1.Monologo perdido

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Introducción.

Siempre sostuve con firmeza que la potencia de los sentimientos dependían mucho de la persona que las sentía. Que cada uno teníamos un límite de riesgo, un límite de precaucion y sobre todo, teníamos ese caso excepcional que rompía todas nuestras reglas con éxito.

Sinceramente, nunca creí que yo lo iba a tener.

Pensaba que mis límites estaban bien determinados y por eso me sentía realmente afortunada. O más que afortunada, protegida.

Pero cuando él apareció sentí que todo aquello había desaparecido, haciendo que la caída se sintiera de golpe.

Él era eso, un caso excepcional que rompería mis límites y me haría conocer lo que era lanzarse en el abismo del amor.

CAPÍTULO 1.
"Monólogo Perdido"

Resaca.

Aquella fase de estado físico y mental que los adolescentes experimentaban luego de una noche larga y sacudida era una de las razones por lo que quería evitar en lo posible salir de fiesta durante la semana.

Pero anoche, había saltado mis propias reglas por primera y tal vez no última vez. Creando un efecto mariposa que pronto, traería consecuencias.

Los rayos de luz se filtraban por la ventana de mi habitación, el calor emprendedor del sol comenzó a recorrer mi cuerpo provocando que despertara mezclándose con el dolor que palpitaba en mi cabeza. Las incontables copas que había tomado anoche no me vinieron muy bien, sabiendo de mis hazañas causadas por culpa del alcohol la vergüenza que picaba en mi estomago era insoportable.

Recordé el beso en flashes y llegue a la conclusión de que probablemente aquella experiencia iba a convertirse en uno de los momentos mas vergonzosos de mi adolescencia. Pero aun con aquel pensamiento pesimista de mi parte, tuve un destello de esperanza en mi pecho. Asumiendo que tal vez Ian Caster recordaría solo el diez por ciento de su noche y que mis labios entusiastas no habían sido lo suficientemente relevantes como para que formara parte de un recuerdo difuso de una noche anterior. Sobre todo considerando lo que él me había confesado luego.

Mire por la ventana preguntándome si mi madre ya se había ido a trabajar, al parecer no, su coche seguía aparcado en el mismo lugar de siempre. El cielo estaba totalmente soleado, las nubes se dispersaban como si fueran bolitas de algodón y el sol brillaba en su punto mas alto.

Me senté apoyando mi espalda contra la cama y di un gran suspiro, realmente no quería ir al instituto hoy o más bien no quería lidiar con las preguntas de Candace por lo ocurrido anoche.

Finalmente baje de la cama y arrastre mis pies contra el suelo detonando las tremendas ganas con las que había amanecido. Dirigiéndome al baño como primera parada del día.

Lentamente me despoje de mi absurdo pijama de ositos y me metí en la ducha. Fui rápida en despejarme con el rocío de agua mañanero que a temperatura ambiente era la mejor opción para sacarme el sueño y espabilar el cuerpo.

Me vestí sin dar muchas vueltas sabiendo que el tiempo se me estaba haciendo corto como de costumbre. Una camiseta blanca, jeans negros y botas de cuerina fueron mi elección para combatir el día. 

Sonreí al ver a mi madre en el comedor moviéndose de aquí para allá mientras que terminaba su desayuno. Su pelo manteca resaltaba con los rayos de luz que atravesaban las ventanas y sus movimientos elegantes parecían ser su forma de cautivar tu atención sin siquiera intentarlo.

Soportando a Jack. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora