42. Corazón sin razón.

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Nos adentramos al café mientras que me quejaba abiertamente sobre el tremendo castigo que se me vendría encima si esto salía mal. Era la primera vez que me saltaba las clases de esta forma y a decir verdad no sabia muy bien como manejar mis nervios al respecto. Jack simplemente me ignoraba mientras que yo recordaba en flashes la ultima vez que habíamos visitado un café juntos.

Después del castigo que nos había dado Mcall, cuando apenas nos conocíamos, cuando todo recién comenzaba.

Y me pregunté:

¿En qué momento había pasado de no soportarlo a estar perdidamente enamorada de él?

Habia ocurrido en un abrir y cerrar de ojos. Como si el tiempo avanzara ciegamente ante mis ojos, a medida que mis sentimientos comenzaban a potenciarse. De una manera profunda y llena de adrenalina. Reí atontada, sin tener ninguna respuesta coherente que justificara todo esto.

Entonces derepente recordé una frase que me había dicho mi padre cuando era pequeña:

"El corazón tiene razones que la razón desconoce"

Al pie de la letra.

Nos sentamos en la primera mesa que pillamos libre y observé el lugar con atención. Las paredes estaban revestidas de ladrillos pintados de blanco contrastandose perfectamente con los muebles de madera oscura y las plantas de interior que daban una brisa de frescura y color a todo el lugar. Un largo mostrador de cristal exponía todo tipo de postres, desde galletitas caseras hasta croasanes de jamon y queso fundido.

Mi estómago sufrió al olfatear la mezcla de aromas de aquellas delicias, sobre todo del café de máquina que flotaba humeante en el aire.

Jack me miraba con una expresion divertida en el rostro.

—Desde aquí puedo escuchar lo hambrienta que estás—comentó sonriente. Gracias a los rayos de sol que atravesaban los vitrales del bar, podía apreciar con nitidez las pequeñas pequitas salpicadas por toda su nariz.

Su atractivo me atrapó por unos segundos hasta que logre salir del trance antes que se diera cuenta.

O al menos eso intenté.

—¿Tú ya desayunaste?

El ojiazul asintió mirándome atento, parecía estar estudiandome al igual que yo con él.

—Igual, las medialunas que hacen aquí están de diez, tendré que aprovechar—contestó con ojos traviesos.

Parecía un niño cuando se lo proponía.

—Pediré medialunas entonces—le sonreí, atrapé su mano sin realmente planearlo.

Ahora era yo la que buscaba su tacto a cada segundo. Jack me correspondió de inmediato para luego besar el dorso de mis manos con cariño. No sé de dónde había salido esta versión tan dulce de ambos, pero definitivamente era mi favorita entre todas.

Desayunamos en medio de risas, coqueteos atrevidos por su parte y una conversación fluida sobre los videoclips retro que estaban transmitiendo en la TV. Poco más tarde nos dirigimos a una Bahía del centro de la ciudad. Caminamos por la playa y observamos las preciosas olas romperse en la orilla.

Cuando nos sentamos en la arena ví como Jack sacaba dos cartoncitos rectangulares del bolsillo. Mis labios se separaron levemente al percatar que se trataban de unas entradas.

—Créeme que estaba ansioso de pedírtelo ya hace días...pero no encontraba el momento, quería que estuviésemos solos, sin preocupaciones.

Asentí sin ser capaz de soltar un hilo de voz. Sus pupilas ahora tan turquesas como el mar que nos saludaba enfrente, me tentaban a darme un chapuzón de lleno en ellas.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2022 ⏰

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