Ella asintió, Él era ordenado, y su guardarropa tenía un sistema, el cual aprendió. Dentro del mueble habían muy pocas ordenadas a la perfección. Tomó dos de color azul marino, casi negra. Paciente, esperó su regreso. Estando a un lado de él, acarició sus cabellos. Inclinándose, dejó un beso en su mejilla, se hincó frente a él para besarlo, haciendo la tortura más dulce. Acarició sus piernas hasta llegar hasta su hombría dura, el hombre gimió entre los besos.
- Sam...¿recuerdas las reglas?– disfrutando del repentino tacto en su erección, le pidió a Dios control–
- Papi es tuyo...– Eleanor sonrió–
- si, papi es mío–sus labios de nuevo se unieron. Aún comiéndolo, sus manos se ocuparon de quitarle el cinturón. Tembló creyendo que lo tocaría bajo las ropas, pero no fue así, solo fue despojado del arma con el que sería castigado. - ¿vas a obedecerme?—
- S..si, lo haré–
- Entonces quita tu camisa—  Él asintió, tenso por ya no tenerla en su visión, comenzó a desabotonar hasta dejar su torso desnudo–
- Listo...Ell– avisó dejando la ropa en el suelo, sentirla atrás suyo le erizó la piel, no tenía miedo, solo ansias–
- Sam, ¿quieres una palabra para que pare?–
- No pediré que pares–
- ¿seguro?– con las telas colgando en sus manos, se dirigió a él–
- muy seguro–Eleanor sonrió atando sus manos con fuerza, sus muñecas sufrieron un ligero dolor– ¿qué...qué harás con la otra?–
- ¿tú qué crees?– Trató de cubrirle los ojos pero él no la dejó–
- No, no, suficiente tengo con no tocarte. Quiero al menos verte, no me gusta–
- Pues vas a tener que hacerlo, así es esto, papi–
- Pero, Ell...– Soltó aire– está bien– la suave tela lo dejó sin visión–
- ¿estás listo?– movió sus rostro tratando de ver por alguna parte, era imposible. Solo sintió como ella caminaba a tras de él– Sam ¿estás listo?– El cuero del cinturón acarició su piel, su castigo estaba por comenzar. Sus corazón latía más de lo normal, lo escuchaba en su cabeza.–
- si– con eso, el primer azote llegó a su espalda, no fue duro, ardió insignificante– ¿eso es todo?– se burló para provocarle– Al parecer no recuerdas que te engañé dos veces– si quería jugar rudo, Eleanor juraría rudo. Esta vez ahogó un grito alzando su rostro al techo. Su piel se enrojeció y en partes sangró–
- Si papi desea ser castigado, lo será– Excitado por esas palabras, sonrió con malicia– Dime, papi ¿qué soy para ti?– mordió su lengua por el azote–
- Eres un Dios, eso eres para mi– soltó–
- ¿si? ¿Entonces por qué no me fuiste leal?– esta vez el dolor fue grande, sus manos atadas quedaron en la alfombra, como si de una inclinación se tratase– ¿quieres que pare?—
- No, continua– Regresó a su postura–
- Responde– 
- Creí que ya no me amabas...me enojé contigo, fui un mortal rebelde, lo siento— su espalda de nuevo fue castigada– Perdí mi fe. Pero no volverá a pasar, lo juro. Regreso a ti–  
- ¿me amas?– Otro azote, gruñó del dolor–
- si, por su puesto que si–
- ¿cuánto?– se acercó a él para acariciar sus ahora cabellos mojados por el sudor de su frente, sujetando su barbilla alzó su rostro–
- tanto que le daría mi alma al diablo si me da una eternidad contigo– sonrió– pero eso será un gran problema– Tragó saliva– Porque yo solo te obedezco a ti...te daré mi alma, tú me harás eterno o me destruirás si lo deseas–
- ¿si?– se alejó de él soltándolo bruscamente– ¿y por qué me traicionaste?¿porque no soy tan bonita como esas mujeres?– Otro ruidoso azote se impactó en su espalda– Eso me pone triste– Recuperando su aliento, Samael comenzó a hablar–
- Ya te lo he dicho, Eres un Dios, eres un ser celestial, a ti no se te compara con mortales...eres perfecta, y quien no piense lo mismo, está ciego— 
- si soy tan perfecta para ti¿por qué me dejaste?–
- Yo nunca te dejé...– Sus habla fue interrumpida por el dolor–
- ¡mentiroso!–
- Solo me equivoqué....debes entenderme, yo aún no sabía cómo venerarte, no creo ser lo suficiente para ti, ¿por qué alguien como tú está conmigo? Yo soy insignificante ante ti– un fuerte golpe le hizo morder su lengua. Su respiración estaba agitada y su espalda dolía con varias gotas de tinta escarlata–
- ¿Sabes, papi? Fuiste muy estupido– lo besó– Tú no eres un mortal como crees– susurró en su oreja– De ser así, yo no estaría aquí. Te castigo porque dejaste que te probaran cuando eras solo mío...fuiste rebelde, y tú sabes muy bien como se le castigan–
- Yo...yo no soy igual a ti...tú solo te enamoraste de un simple hombre...te doy las gracias–
- Sam...cariño...– se alejó de él– ¿Volverás a engañarme?– Dos flagelaciones se depositaron cerca de sus costillas, marcándolas y provocando especial dolor en las zonas. Se quejó, pero no deseaba detenerla–
- No, no lo haré. Quiero que regreses conmigo, que otra vez me consideres tuyo– otro último golpe recibió– te lo ruego– su espalda ya estaba muy lastimada, así que decidió dejar ese juego para otro día.
- veamos lo que hace este simple hombre. – puso al rededor de su cuello el cinturón como si se tratase de una correa–Párate– Ordenó, adolorido y tratando de no perder su equilibrio, se puso de pie. Fue guiado a la cama por la cinta de cuero sobrante en pequeños tirones. Le encantaba, lo ponía cada vez más minuto que pasaba. – Vas acostarte, papi, te tomarás del cabezal– obedeció, la tela de las cobijas fueron cuchillos rozando su espalda, pero no le importó, estaba seguro que el dolor valdría la pena. La posición ya era conocida, no era la primera vez que era atado por su único amor. Estaba perfecto.
Quería quitarse la venda y verla desnuda, lo único que tenía eran sonidos de su ropa siendo desprendida.  Se relamió los labios, sintiendo peso en la cama. Estaba a su merced, podía hacer con él lo que quisiera y no pondría resistencia.
Se montó sobre  él, apoyándose en su abdomen frotaba  sus intimidades repentinas veces.Gimieron por el tacto, sus mentes comenzaban a perderse entre ellos. Paró dirigiéndose a sus labios, al aburrirse de ellos, dejó besos húmedos por toda su piel, paró en su cuello para hacer una marca como las que él alguna vez le hizo, siguió con su trabajo hasta llegar a donde deseaba.  Besó la erección sobre la tela, encendiendo aún más al hombre bajo ella. 
- Quiero la paleta de papi– la sobó sintiéndola brincar. Lo jaló del cinturón atrayéndolo un poco hacia ella, gruñó, la cinta no era suave así que provocaba dolor en su piel–
- Es tuya–
- claro que es mía– soltó una risita, lo soltó dejándolo caer de nuevo en las almohadas. aquello lo hizo sentir poderoso, si ella lo deseaba tanto, en verdad era alguien importante. Su orgullo de hombre se había elevado al cielo– ¿quieres que la Chupe?– Cuestionó abriendo el pantalón y metiendo su mano entre la ropa interior, ante el tacto respingó–
- Puedes hacer lo que quieras, cariño. Recuérdalo, papi es tuyo– sonrió, bajó su ropa hasta dejar libre al palpitante miembro. Soltó un gran suspiro–
- Papi no es un simple mortal–  chupó su glande para comenzar la dulce tortura de Samael, se retorció bajo su acompañante por la calidez. Lo comió hasta donde su garganta le permitía, lamía cada parte, cada vena sobresaliente de su dulce favorito.
Al verlo luchar contra él mismo, lo dejó en paz después de algunos minutos, no quería que terminara antes de comenzar. Lo observó un instante, su pecho subía y bajaba con rapidez, sudaba, sus mejillas estaban rojas y su boca entre abierta. Era la imagen más excitante que podía existir.
Dejando su saliva untada en la erección, se posicionó en aquella parte. Mientras lo besaba, sus sexos se rozaban haciendo la espera más tediosa, ya quería estar dentro de ella.
- No vayas a quitar tus manos de ahí–
- No...no prometo nada–
- Si lo haces, no terminaré– amenazó antes de introducir con ayuda de su mano la dureza de su amante con lentitud. Cerró sus ojos y mordió su labio disfrutando la sensación, por otro lado, Samael soltaba gruñidos de placer.
Tomando posición, Eleanor comenzó a moverse, metiendo y sacando la hombría con varias velocidades, aveces lentas, otras rápidas y en algunas lo sacaba casi por completo y después de un tirón lo hacía desaparecer en ella. Lo estaba montando como él le había enseñado.
Su pecho fue arañado a gusto por la intromisión.
Samael se aferraba fuertemente al cabezal, aquella amenaza sería cumplida si no obedecía. Sus gemidos y jadeos se unían con los de ella, podían hacer el ruido que quisieran sin miedo a ser descubiertos o escuchados, eran libres. Salvo que se olvidaron de todo el personal. De igual forma, ninguno lo juzgaría.

MY DADDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora