Por la mañana, Yani se encontró nuevamente solo para desayunar. Preocupado, otra vez, fue a golpear la puerta de Ria.
-Madre, ¿te encuentras bien?
-Sí, Yani, buenos días. Solo estoy un poco cansada.
-¿Te traigo el desayuno?
-No hace falta. Saldré pronto de la cama.
-¿Vendrás al mercado?
-No. Ya te dije que estoy cansada.
-Me quedaré entonces.
-No, Yani, todos en Holland esperan tus quesos.
-Iré, madre, pero regresaré en cuanto pueda.
Después de desayunar Yani cargó la carreta con los quesos. Esperaba venderlos todos, pues había desembolsado una buena cantidad de dinero para costear el viaje de Lieke. No le dolía, pero le costaba gastar, ya que sus padres siempre habían inculcado la austeridad a la familia, por lo que nunca tocaba lo que estaba guardado en el banco. Ni siquiera sabía a cuánto ascendían sus ahorros, que estaban en una cuenta separada del patrimonio que había acuñado su padre, ya que eso era herencia de familia.
Él quería tener una fortuna propia. Si su madre supiera no le agradaría la idea de que los bienes no estuvieran mancomunados.
***
Yani llegó al mercado y comenzó a armar su puesto como todos los sábados. Pronto el lugar se comenzó a llenar de olores y colores:
quesos, encurtidos, salchichas, flores, telas, zapatos, y un sinfín de productos típicos de los Países Bajos. Este mercado era único en la región y asistía mucha gente de diferentes partes del estado, inclusive muchos canadienses cruzaban la frontera para comprar tan apreciados productos. Sin embargo, en el ámbito de los quesos, los de Yani Waas se destacaban, y no porque fuera el único productor de quesos neerlandés, sino porque la mayoría de sus compatriotas ya se estaban dejando seducir por la industrialización para la elaboración de los productos lecheros, y en cambio él continuaba siendo la empresa de un solo hombre que hacía todo de forma artesanal, y eso era lo que no quería perder.
En cuanto el puesto de Yani se instalaba, llegaban los compradores de inmediato, los de siempre, y los nuevos que iban porque alguien lo había recomendado. La guerra había terminada hacía cinco años, y la gente comenzaba recién a recuperarse. Había sido imposible que su gente no se viera implicada en esta rencilla doméstica, ya que las grandes fortunas neerlandesas tenían intereses muy firmes en aquel país, por fortuna, él, un pequeño productor, no amante de los esclavos, no había tomado parte y nadie lo había obligado a involucrarse tampoco, y si así hubiera sido tenía claro cuál habría sido su frente, que no era el mismo de la mayoría de sus compatriotas.
***
A las diez de la mañana, Yani tenía hambre otra vez. Su estómago rugía sonoramente, pues su desayuno había sido a eso de las seis, y para un hombre como él esas eran muchas horas de ayuno. Así que luego de asegurarse de que no había ningún comprador a la vista, cruzó hasta el puesto de Femke por un bocadillo de salchicha y un café.
-¿Me vendes un arenque en pan negro y café? Con todo, por favor.
-Buenos días, Yani -saludó ella, mientras con manos hábiles ponía dentro de un rollo de pan de centeno el arenque crudo, cebolla y pepinillos-. Felicitaciones, por cierto.
-¿A qué te refieres?
-Ya sabemos que te casarás pronto.
Por un momento la mente de Yani quedó en blanco, pero pronto reaccionó. Femke era hermana de Drika, la esposa de Gerolt. Obviamente él no había logrado tener la boca cerrada. Le cortaría la lengua en cuanto lo viera. Y como si lo hubiera estado llamando, apareció el encargado de la oficina de correos con su esposa y sus hijos.
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Tulipanes salvajes
RomanceLieke es una mujer muy joven aún, sin embargo, está cansada de su vida, pero aunque quisiera no podría llevar otra. Lieke es prostituta en la casa de la puerta roja, y no porque le guste, sino porque es la única forma de ganar dinero rápido para sol...