19: La condición de Lieke

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Los días pasaron, Yani se recuperó por completo, con la ayuda extra el trabajo en el rancho se hizo más liviano, y llegó por fin el momento de planificar la boda. De los cuatreros tampoco volvieron a saber e imaginaron que Bill los había apresado y nunca más los verían, ni a él ni a los bandidos.

Yani respiraba tranquilo, porque algo dentro de él le decía que el americano tenía un interés que iba más allá de los buenos propósitos. Esperaba realmente no decepcionar a Lieke, ya que él no se sentía un ser de carácter intrépido como quizás fuera Halloway, más bien era un hombre pragmático, e intuía que su futura esposa tenía fuego en las venas y no sabía si eso sería bueno o malo.

Nunca más se habían vuelto a besar. A pesar de estar tan juntos durmiendo en habitaciones contiguas, ella no le daba la oportunidad de hacerlo. La última vez había percibido que a Lieke le había gustado, pero ahora se alejaba en cuanto él intentaba acercarse. Quizás lo estaba castigando por no ser más decidido, ya que su madre continuaba humillándola cada vez que podía. Yani estaba pensando seriamente en construir otra casa y dejarla sola en la suya, pero a la vez pensaba que esa medida sería muy extrema, aunque seguramente a Lieke le gustara la idea. ¡Qué difícil era lidiar con las mujeres! Aun así, no estaba arrepentido. Con ella era con quien quería pasar el resto de la vida que Dios le quisiera dar.

Yani movió la cabeza con el fin de despejar su mente, y continuó apretando la leche cuajada.

***

-Entonces, no solo eres costurera, sino que tienes tu puesto en el mercado -le dijo Lieke a Femke, quien le había caído bien desde el primer instante, y no la trató de usted porque ambas tenían edades similares.

-Claro, un comisario no gana mucho, y aquí me ves con treinta y un años y cuatro hijos.

-No te envidio.

-¿No deseas tener hijos?

-Sí, pero solo uno o dos.

-¿Y qué opina Yani?

-No hemos hablado de eso.

-¿Cómo no? Ustedes se casarán pronto, y las parejas siempre hablan esas cosas.

-Comprenderás que nuestro compromiso no es muy tradicional. Aún no me ha puesto una sortija en el dedo.

Al decir esto último Lieke se sonrojó, no había pretendido ser tan abierta, pero Femke le inspiraba confianza.

-Tal vez no, pero estoy segura de que te quiere. Solo basta ver cómo te mira. Hacen bella pareja, como si fueran el uno para el otro.

-No sé si somos el uno para el otro, Femke. Yani está tan condicionado a los deseos de su madre, y ella, ya sabes que no me quiere.

-Ria es un hueso duro de roer, tal vez por eso ninguna joven del pueblo se atrevió a entablar amistad con Yani... ¿Quieres otro café?

Ambas mujeres estaban sentadas en la sala de la casa de Femke, en el centro del pueblo.

Desde que había puesto un pie en la casa de los Rivers, Lieke se había sentido muy a gusto, y como esa hora los cuatro niños estaban en la escuela, la charla había corrido fluida, y la joven recién llegada sentía que Femke se podía transformar en su amiga.

-No, así está bien.

-¿Te parece si vemos los catálogos, para ver lo que necesitaremos?

-Sí.

-¿Sabías que la reina Victoria es la causante de que ahora todas las mujeres se quieran casar de blanco? Antes servía cualquier vestido, pero ahora debe ser blanco, con tocado y cola.

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