Capítulo 45

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De camino del hospital a la casa de su hermana Harper, para recoger a sus amigos felinos, el teléfono de Clarke sonó insistente. Al mirar la pantalla vio que se trataba de Kara y le llamó la atención. Detuvo de inmediato su automóvil para atender la llamada, sintiendo que algo no estaba nada bien por California. Enseguida el corazón le dió una punzada fuerte en el pecho, como lo había hecho en la comisaría unas horas antes, sin entender porqué, pero el rostro de su amada se le había presentado en la mente, y pensó que era como consecuencia de su preocupación de que haya ido sola, o sin ella. Pero ahora con ese llamado inesperado de Kara Danvers, no le daba buena espina, y rogaba porque su amada estuviera bien.

Kara le resumió los terribles acontecimientos de horas atrás, lo mejor que pudo, ya que aun estaba en shock y la voz le temblaba. Le aseguró que Lexa estaba bien, tan solo shockeada y preocupada por sus hermanas heridas. Asimismo, le explicó que la peor herida era Octavia, que aun estaba en cirujía con pronóstico bastante delicado. Y que Ontari estaba en la UCI aun, quien había recibido una bala en el hombro que fue operada también, y otra bala había rosado su temporal, pero que por suerte no había ingresado en su cerebro, y que solo había producido un daño superficial, necesitando algunos puntos de sutura. Aun asi Ontari todavía estaba incosciente, pero que evolucionaba bien de momento.

El corazón a Clarke se le apretó de gran manera, cerrando fuerte sus ojos, y tratando de respirar, apenas podía responderle a Kara. La periodista además le contó de la agente del FBI Prince, quien había dado muerte al franco tiradory agente también del FBI McCreary, había recibido una profunda puñalada en el pecho y que estaba también en la UCI recuperándose, tras una pequeña operación a la que fue sometida.

Obviamente la detective Griffin, tras cortar la comunicación con Kara, no dudó en llamar a su hermana Harper, y decirle que aun no podía recoger a sus amigos, explicándole brevemente lo que había ocurrido en San Francisco, y que debía volar de inmediato a la ciudad californiana, para ayudar a su novia, en esos momentos difíciles.

También llamó a su capitana, que sinceramente no sabía ya que responderle a su detective. Jane no estaba muy feliz de que Clarke se reincorporara y volviera a tomarse licencia después de 24 horas de servicio, no estaba bien en frente a los demás detectives de la jefatura. Pero resumió su respuesta a que se tomara un buen tiempo de licencia hasta que aclare todo los problemas, y que regresara al trabajo cuando realmente todo estuviera más tranquilo en su vida.

Clarke agradeció la comprensión tanto de su hermana como de su capitana, y sin pensarlo condujo directo a su departamento, preparó un bolso con los más necesario y se dirigió en un taxi hacia el aeropuerto, para abordar el primer avión que la llevara a San Francisco. Lo único que le gusto de todo aquella tragedia, fue saber que ese malparido de McCreary estaba muerto, y que ya no jodería a nadie más. Si había algo que odiaba Clarke más que nada era policías corruptos. Y aunque ella creía en la justicia, obviamente, sentía que había ciertos criminales que no se la merecían realmente, como ese asesino.

Casi no pudo descansar en el largo vuelo que logró tomar pasada la medianoche, luego de varias horas aguardando en el aeropuerto. Sus pensamientos eran tantos, sus emociones tan encontradas. Se maldijo por no haber estado ahí en ese momento con su novia, protegiéndola. Aunque agradeció que Ontari haya sido la heroína tomando su lugar, como ella precisamente le había pedido. Pero lamentaba de veras que la morena haya sido herida de tal manera protegiendo a sus hermanas. No pudo no sentirse un poco culpable de haberle pedido semejante tarea. Aunque también sabía que era toda la maldita casualidad del puto destino.

Durante el vuelo, usó el tiempo que no podía dormirse, para dedicarse a leer más en profundidad acerca de la madre de Lexa. La famosa científica, la doctora Rebecca Pramheda. Leyo que la mujer estaba trabajando bastante en la investigación de la cura del cáncer en los últimos años, y que en efecto, poseía una clínica privada en la ciudad de Vancouver. Allí trataba a pacientes con la letal enfermedad, a aquellos ya muy desausiados por los normales procedimientos que la medicina manejaba actualmente. La doctora Pramheda les ofrecía la posibilidad de exponerse a una terapia que estaba en estado experimental aun. Obviamente para esos pacientes ya no había mucho de donde elegir, y algunos deseaban al menos darse la oportunidad de probar. Lo grandioso era que ya se sabía habían logrado grandes avances en la cura, con ese nuevo tratamiento. Al menos momentánea, de varios pacientes, alargándoles el tiempo que supuestamente tenían de vida, y presentando mejoramientos importantes.

Más que una mujer  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora