•Capítulo 8•

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AARON ANDERSON

"Ambos estábamos pegados el uno al otro. Mi boca no dejaba la suya por ningún segundo mientras aprovechaba al máximo los diez minutos de recreo que nos quedaban.

Su boca encajaba muy bien con la mía, empuñe su pelo en mi mano jalando y logrando que sonriera sobre mi boca desesperada. Se arqueó contra mí y con mi mano libre desabroché su camisa del uniforme dejando a la vista el brasier que cubría sus pequeños senos.

—No alcanzaremos —jadeo.

—Si alcanzamos —la contradije y bajé por su cuello.

Sus manos desabrocharon mis pantalones que cayeron al suelo y adentro las manos, tomando mi erección sacudiéndola y apretándola entre sus pequeñas manos.

La sangre caliente me recorrió todo el cuerpo, las sensaciones de placer y me concentré en no correrme tan rápido y en no perder mi tiempo.

Bajé el brasier y me metí uno de sus duros pezones en la boca mientras mi mano se perdía por debajo de su falda, corrí la braga sintiendo en mis dedos la piel caliente y humedad. Suspiré, subí mi boca hacia la suya.

Era tan malditamente hermosa.

—Mía —susurré.

Ella asintió. No solo era su nombre, también era una palabra que la definía para mí.

Moví mis dedos a lo largo de su longitud, ondeando con mi dedo su entrada estrecha mientras mi pulgar buscaba ese punto que la hacía gemir. Cuando encontré ese nervio no lo solté y ella al complacerme con sus manos me hizo tensar los dientes.

— ¿Te gusta?

—Sí, mucho —se estremeció.

Sus ojos eran dos bolas negras y me encantaban.

Bese su mandíbula y baje por su cuello aspirando ese aroma que me traía loco. Con lentitud deslicé el dedo del corazón dentro, siento cómo se contraía, cómo se tensaba, cómo se agitaba, cómo pedía más, cómo decía mi nombre.

Sus labios rozaron los míos soltando pequeños gemidos que se mezclaban con los míos, avisando que ya estaba llegando a su límite, provocando que yo igual me corriera en su mano.

Ambos éramos inexpertos, pero nos esforzábamos por complacernos."

Dos golpes en mi puerta me despertaron.

— ¡Aarón, arriba! — escuché el grito de mi mamá.

Gruñí.

— ¡De inmediato!

Escuche los pasos alejarse. La cabeza me martillaba y la polla también. Cerré mis ojos intentando volver al sueño. Lo que fue fácil porque no era un simple sueño, era un maldito recuerdo. Uno de los que siempre está presente, de esos que guardaba y recordaba siempre que podía.

Ahogando gruñidos me levanté y me encerré en el baño sacándome la ropa para tirarla en el cesto de la ropa sucia. Me metí debajo de la ducha y golpe mi cabeza contra los azulejos cuando el agua tibia me empapo.

Cerré los ojos y me sumergí en mis pensamientos.

Estaba seguro de que Mía no había estado con nadie más que conmigo, pero cada día me carcomía algo de incertidumbre el hecho de que ella perdiera su virginidad con otro.

Sonaba estúpido y muy de machitos, pero su virginidad es algo que pertenecía de alguna manera. Ambos habíamos comenzado ese juego. Tocarnos. Besarnos. Jugar con el cuerpo de otro. Sin embargo, nunca me dejo traspasar la barrera de penetrarla. Y se lo respetaba, pero también deseaba que me lo entregara a mí.

Tenías que ser tú© [BT#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora