Capítulo 32

64 10 0
                                    

Capítulo XXXII

.

Salimos de casa de Juliette y le hablé a Tom cuando sólo nos habíamos distanciado unos pasos.

—¿Qué se suponía que hacías? —pregunté, conteniendo la voz. Se giró de medio lado, me miró y sonrió— Sí que eres idiota —le dije adelantándolo para subir al coche. Me enfurecía su falta de madurez en algunas situaciones.

—No hacíamos nada... aún —se encogió de hombros en cuanto subió al coche.

Volvió a sonreír, que ganas tenía de darle un puñetazo. Puse el coche en marcha.

—Por poco te ven los chicos —le reclamé. Me miró con esa sonrisa irónica previa a la burla.

—Qué rápido has adoptado el papel de padre —dijo. Lo miré esperando fulminarlo.

—Sólo se trata de sentido común —me defendí—, algo que a ti te falta.

Se hundió en el asiento.

—Y un padre aburrido, además —se quejó.

—Ahora soy aburrido por qué no quiero que los niños te vean en plena... lo que sea—agité la mano en el aire.

—Por favor, Bill —se quejó— ¿Se te olvida en lo que andábamos tú y yo a la edad de esos chicos?

Desde luego que lo recordaba ahora que Tom lo mencionaba, pero extrañamente esperaba que Derek y Johann fuesen niños un poco más.

—Claro que me acuerdo —le respondí—, pero tendrán suficiente tiempo para ser adultos luego.

—¿Ves lo que te digo? Aburrido —sentenció—, no me extraña que estén más contentos de tenerme a mí como tío, que a ti como padre.

Eso me dolió.

—Eso hasta que te conozcan mejor —respondí fríamente.

—Cuando me conozcan mejor, pasarás a la categoría de conocido —continuó.

—Ya, ya... seguro tú serás un ejemplo de padre —me burlé.

—Desde luego ellos lo creerán —siguió. Detuve el coche, no iba a arriesgarme a atropellar a nadie por estar discutiendo. En cuanto estacioné lo enfrenté.

—Mira Tom, no quiero que mis hijos...

—¡Ah! ¡Tus hijos! —sonrió— Vaya que te ha costado.

Arrugué el ceño intentando comprender su repentina alegría.

—No te entiendo —dije fastidiado. Ya me había colmado bastante la paciencia.

—Te ha costado hablar de Derek y Johann como tus hijos —aclaró.

Sólo en ese momento reparé en ello, hasta ahora que de alguna manera parecía que había tenido que protegerlos de algo, no los había visto como mis hijos y pensado en lo que quería para ellos.

—Mhm... —fue todo lo que respondí. Tom Sonrió.

—Ahora que lo has comprendido —habló—, te agradecería que me llevaras a casa, esta noche tengo visita.

Entorné los ojos.

—Y ¿Qué pasó con Erika? —me quejé poniendo en marcha el coche.

—¿Qué Erika? —lo miré y estaba sonriendo.

—Te pones insoportables cuando tienes conquista nueva —suspiré

—Relájate hombre —me aconsejó presionando su mano sobre mi hombro.

SagradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora