Capítulo 23

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Capítulo XXIII

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—Probármelo —le dije. Por qué sentía que esa no iba a ser una buena idea—. Bien —acepté, comenzando a mirar dónde estaba el probador, no podía mostrar temor.

—Por ahí —me indicó.

Me fui en la dirección que me indicó y resoplé en cuanto me encontré frente al espejo. Me sentí perturbado, molesto, extraño. Preferí centrarme en la idea por la que venía aquí, Ajustar una blusa, pero incluso a mí me resultaba un argumento muy débil.

Vi a Juliette a través del espejo comenzar a cerrar las persianas y me pareció que el cabello algo más corto le sentaba bien.

—La dejo aquí —puso la blusa sobre un sillón—, cuando estés listo me avisas.

¿Sería ella quién me haría la prueba? La idea me inquieto.

—¿Sólo estás tú?—pregunté. Comenzando a desabotonar mi camisa, para ocuparme en algo que no fuera mirarla.

—Sí —me respondió cortante cuando la miré.

Había algo profundamente insano en estar aquí ahora mismo, por un momento pensé en irme, olvidarme de la dichosa blusa y de Juliette. Era evidente que no quedaba nada entre nosotros.

—Ya está —dije. Unos minutos de pruebas, me iría y esperaba no volver a pisar esta tienda nunca más.

—Enseguida —le escuché responder.

¿Así atendería a todos los que venían?

Probablemente sí, fue la respuesta que se gestó en mi cabeza. Me erguí frente al espejo, terminando de abotonar la blusa. Pensé en atarme el lazo superior, pero un Bill oculto y perverso que sabía que existía dentro de mí, no me lo permitió, dejaría que Juliette lo viera.

Apareció tras las persianas, pero esperé a terminar con el último botón antes de mirarla y hablarle.

—Debería ir...

—Entallada —terminó la frase por mí.

La sensación de dejavú fue tan fuerte que tuve que mirarla de inmediato a través del espejo. Sus ojos se fijaron en los míos y nuevamente la vi ahí, a la Juliette que había enterrado en mis recuerdos, la que me parecía tan hermosa.

—Bueno —habló desviando la mirada—, comencemos.

—Sí —fue todo lo que pude responder.

Adopté la postura adecuada para la prueba e intenté evitar mirar a Juliette, que comenzó a trabajar con más cautela de la que nadie había tenido nunca conmigo. Una fuerte sensación de ansiedad se apoderó de mí al tenerla tan cerca. Podía notar como mi corazón se había acelerado, al menos esperaba que ella no lo notara. Parecía sumergida en su labor.

La observé a través del espejo, no podía decir en realidad si notaba algún cambio en ella, era evidente que el tiempo había pasado, pero también para mí.

¿Qué había sido de su vida? ¿Estaría aún con Richard? ¿Se habría casado con él?

Miré su mano, al menos no había ningún anillo a la vista y aquello me consoló tontamente. A mí no me importaba si se había casado.

—¿Trabajas aquí hace mucho? —le pregunté.

Ella no respondió de inmediato, quizás era una estupidez querer conversar y enterarme de su vida, seguramente era una gran estupidez tener de improviso tantas preguntas sin respuesta rondando mi cabeza.

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