XXIX.- Hacer posible lo imposible

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Los nervios comían la cabeza de Chaeyoung, el mismo día que la carta de Mina llegó ella se puso a escribir una respuesta. A penas llevaba un par de líneas cuando pensó que sería mejor planear en cómo haría para ver a Mina.

En su pecho creció la ansiedad al darse cuenta de que quizá podría ser la última vez que la vería, pues a lo que sabía la guerra era un cancer capaz de arrasar con todo lo que encuentre a su paso, aún más cuando lo que está en su camino son cosas bellamente frágiles, y Mina lo era, aún cuando de pronto tenía sus arranques de valentía, no dejaba de ser un gatito asustado, y una persona que necesita de alguien que cuide de su corazón para que lo malo del mundo no lo corrompa y acabe con su dulzura.

Así que empezó a pensar y pensar, tendría que encontrar la excusa perfecta para escapar y ver a Mina, no quería un día arrepentirse de no haberlo hecho, de no ir a su encuentro y que ya jamás volviera a sentir los labios de la persona que más amaba sobre la tierra, no le agradaba para nada estar teniendo todos estos pensamientos negativos, pero había que ser realistas, y sabiendo todo lo que estaba pasando y que incluso a su universidad le habían llegado varios pedidos para que mandara médicos estuvieran o no graduados, lo volvió una posibilidad muy real de que a ella también la llamaran a servir como médico en el frente de guerra.

Así que después de 3 días tenía la excusa perfecta, con ayuda de un profesor se enlistó para ir a dar un curso, que la misma Chaeyoung organizó. Un curso de medicina en casos de heridas por balas o mutilaciones, en pocas palabras heridas de guerra, y casualmente ese curso intensivo lo impartiría en la ciudad donde vivía Mina.

Chaeyoung pensó rápido en todo y se lo comentó a su profesor que lo vio como una ayuda muy valiosa y además como práctica para sus alumnos, así que casi automáticamente se pusieron a buscar los permisos pertinentes y a los 5 días ya todo estaba armado, también "casualmente" los cursos se impartirían en el instituto donde estudiaba Mina, todo esto obviamente necesitaba aceptación por parte de la universidad así que le hicieron llegar un telegrama que fue respondido casi inmediatamente, teniendo una respuesta afirmativa, donde además se les agradecía por ese apoyo tan valioso.

En 5 días más partirían para aquella ciudad. Ahora solo faltaba la aprobación de su tía, que a decir verdad, esta vez fue muy comprensiva, ya que estaba muy asustada por todo el asunto de la guerra, así que sin pensarlo mucho le dio permiso.

Incluso el maestro fue a hablar con ella, pero no era necesario ya que sin mucho rodeo, la dejó marchar, además solo sería una semana, así que ni al chaperon le mandó, pues sabía que se concentraría en impartir sus conocimientos.

A estas alturas ya tenía su confianza, pues estaba en su último año de medicina y jamás notó nada fuera de lo normal, así que hacía ya tiempo llegó a la conclusión de que todo aquello ya había dejado su cabeza y se había convertido en una persona sana y normal que con el tiempo se casaría con su prometido.

En fin, el día llegó, Chaeyoung viajo nerviosa por ver a Mina sin siquiera avisarle que iría, sabía que Mina debía estar llena de ansiedad y miedo para este punto, pero también sabía que cuando la viera su corazón sentiría un gran alivio y confort.

Ese mismo día llegaron casi directo a impartir el primer curso, se instalaron en un pequeño auditorio y Chaeyoung daba los últimos detalles para la parte que a ella le tocaría dirigir. El lugar se empezó a llenar poco a poco, y mientras más pasaba el tiempo más nerviosa se sentía al notar que Mina no se veía por ningún lado, tenía miedo que por algún motivo ella no se presentara y aún que tenía la opción de buscarla después en su casa, ella quería mirarla ya, en ese mismo momento.

Chaeyoung estaba sobre el pequeño escenario solamente parada mirando hacia la entrada cuando de pronto la vio. Observó a una chica con un largo y lacio cabello negro, que venía agachada acomodando algunos papeles que traía en la mano, Chaeyoung se quedó embobada en tanta belleza, sin duda aquella chica era su novia, pues aún que no había visto su rostro, podía reconocer perfectamente su silueta, y la figura hermosamente formada de aquella dulce mujer, además de aquel singular andar como de pingüino que tanto amaba y le causaba gracia.

120 AÑOS (MICHAENG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora