12: Asalto al tren

1.4K 258 16
                                    

Bill llevó a Lieke a un pequeño hotel en el pueblo y se ocupó de que pudiera refrescarse y cambiarse de ropa.

Aunque ella no comprendía más que las acciones, se preguntaba por qué aquel hombre se tomaba tantas molestias con ella. En ningún momento había intentado propasarse con ella, es más, apenas la miraba. Bill Halloway era un enigma, pero ella no tenía mucho interés en descifrarlo. Se aseguraría al llegar a Holland que el señor Waas le pagara todo lo que había gastado en ella.

***

Cuando subieron al tren, Lieke pensó que también se ubicarían en el vagón de tercera clase, sin embargo, Bill la condujo un vagón más adelante y la guió hasta un compartimento cerrado. No tendría litera para dormir, pero al menos sería más cómodo para descansar, ya que les tomaría un día llegar hasta Toledo, que sería la última parada antes de Michigan.

-¿Mejor? -le preguntó Bill una vez que estuvieron sentados.

-¿Qué?

-Yo que usted, intentaba aprender inglés.

Lieke negó con la cabeza.

-¡Vamos, no me diga que no puede, ambos idiomas tienes raíces similares!

Lieke seguía negando con la cabeza. Bill, exasperado, se concentró en mirar por la ventana y se olvidó de ella por el momento. Al poco rato ya estaba dormido, mientras ella observaba aburrida el paisaje. Y como si tuviera un reloj en el estómago, Bill despertó a la hora precisa para decirle que lo acompañara hasta el comedor del tren.

Nuevamente Bill pidió por ella: café, huevos, salchichas, frijoles y algo de pan, ya que era lo más económico del menú, y por supuesto, una cerveza como extra para él.

Después de comer regresaron a su cabina, y el estómago lleno les causó sueño a ambos y no tardaron en dormirse.

El tren continuó su lento traquetear por la vía. Bill y Lieke apenas se dieron cuenta que el gigante de hierro se había detenido, o quizás pensaron que se trataba de de una parada autorizada, y no le dieron mayor importancia. Mas, cuando se escucharon los primeros gritos, Bill se puso alerta a los movimientos del tren, pero no alcanzó a hacer nada: la puerta de la cabina se abrió de golpe, y dos hombres de sombrero que llevaban sus rostros cubiertos con pañuelos negros, y su cuerpo tapado con mantas mexicanas, los apuntaron.

Lieke de inmediato intentó ocultar su bolso de viaje que estaba en el suelo, empujándolo debajo del asiento con el pie, hecho que no pasó desapercibido para uno de los forajidos.

Inmediatamente el hombre se lanzó en pos del bolso del Lieke, presumiendo que si ella lo ocultaba era porque claramente transportaba cosas de valor.

Lieke y el hombre comenzaron a forcejear. Bill quería intervenir, pero el otro hombre le apuntaba a la cabeza. Era seguro que los matarían a ambos si ella se negaba a entregar el equipaje.

-Entréguelo -le ordenó, y le hizo un gesto.

Con el rostro bañado en lágrimas, ella hizo lo que Bill quería.

Luego de despojarlos de todo lo que consideraron de valor, los hombres se fueron.

En ese momento Lieke comenzó a llorar sonoramente. Se abrazaba a sí misma, y llamaba a su madre, cosa que Bill sí pudo comprender, aunque no entendió a qué debía tanto alboroto por un bolso de viaje.

-¿Qué le sucede? -preguntó él, sin ánimos de involucrarse en un asalto.

Lieke lo miraba. Quería que comprendiera lo importante que era para ella ese bolso. En él guardaba los recuerdos de su madre y los bulbos de tulipanes que había traído desde su tierra. Pero claro, Bill era un hombre bruto y jamás lo haría. Así que lo único que le quedaba era chillar. Entonces, Lieke redobló su esfuerzo con el llanto y comenzó a gritar más fuerte, mientras apuntaba hacia el exterior de la cabina, por donde habían desaparecido los hombres.

Tulipanes salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora