Capítulo 17

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Capítulo XVII

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—Hola nena ¿Qué tal Luxemburgo?...

Me costó encontrar mi propia voz, creo que tenemos un extraño sentido de autoprotección ante el dolor y que nos evita encajar una realidad dolorosa de inmediato, pero que no es capaz de protegernos permanentemente.

—Juliette, no puede ponerse ahora —contesté, no sin dificultad.

—¿Quién eres? —me preguntó y el corazón ya se me había disparado. Podía notar en el tono de su voz, la respuesta a la pregunta que había en mi mente aún sin responder.

—¿Quién eres tú? —le dije sintiendo como me palpitaba la sien y el cuerpo se me tensaba.

—Richard, su novio.

No supe que responder y le di al botón de cortar. La voz de ese hombre parecía tan segura, tan alegre de que Juliette respondiera, que no hubo lugar en mí para la duda. En ese momento ella salió del baño y yo iba experimentando la irá que crecía dentro de mí, podía notar como los músculos de mi rostro se tensaban. Me miró y su expresión pasó de la despreocupación a la inquietud.

—¿Qué pasa? —me preguntó.

¿Qué pasa? —ni yo mismo podía encajarlo aún.

Le extendí el teléfono, sabía que la llamada ya estaba cortada, pero que más me daba ya.

—Te llama Richard... tu novio —le dije con la voz envenenada y endurecida, una voz que no había tenido jamás con Juliette y podía notar como las palabras me rasgaban la garganta.

Se quedó mirándome y pude notar la palidez que comenzaba a cubrirla. Hacia un momento, cuando había entrado en ese baño, se veía tan feliz y llena de vida ¡Cómo podía estar pasando esto!

Movió su mano para recibir el teléfono y cuando estaba a punto de tocarme sentí pánico ante el roce de sus dedos, no quería que me tocara, no quería que lo hiciera nunca más. Así que arrojé el teléfono sobre la cama y en ese mismo instante comenzó a sonar nuevamente.

—Te puedo explicar —escuché que dijo.

Yo estaba desesperado por encontrar algo de ropa que me pudiera sacar de esa habitación, el aire ahí dentro me estaba ahogando y la irá me estaba quemando con tanta velocidad que tenía miedo de lo que yo mismo podía llegar a hacer. Juliette camino hacía mí y yo no podía tenerla cerca, no quería mirarla, no quería oírla, no quería escucharla ni siquiera respirar.

—Yo no quería —su voz me dañaba los oídos, la misma voz que tanto he amado.

Y el maldito teléfono no dejaba de sonar, recordándome con Durch den monsun, que ironía, que su novio la llamaba.

— Yo te quie...

—¡Contesta el maldito teléfono! —le grite con desesperación. No podía oír de su boca un te quiero más.

Tenía que salir de ahí o de lo contrario la dañaría, porque en este instante sentía que tenía que destruir todo lo que era Juliette para mí. Así que la dejé, hui de la misma habitación que momentos antes había sido un templo de amor para mí. Miré a través del pasillo y pude ver a Tom que estaba de pie fuera de su habitación. Me miraba y supe que él me esperaba, de alguna manera extraña lo había sentido y estaba seguro que no había sido mi grito. Caminé hasta él, mientras los ojos se me iban nublando por las lágrimas y me dejó pasar sin decir ni media palabra. Me dejé caer sobre la cama, hundiendo el rostro en la almohada y ahí me quedé, lloré hasta que me cansé y cuando tuve que hacer a un lado la almohada, para no ahogarme, ahí estaba Tom junto a mí con una caja de pañuelos de papel que agote casi por completo.

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