Capítulo 22

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Capítulo XXII

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Nada me preparó para escuchar la voz de Bill tras de mí mientras acomodaba un maniquí.

—Hola —dijo.

Me tambaleé como una muñeca de trapo cuando lo miré para convencerme que no era una mala pasada de mi mente y él estaba ahí, logrando sostenerme de una barra de percheros que fue lo primero que encontré.

—Qué susto —alcancé a suspirar mientras bajaba de la pequeña escalera. Cerré los ojos antes de atreverme a mirarlo.

—Hola —respondí como haría a cualquier persona que entrara a mi tienda. Incluso con un poco menos de entusiasmo.

—Lamento el susto —me dijo. Su voz tampoco sonaba especialmente emociona, quizás cordial.

¿Qué diablos venía a hacer aquí otra vez?

—No pasa nada —le dije—, eso es algo que no debería estar haciendo ahora que puede entrar alguien —hablaba más de lo debido a causa de lo nerviosa que me sentía.

Noté que traía una bolsa de la tienda.

—¿Algún problema con la blusa? —le pregunté diligente. Al menos estábamos en mi campo.

—Sí —respondió extendiendo la bolsa que tome con todo el cuidado que me fue posible, para no tocarlo.

Caminé con ella hasta el mostrador, esperando que los tacones que me había puesto hoy, no me traicionaran.

—¿Quieres devolverla?—le pregunté en cuanto la extendí sobre el mostrador.

Rogaba porque sólo viniera a devolverla y esperaba mantenerme de una pieza hasta que se fuera. El corazón me latía trastornado y no estaba segura de cuanto más aguantaría.

—No —respondió y sentí como si se me cayera el techo encima—, me gusta, creo que podrían ponerle alguna pinza.

Comenzó a explicarme moviendo sus dedos encima de la tela. Yo sólo podía mirar su mano tatuada, recordaba haber pensado en el dolor cuando vi que se había hecho aquello años atrás. Al menos me servía enfocarme en ella y evitar mirarlo, temía que pudiera leer las incontables emociones que ahora mismo experimentaba.

—Tendrías que probártela — le dije.

Sólo entonces lo miré, me sentía como si estuviese caminando por propia voluntad a la sala de ejecuciones.

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"En la red de mi música estás presa, amor mío, y mis redes de música son anchas como el cielo. "

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—Probármelo —repitió.

Quería enterrarme ¿En qué estaba pensando cuando dije eso?

Probablemente había sido la reacción automática, lo mismo que habría dicho a cualquier persona que entrara en mi tienda con el mismo problema.

—Bien —respondió mirando a su alrededor en busca del probador.

—Por ahí —le indiqué.

En el momento en que se giró, respiré profundamente, necesitaba calmarme si quería ser capaz de comportarme profesionalmente con él. Miré hacia la entrada de la tienda, no había nadie.

¿Bill venía sólo?

Creo que en ese momento no fui capaz de concluir la razón de aquello. Cuando alcancé a Bill en el probador, moví las cadenas que cerraban las persianas.

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