Capítulo 5

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Capítulo V

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Varios días habían pasado desde aquel café con Bill y aún no podía convencerme de que hubiese sucedido, así como tampoco lograba olvidar la forma en que había tomado mi mano antes de separarnos. Me miró y sus ojos estuvieron a punto de paralizarme, parecían capaces de leer todo dentro de mí.

—¿Puedo llamarte? —preguntó y su voz contenía un matiz delicado y aquella nota ligeramente desgarrada, que siempre me hacía contener la respiración de forma casi instintiva. Mantuvo los labios ligeramente separados, luego de su pregunta y no pude evitar intentar humedecerme los labios, como si me preparara para un beso.

—Claro —respondí casi en un suspiro y sentí su pulgar quemando mi piel, deslizándose y rompiendo mis defensas, con una caricia tan inmensamente íntima que estuve a punto de sollozar.

—¡Juliette! —miré a Richard junto a mí e intenté aclarar mis ideas— Te he hablado ya tres veces ¿En qué mundo de fantasía andas?

Me quedé en blanco ¿Qué podía decirle?

Sus ojos y el gesto de sus cejas me instaron a responder.

—Lo siento —atiné a disculparme, aún con media consciencia puesta en mi recuerdo y con la sensación del pulgar de Bill, quemando la piel de mi mano.

—Estas muy distraída ¿No? —me dijo inquisitivo.

—No más de lo habitual —sonreí, intentando quitarle importancia al asunto.

Dejó descansar su mirada de investigador, un poco más en mí. Yo puse mi mejor cara de dulzura.

—¿Qué te pido para beber? —habló finalmente.

—Agua, sólo agua —seguí sonriendo. Para ese momento, sentía que la sonrisa se me iba a quedar plasmada, para siempre en el rostro.

—Bien —respondió, antes de alejarse.

Observé a Richard retirarse. Llevábamos juntos tanto tiempo que estar con él era lo usual, era como el sol que sabías que estaría ahí cada día. Quizás por eso, tenía este pequeño sentimiento de culpa. El mismo que me había invadido cuando entré al bar el día de su cumpleaños y él se puso en pie, para recibirme.

—Hola nena —me había saludado, sosteniendo mis hombros y dejando un beso conocido en mis labios. Poco después le entregué el regalo que tenía guardado y que sabía perfectamente que le iba a gustar y que mi amiga Mary me había pasado, sin que nadie lo notara. Sin embargo, el momento en que la culpabilidad me había golpeado de lleno llegó cuando Richard habló con todos los amigos presentes de nuestros planes. Planes que parecían tan lejanos, para mí en ese preciso instante.

—Juliette y yo, hemos decidido tener un hijo —anunció y me sentí angustiada de pronto, mientras todos a mi alrededor hablaban alegremente. Richard me abrazaba por encima de los hombros, pegándome amorosamente a su costado. Mary me miró con los ojos muy abiertos y una clara pregunta en ellos.

El sonido de mi teléfono me alejo de aquel otro recuerdo. Richard se acercaba con nuestra comida. Creo que presentí, sin saber cómo, que me encontraría con Bill en la línea, aunque no sabía su número.

—¿Si? —pregunté

—¿Juliette? —insistió, como si dudara de que fuese yo. Richard estaba a pasos de mí.

—Sí —le aseguré, intentando que el tono de mi voz no reflejara la emoción que estaba sintiendo —. Te llamo en un momento.

Esperé su respuesta.

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