-Es la novia de Yani.
Lieke se ruborizó.
-Todo el pueblo lo sabe, pero no debe apenarse, estamos felices de que por fin Yani haya pensado en casarse.
Un poco molesta, Lieke continuó el viaje en silencio, pero el viejo doctor no pareció darse cuenta de ello y comenzó a parlotear de esto y de lo otro, sin importarle si la joven le ponía atención o no.
A ella no le había gustado enterarse que estaba en boca de todo el pueblo. Si algo no resultaba, todo el mundo querría saber qué había sucedido, y el solo pensarlo la enfadaba.
Durante el trayecto, pasaron por varias propiedades grandes, y el doctor le iba diciendo a quién pertenecía una u otra.
Lieke había pensado que encontraría solo casas de estilo neerlandés como las del pueblo, pero se fijó que en las afueras algunas parecían típicas casas americanas, de una sola planta y con el porche por delante.
-Aquí se llaman ranchos -le explicó el doctor-. La mayoría de los hombres usan sombreros vaqueros y algunos inclusive portan armas, pero son bien pocos las que en realidad sabe usarlas... Ya estamos cerca.
Al escuchar estas palabras, Lieke sintió un repentino dolor de estómago. Estaba muy desaliñada y no causaría muy buena impresión, o al menos eso era lo que pensaba, ya que con la ropa sucia y el cabello en desorden no parecía una mujer elegante como había pretendido presentarse ante el señor Waas.
Pronto llegaron ante un gran arco que lucía en su parte superior la palabra Waas.
-Es para que sepan que él es el que hace los mejores quesos -explicó el doctor con una sonrisa.
La calesa cruzó el portal y avanzó por el sendero que conducía a la casa, y a Lieke le asombró que tanto terreno como se veía alrededor no ostentara una casa más grande. En realidad era pequeña, y no tenía ningún estilo, es decir, no era americana ni neerladesa. A lo lejos se divisaba el establo, que se veía más imponente y mejor cuidado que la pequeña casa. Detrás de esta se alcanzaba a divisar una construcción más alta. Seguramente era el lugar donde el señor Waas hacía los quesos, pensó Lieke. En fin, no se podía esperar mucho más de un hombre que vivía solo, pero ella ya estaba aquí y pondría todo en su debido sitio. La casa de Yani Waas estaría a la altura de lo que merecía un hombre de su condición social.
En su mente, Lieke imaginó cómo sería esa casa una vez que tuviera un jardín con tulipanes y un porche al estilo americano, donde se pudiera sentar a tomar café, o compartir una cerveza con su futuro esposo por las noches. También la pintaría y la ampliaría para la llegada de los hijos, ya que desde afuera se notaba que no debía tener más de dos habitaciones...
El ladrido de los perros la sacó de sus ensoñaciones.
El doctor Addnes descendió de la calesa y enseguida ayudó a Lieke a hacer lo mismo. Los perros, amistosos los rodearon, meneando felices sus colas. De pronto apareció un hombre de atrás de la casa.
-¿Cómo te ayudan en la vigilancia estos perros, si son tan amistosos?
-Por lo menos hacen ruido, doctor.
Yani respondió al doctor, pero no quitaba los ojos de la joven que venía con él. Debía ser Lieke, no podía ser otra persona diferente. Definitivamente el retrato no le hacía justicia. Era el ser más hermoso que había visto nunca. Ninguna mujer del pueblo se comparaba con ella. Se quitó el sombrero y se aproximó.
-Estaba terminado para ir al pueblo por usted -le dijo-. Soy Yani Waas.
Lieke lo miró con la boca abierta, jamás imaginó que fuera tan guapo. Estaba preparada para unirse a un hombre feo, gordo, viejo. ¿Tendría alguna tara que aún estaba soltero?
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Tulipanes salvajes
RomanceLieke es una mujer muy joven aún, sin embargo, está cansada de su vida, pero aunque quisiera no podría llevar otra. Lieke es prostituta en la casa de la puerta roja, y no porque le guste, sino porque es la única forma de ganar dinero rápido para sol...