29° Teatro encantador. 2

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"No es el fin. Es el comienzo de todo lo nuevo."

— ¡Apuren! ¡Tenemos poco tiempo!—

Si tan solo fuera fácil organizar y ser arreglado en tan poco tiempo, estaría agradecido con el de arriba. Pero, es imposible.

Las pisadas apresuradas de sus compañeros de aula se escuchaban de aquí y acá, viniendo y alejándose del lugar. Sentía las brochas y pinceles recorrer su cara con toque suave y solemne, quería estornudar por el polvo que le proporcionaban, reírse por el cosquilleo en sus labios rojos de labial.

Jingyi comenzó a pensar que era buena idea huir antes de seguir sentado junto a sus compañeras de clases que se tomaron la molestía de arreglarlo para la obra.

Era hilarante el hecho de estar sentado rodeado de mujeres que le decían cosas lindas y pervertidas de su vestuario. Aunque, siendo extraño, su traje de ratón le quedaba apretado como si fuera su propia piel, y el se sentía incómodo.

Una cosa es mostrar tu cuerpo, y otra que la ropa lo haga.

Y para ser más sincero él tenía las caderas un poco más ancha de lo normal, o bueno, la ropa le daba a entender eso, pues estaba ajustada a su medida exacta.

Tal vez hubiera comprado un traje de ratón por linea en vez de dejárselo a su compañera. Se arrepentía de ser tan bueno.

— Jingyi cierra los ojos— susurró una chica suavemente, alzando su barbilla.

Obedeció y se dejó hacer.

¿Tenía opción? No.

¿Una salida? No.

Realmente quería salir corriendo.

Pero algo bueno puede pasar. ¿No?

— ¡En diez empezamos!— exclamó un compañero entrando al vestuario.

— ¡Okey!—respondió la chica.— ¡Ya está listo! Jingyi, levántate.

El Lan se levantó con pudor de la silla redonda, dando una impresión tierna y perversa, donde sacó más de un sonrojo a las chicas y al chico que entró.

Una blusa que llegaba al ombligo con mangas cortas, el pantalón ajustado a sus piernas y cadera, y, por supuesto, las orejas de ratón con marcas en su rostro como bigotes y nariz rosada.

Si Jingyi eligiera el momento más vergonzoso de su vida. ¡Eligiría este! Porqué, fue mostrar su cintura y cuerpo formado como el de una chica.

¡¿Cómo pasó esto?!

Si Yuan lo ve así, seguro que ya no quiere ser su amigo ni conocido.

¡Seguramente le daba vergüenza!

Jingyi se cubrió los ojos con los guantes de ratón que le hicieron, maldiciendo bajo porque esos guantes eran más grandes que la ropa. ¿No se confundió la chica al hacerlos?

— ¡Estás lindo!— gritó la escritora de la obra.

— ¡Ye Shan! ¡No digas eso!— exclamó avergonzado el Lan.

| Un poco de Confusión | ZhuiYiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora