Capítulo 37

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Capítulo XXXVII

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Me encontraba sólo en la penumbra, el humo del cigarrillo rasgaba suavemente mi garganta y yo lo dejaba penetrar. No estaba seguro de cómo había llegado a este punto, todo había sucedido con tanta rapidez, tan sólo cuarenta horas antes me encontraba en casa de Juliette, riendo con su sonrisa e iluminando mi mañana con sus ojos, pero me bastó llamar a Tom para que todo cambiara de rumbo.

—Hola Tom.

—Al fin ¿Sabes que no has llegado a dormir a tu casa? —me respondió. No pude más que reír ante lo absurdo de su reclamo, me sentía alegre y no podía dejar de mirar a Juliette.

—Claro que sé que no dormí en casa, estoy con Juliette —abrí los ojos con diversión, para compartir con ella la graciosa situación.

—Y mientras tú estás con Juliette, Caro se ha ido a Los Ángeles —me contó.

Entonces ya no me pareció tan gracioso, dejé de mirar a Juliette, no quería hacerla participe de esta situación de mi vida, que sólo me pertenecía a mí y que yo debía solucionar.

—¿Hoy? —pregunté.

—Claro, cuando vio que no llegabas en toda la noche, y claro, no respondías tu teléfono —se quejó.

—Bien, me iré de inmediato.

Corté la llamada y volví a mirar a Juliette, podía ver la preocupación en su rostro, que se acentuó cuando le pedí su coche. Me quedé esperando a que regresara con las llaves y no quise moverme del lugar, en este momento sólo tenía que preocuparme Caro y lo que iba a decirle.

—Alguien te lo traerá —le dije, recibiendo las llaves que me entregaba solicita.

Notaba como se iba desvaneciendo la hermosa noche que habíamos pasado, pero los sentimientos seguían ahí, sólo los estaba dejando descansar hasta que regresara, porque regresaría.

—Tranquilo, ya me arreglaré —me dijo, manteniendo cierta distancia.

—Despídeme de los chicos —le pedí, ahora mismo no era momento de explicaciones.

—Se molestarán por no ver a Tom —me sonrió tímidamente, en sus palabras se filtraba lo difícil que se le estaba haciendo a ella también.

—Ya vendrá... —le aseguré, intentando animarla.

Me di la vuelta para irme de ahí, tenía que solucionar mi vida antes de volver a ella. Abrí la puerta, pero no me pude salir simplemente, volví y la besé, quería llevarme el sabor de su boca y no la sensación fría de un adiós, anhelaba que ese beso le pidiera por mí, que me esperara, porque quería volver. La miré, sus ojos buscaban ansiosos dentro de los míos, le acaricié la mejilla y le hablé con todo el sentimiento que poseía.

—Pase lo que pase, no olvides... que te amo.

Cerró los ojos, sabía que me comprendía, me miró luego y su gesto me lo confirmó. Me despedí de ella con la firme idea de solucionar todo y volver a sus brazos, a su vida, pero no podía arreglarlo con los kilómetros de distancia que Caro estaba poniendo entre nosotros. Y mientras viajaba hasta Los Ángeles, intentaba encontrar las palabras para hablar con ella, pero no las había, cómo le dices a alguien que ha compartido tu vida que estás enamorado de otra persona, más aún, decirle que lo has estado siempre.

Creo que por primera vez vi con absoluta claridad lo que había sucedido entre Juliette y yo años atrás, el miedo que ella debió sentir y lo difícil que era poner las piezas en su lugar. Quizás entonces yo era demasiado idealista y soñador para comprenderlo, quizás la vida tiene su propia manera de mostrarte las lecciones que tienes que aprender, simplemente hay que mantener el alma abierta el tiempo suficiente como para comprenderlo.

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