21: Una boda amarga

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-¡Por supuesto que no, Lieke! -exclamó Yani, poniéndose de pie-. No escuche a mi madre, perdió la cabeza.

-No sé qué hice para que me odie tanto señora. Al venir a este país, a su casa, pensé que sería bien recibida. Tal vez no con afecto, pero tampoco con odio. También creí que usted en parte reemplazaría a mi madre...

-No me conmueven tus palabras -interrumpió Ria-. Debes tenerlas bien ensayadas para los incautos como mi hijo.

Esto era más de lo que Lieke podía soportar. La joven se dio la media vuelta y corrió hacia su habitación.

Lo primero que hizo fue quitarse la sortija de compromiso y dejarla con mucho cuidado sobre la mesa de noche. Enseguida buscó sus ropas y las metió a la bolsa de viaje sin importar si en el proceso se arrugaban. Después se vistió con rapidez y recogió sus cabellos bajo el sombrero blanco que traía al llegar.

Resuelta abrió la puerta de la habitación, pero Yani estaba fuera esperando y le flanqueó el paso.

-¿A dónde va?

-A cualquier parte lejos de aquí.

-Le pido un año.

-¿Qué?

-Si en un año no logro que me quiera, nos divorciaremos, y se marchará con una buena dote.

-No soy una mujer interesada, Yani.

-Lo sé, pero usted dejó todo por venir acá, y ahora piensa marcharse sabiendo que no tiene para costear ni un boleto en diligencia.

-Es verdad.

-¿Y cómo pensaba pagar?

¡Con mi cuerpo! Quiso gritar ella, mas, se mordió la lengua y prefirió mentir.

-Pensaba buscar a Bill Halloway.

-¿Qué tiene con ese hombre?

-Nada.

Yani se dio la vuelta y se mesó el cabello con la mano derecha.

-Un año -repitió. Enseguida se volvió nuevamente hacia ella y la besó apasionadamente.

Lieke apenas respondió. Estaba perpleja. ¿Debería aceptar? ¿Pasar un año soportando las ofensas de Ria Waas? No sabía si podría.

-Estoy dispuesto a construir otra casa para nosotros -agregó Yani después de soltarla-. Ahora me voy, tengo asuntos pendientes en el pueblo.

Lieke entró nuevamente a su cuarto con la bolsa de viaje, la dejó sobre la cama y se dejó caer pesadamente junto a ella. ¿Qué haría? Todo su valor se esfumaba ante la presencia de su futura suegra. Sin embargo, ella estaba muy lejos de ser una gallina. Yani le había ofrecido una casa nueva, pero dudaba que pudiera construirla en tan poco tiempo, así que esa posibilidad no era aceptable. La única alternativa era imponerse ante Ria, fuera como fuera. No le haría daño, mas, le demostraría que con ella no podría seguir jugando. Y para empezar a poner en práctica su plan fue hacia la cocina a desayunar, pues las tripas le crujían por el hambre.

-Buenos días -dijo, mientras buscaba algo para comer y ponía a calentar el café.

-¿Qué crees que haces?

-Tengo hambre, señora Waas.

-Ni a un perro se le niega la comida.

-Entonces, déjeme comer tranquila.

Ria dejó lo que estaba haciendo y se marchó fuera de la cocina.

Después de desayunar, Lieke fue a vigilar su jardín de tulipanes que aún no asomaba ningún brote.

Tulipanes salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora