25: La huida

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Yani había estado a punto de hacerle el amor en el lago, pero algo lo detuvo, y Lieke sabía de qué se trataba, mas, ella no podía luchar contra la desconfianza que se había empeñado en sentir hacia ella. Es verdad, ella era una puta en Amsterdam, sin embargo, nunca puso su corazón en ello, y solo lo hizo por necesidad, por no estar preparada para otra cosa. Si hubiera podido ejercer como enfermera nocturna, no hubiera sido necesario, pero sin preparación, ¿cómo conseguía dinero a diario para las medicinas de su madre? Al casero había que cumplirle, por mucho que él simpatizara con ellas y supiera de la gravedad de Amke. También debían comer a diario: la leche, las frutas y las verduras, y la carne, y el pescado, eran alimentos esenciales en su dieta. ¿Podría explicarle esto algún día a él y esperar que la comprendiera?

Regresaron del lago, caminando uno al lado del otro, pero en el establo se separaron. Pasaron las horas y ninguno de los dos fue a cenar a la casa. Por la noche,Yani entró a la cocina y cogió algo de comer y se encerró en su cuarto. Lieke no tenía hambre así que estuvo dando unas vueltas en el jardín con una taza de café. Cuando el silencio reinaba en la casa, fue a asearse al cuarto de baño. Después se puso un camisón limpio y se acercó a la puerta de Yani. Giró la manija para abrir, era la habitación de su esposo y no necesitaba llamar, pero su sorpresa fue grande al comprobar que estaba cerrada por dentro. Pudo golpear, pero no lo hizo. ¿Qué más prueba necesitaba de que una relación entre ellos sería imposible?

Cuando Yani despertó en la mañana, al incorporarse de la cama, lo primero que llamó su atención fue un papel que estaba en el suelo, cerca de la puerta.

Siento no haber podido resistir el año que me pediste,

pero nunca dijiste que sería en estas condiciones.

Dile a Ria que me disculpe por haber tomado dinero de su lata de café.

Te dejo en libertad para que busques lo que realmente deseas.

Con afecto,

Lieke Spenger

-¡Lieke!

***

-De no ser porque Cilla tuvo que salir a ver por qué cacareaban tanto las gallinas, no te habríamos podido traer a casa, cielo -dijo Charlotte, mientras observaba a una encogida Lieke, sentada en la mesa del desayuno.

-Gracias, pero yo pensaba tomar la diligencia para irme a Nueva York. Allí jamás me encontraría Yani.

-¿Y tú crees que se le ocurrirá buscarte aquí? Nuestra casa es el último lugar en el que se le ocurriría buscarte, cariño, así que puedes estar tranquila. Mejor planifiquemos bien tu viaje.

-Gracias Cilla, pero no quiero causarles problemas.

-Puedes quedarte el tiempo que gustes. Hasta que te sientas con ánimos de viajar -insistió Charlotte.

-O hasta que asumas tu pérdida -repuso Cilla.

-¿Pérdida?

-Es que tú lo amas, cariño.

Charlotte y Cilla se miraron, y ambas asintieron al mismo tiempo. Se comprendían tanto que sus pensamientos siempre estaban en sintonía.

***

-¡Es tu culpa, madre! ¡Y, tuya también! -Yani apunto a madre e hija con el dedo.

-Ella no usa cofia, madre dijo que no va a la iglesia -se defendió Marjolein.

-No usa cofia, no viste el atuendo tradicional, no va a la iglesia, pero... No anda en chismes con otras mujeres después de la prédica. Es una mujer honesta. Cuidó a mi madre cuando estuvo enferma. Me salvó la vida cuando me dispararon. En cambio tú, madre, que lees la biblia a diario, que vas seguido a charlar con el reverendo, eres una mujer hipócrita.

Tulipanes salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora