Capítulo 33

66 12 2
                                    

Capítulo XXXIII

.

Clavé las uñas en el colchón y estuve a punto de rompérmelas, arrastraba la sábana para sostenerme de algo, mientras Bill oprimía con fuerza la palma de su mano en mi vientre, alzándome para pegarme más a él, hundiéndose con una violencia inusitada, buscando en cada nueva embestida su liberación que no estaba segura si lograría encontrar. Mis gemidos brotaban enlazándose en una espiral con mi respiración y mis rodillas se levantaban de la cama cada vez que Bill me sostenía para entrar con más profundidad. Notaba como mis pensamientos divagaban, entregándome una velada idea de la realidad. El calor recorría mis músculos quemándolos hasta el dolor, mientras desde mi sexo crecía la ola que se formaba con cada gota de placer que Bill me entregaba cuando se sumergía en mí y tocaba en el sitio exacto. Habíamos llegado hasta este punto, casi de la misma forma que la vez anterior. Sin mediar más palabra que un hola.

Me encontraba en la tienda, había dejado a los niños en casa luego de sepultar a Scotty. Me había sentido profundamente dolida por Bill y por Tom cuando los vi, sabía perfectamente como ellos querían a sus perros. Cuando me enteré de la muerte de Apolo, debo reconocer que derramé alguna lagrima silenciosa, ese perro tenía la facultad de hacerme sentir querida y aunque con Scotty mi trato fue bastante corto, necesitaba acompañar de alguna manera a Bill, aunque mi presencia no fuese relevante en realidad.

Debo reconocer que me sentía muy nerviosa ante la idea de encontrarme con su novia en ese lugar, pero para mi suerte ella no se encontraba y eso llamó profundamente mi atención ¿No se suponía que era en estas cosas en las que debería acompañarlo?

Intenté centrarme en los valores que estaba ingresando en el computador, tenía demasiado trabajo pendiente, pero en ese momento mi teléfono sonó. Ni siquiera miré de quién se trataba.

—¿Si? —pregunté, sin quitar la mirada del computador. Hubo un diminuto silencio que llamó mi atención.

—Juliette, soy yo —pareció titubear, como si dudara de si llegaría a conocerlo—... Bill.

—Dime... —lo alenté. Ya había abandonado la pantalla del computador.

—Bueno... sé que no —se quedó en silencio. Ambos lo hicimos—. Estoy aquí fuera —dijo finalmente.

Cerré los ojos y fui consciente del momento exacto en que mi corazón se disparó. No estaba segura de si había sido el tono de su voz o lo vulnerable que lo había visto horas antes, pero sabía claramente cuál sería mi respuesta.

—Voy.

Corté la llamada sin más preámbulos y ajusté los detalles con Sophie, que sorprendentemente estaba respondiendo muy bien en mis ausencias. Me miré a uno de los espejos, acomodé un poco mi cabello y me retoqué los labios. Normalmente estaba bien arreglada en la tienda, después de todo era la cara de mi negocio.

Cuando salí, vi casi de inmediato el coche de Bill, avancé hasta él intentando dar los pasos lo más segura que me fuera posible, escuché el cierre de seguridad que se abría para mí y subí.

—Hola... —dije. Él sólo marcó una sonrisa suave.

Me ajusté el cinturón y nos pusimos en marcha. Casi no habíamos hablado nada durante el trayecto, suprimimos de nuestras mentes absolutamente todo lo que tuviera relación con su vida y con la mía. En este momento éramos simplemente dos personas que anhelábamos tocarnos, besarnos y volvernos locos de pasión.

.

"Un beso, una caricia, nunca suficiente. Tan suave, tan caliente, no pares, comienza. Y prueba tu destreza, como un animal"

SagradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora