T2.5

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Aterrizamos en una especie de pista para aviones, con algunas estructuras, casas, una torre de vigilancia. Estaba solitario. 

Estaban los dos allí, parados, estaban atados de pies y manos, con la boca tapada por una tela, mirándose uno al otro.

Amarramos a los sujetos a un par de tubos de una vieja estructura, las manos hacia arriba, atadas en el tubo, y los pies igualmente atados a la base del tubo.

Esto lo iba a disfrutar, y mucho.

Saqué primero unas pinzas, me acerqué a uno de ellos, más específicamente, al que se había vestido como yo... el del video. Le saqué la mordaza de la boca, puse la pinza directamente en su dedo índice.

- ¿Me vas a decir donde esta el calavera? –

- No –

Apreté duramente la pinza, tronando sus huesos.

- ¿Qué tal ahora? –

- N-no entiendes el e-s-s-pañol, imbécil- dijo el sujeto, adolorido.

Usé todas mis fuerzas, arrancándo el dedo finalmente.

- ¡aaah! ¡vaya! Como si de un puto filete se tratara – dije sarcásticamente.

El tipo gritaba de dolor, mientras salía un chorro de sangre de donde solía estar su dedo.

- ¿Qué pensaban hacer, cual era la idea del calavera? – le dije, poniendo la pinza en el dedo medio.

- N-no lo sabemos, nadie lo sabía –

- ¿Por qué coño, PORQUÉ COÑO LE HABES HECHO ESO A _______, A MI ESPOSA, ESO ESTABA DENTRO DEL PLAN, ¿EH? CABRÓN – le dije, apretando nuevamente, arrancando un segundo dedo.

Los gritos de dolor aumentaban.

Saqué un mechero, para iniciar un fuego rápido, y puse en el un tubo de metal que estaba por ahí, esperé hasta que una parte de esta estuviera roja.

Terminé pacientemente de desabotonar su camisa, y se lo pegué directo al abdomen.

Veía bien de cerca como si piel comenzaba a partirse, a ponerse rosada, hasta oler a carne humana quemada.

Al separar el tubo, este tenía carne pegada a el.

Se lo pasé del otro lado del abdomen, no podemos dejarlo de un solo lado ¿no?.

El sujeto lloraba de dolor, gritaba.

Se lo pegué al cuello, mi mirada era fría, serena, sin remordimiento alguno.

Disfrutaba ver a este sujeto sufrir, le pasé el tubo hirviendo en múltiples partes del cuerpo, el olor era grotesco, su piel estaba roja, despellejada de algunos lados. El tipo ya no abría bien los ojos.

- No te duermas muñeca, ¿ya me vas a decir? – le dije.

- N-no -

Saqué un bate. Lo tomé en mis manos, lo aprecié, tenía mucho tiempo que no utilizaba este bate, procedí a darle tremenda ostia, un solo golpe, duro, conciso, directo a la cara, me pareció ver que algunos dientes incluso salieron volando.

El sujeto escupió sangre, y comenzó a sonreír.

- ¿De que cojones te ríes? –

- Felic-iddes Conway – dijo, apenas se le entendía.

- ¿Qué? –

- T-tu esposa folla m-muy bien – dijo, escupiendo un poco más de sangre.

Mi súperintendente Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora