II.- Mina, Minari

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Mina era una niña despierta y sumamente inteligente, así que los padres decidieron que no iría por un año más a la escuela, le enseñarían en casa, debido a que primero, después de su sexto hijo vino una época de muchas carencias económicas y segundo, así Mina les podría ayudar con pequeños mandados en el restaurante de la familia.

Ademas de que siendo sinceros en aquella época no era tan importante la educación, menos en un pequeño pueblo y mucho menos siendo esta una niña.

En fin, no entraremos en discusión del por qué Mina no fue a la escuela el primer año, pues supongamos que fue el destino, que aún que muchas veces no lo creamos, puede que ya esté marcado desde el día en que nacemos.

Ahora bien en el verano de 1900, llegan los nuevos niños a su primer curso, en aquella pequeña escuela al lado de la parroquia principal, la cual estaba subiendo la pequeña colina, donde se tenía vista a todas las casas del pueblo.

Mina ya con 7 años era un poco más alta que el resto de sus compañeros, más la timidez que le caracterizaba, no le ayudaba a hacer amiguitos en su primer día en el instituto.

La maestra anunciaba un receso de veinte minutos para que los niños tomaran un pequeño refrigerio y regresar a lo que estaban, aún que para ser sinceros, no era nada especialmente interesante, había pasado la primera parte de la mañana en presentarse y cantar un par de canciones que según esto la maestra avisó, debían aprender para el próximo festival escolar.

Mina tomó su humilde bolsa de papel, donde su madre había puesto una manzana y unas cuantas nueces, y se fue a un rincón del amplio patio de juegos.

Estaba concentrada tratando de quitar pedazos de la cáscara que tenía las nueces, ya que su madre las rompió, pero no las separo del todo de la cáscara.

Cuando de pronto una pequeñita, de ojos brillantes y marrón, con un pequeño hoyuelo en la mejilla derecha, se acercó sonriente con su lonchera moderna y reluciente a decirle con un poco de nervios a a aquella timida niña: — ¿M-Mina?... tu nombre es Mina, ¿cierto?.— A lo que Mina asintió tímidamente haciéndole saber que estaba en lo correcto.

Seguido de esto Chaeyoung tomó asiento al lado de Mina, sin siquiera preguntar si podía hacerlo.

Puso su lonchera sobre sus piernas y la abrió, para después decir, — Lo qué pasa es que mamá puso doble ración de comida, dijo que era para que hoy me hiciera amiguita de la niña que me gustara más en mi salón, así que toma.— Extendió su mano dándole a Mína la rebanada de un aparente pastel de queso.

Mina aún sin decir nada lo tomó entre sus manos y por primera vez cruzó palabra con Chaeyoung con un simple pero sincero, — Gracias.—

Entonces Chaeyoung volvió a sonreír diciéndole, — Bueno, no sé si recuerdes, pero yo me llamo Chaeyoung.— Mina la mira tímidamente y le dice, — Gracias Chaeyoung.—

Para ser sinceros, Mina sabía cuál era el nombre de aquella pequeña y tierna niña, por lo cual le pareció sumamente gracioso que se acercara a ella a presentarse de nuevo.

Pero no sé lo dijo, le agradaba que Chaeyoung fuera tan espontánea, y que le hablara mucho todo el tiempo, aún que para ser sincera, era un poco frustrante el que no la dejara comer debido a que estaba preguntándole muchas cosas, que si tenía hermanos, que si como se llamaban, que si tenía mascota, que si donde vivía, por qué si, el pueblo podía ser pequeño, pero las clases sociales muchas veces se marcaban, haciendo que en su corta vida Mina y Chaeyoung tal vez hubieran coincidido en alguna misa o en las fiestas del pueblo, pero jamás se dieron cuenta de la existencia de la otra hasta ese primer día de clases.

Pues era ahí en la escuela, en el templo y en el panteón, donde no importaba cuál fuera tu estatus económico, tenías que estar junto con todo el pueblo.

120 AÑOS (MICHAENG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora