Treinta y ocho.

9.5K 750 696
                                        

«Treinta y ocho.»

Juno.

— ¿Me vas a amar para siempre?—La voz ronca y algo temblorosa de Valentín sonó del otro lado, fruncí el ceño mirando la hora en el reloj que tenía en la mesita de luz y largue un quejido.

Me refregué un ojo mientras intentaba quitar todo el sueño y pesadez que sentía en mi cuerpo y giré en la cama, escondiéndome abajo de las sábanas, aclaré mi garganta para hablar bien y suspire.

— ¿Qué te pasa pedazo de mono rabioso? ¿Por qué me llamas a esta hora? Te odio, dejame dormir.—Me quejé mirando un punto fijo en la cama, cerrando los ojos lentamente para volver a dormir y dejar que él corte.

— Junoooo.—Se quejó también, aniñado, escuché ruido del otro lado y murmure algo entre dientes para que me deje dormir en paz.—¿Me vas a amar para siempre? ¿Sin importarte lo que haga?—Volvió a preguntar con la respiración agitada.

Me senté rápido en la cama y frunci el ceño sintiendo mi corazón ir fuerte, llevé una mano a mi pecho y cerré los ojos, esperando que Valentín no se haya mandando ninguna cagada.

— ¿Por?—Pregunté rápido, apretando las sabanas bajo mis dedos, tragando saliva rápido.—Si no te mandas ninguna cagada, si te voy a amar ¿Por qué decís eso?—Volví a preguntar algo preocupada, miré otra vez la hora, las cuatro y diez de la madrugada.

Sentía que iba a explotar si no me respondía ahora.

— Definí cagada.

— Victoria.—Dije obvia, girando mis ojos, acomodé mi pelo para un lado y suspiré fuerte, retándome internamente cuando una preocupación viajo al centro de mi pecho.

Nada iba a pasar, ahora ni nunca más, eso ya lo sé.

— ¿Me abrís?—Su voz sonó suave, mordí mi labio tragando saliva e hice un ruido con la boca para hacerle saber que ya iba, me levanté de la cama y sin preocuparme por ponerme algo en las piernas, corrí por toda la oscuridad hasta llegar a la puerta.

Corté la llamada, giré la llave y abrí, encontrándome con que Valentín estaba ahí parado, viéndose un poco asustado y mojado por la lluvia que caía afuera, sonrió subiendo las cejas y se acercó hasta abrazarme con fuerza, mi cintura fue envuelta por sus brazos y me tapó una parte de mi culo cuando se me levantó la remera.

— Valen...

— Sh... que nadie te vea así.—Susurró dejando besos en mi mejilla y boca, tenía olor a humo de flores, enterré ni nariz en su hombro mientras olía su perfume también y lo abracé por el cuello.

Acaricie la capucha de su campera porque todavía no se la sacaba y me separé un poco para ver sus ojos.

— ¿Por qué no querés que nadie me vea así?—Pregunté algo divertida y con el ceño fruncido, bajó su mano izquierda al borde de mi remera y le pegó un tirón para bajarla.

Sus ojos azules resaltaban mucho más por ese brillo hermoso, pero ahora se veía diferente, miré el arito en su ceja para ver si le había cambiado las tuerquitas pero todo seguía igual.

— Mía.—Gruño cerrando los ojos, abrí la boca para decir algo en contra de eso, pero no lo hice, en otra ocasión me hubiese molestado, pero siendo Valentín quien lo dice, hizo que mi panza se retorciera.

— ¿Tuya?—Igualmente pregunté intentando sonar indignada, enterró su nariz en mi cuello e inhaló con fuerza hasta llenarse los pulmones, después exhaló despacito, su aliento golpeando mi cuello y haciéndome erizar.

Chino ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora