Capítulo 27

73 11 0
                                    

Capítulo XXVII

.

Nos encontrábamos Mary y yo en mi tienda, llevaba unos días en los que le había dedicado menos tiempo del que necesitaba y aunque me habría encantado tomar un café con ella, estábamos terminando de cuadrar el inventario semanal.

—¿Así que no lo han hablado? —le pregunté a Mary, luego de su nuevo distanciamiento con Louis.

—No —se encogió de hombros— y no creo que haya mucho que decir —agregó.

—Lo siento Mary —le dije con afecto—, pensé que al final se consolidaría su relación.

Mary me dejo ver un gesto algo entristecido, pero de inmediato cambio a una sonrisa.

—No lo sientas —dijo ya alegremente—, ahora soy más libre que nunca y ya he echado las redes al mar nuevamente —me guiñó un ojo.

La miré fijamente, siempre me sorprendía la capacidad de Mary para rearmarse a sí misma frente a las circunstancias.

—Ahora te toca a ti —me anunció. Dejé de mirarle y me moví hacia unas prendas que me faltaba etiquetar.

—¿No sé qué quieres que te diga? —pregunté.

—Me estás esquivando ¿Tan grave es? —me dijo con ese tono suyo como si dijera: hija te conozco como la palma de mi mano.

Yo sabía que me conocía así de bien.

—No te esquivo —me encogí de hombros—, es sólo que no sé cómo empezar a explicar lo que ha pasado.

—Comienza por contarme, cómo es que Bill irá por los niños a la escuela —me dijo.

La última vez que habíamos hablado por teléfono, le conté que Bill y yo habíamos acordado que iría un par de días a la semana por los niños. Comencé a explicarle a Mary que aquel día me sentía especialmente nostálgica, quizás era la época del año que solía ponerme así, algo melancólica o quizás simplemente extrañaba el lugar y los recuerdos que había en él.

Había logrado escaparme de la tienda esa tarde, Sophie se encargaría de todo y si no empezaba a confiar más en ella, jamás tendría un respiro. Casi sin darme cuenta, los pasos me habían traído al Planten un Blomen, era un sitio lleno de buenos momentos, la mayoría en compañía de mis hijos, pero cuando llegué junto a la laguna rememoré en detalle ese único momento que había vivido con Bill. Recordé el lugar, su presencia junto a mí que siempre me resultaba cercana, atrayente y hermosa, Bill era mi sueño por entonces. Recordé el frío de aquel día, incluso más intenso que hoy y el modo en que él se había quitado su bufanda y me la había dejado.

Me llevé la mano hasta el cuello y oprimí la tela de aquella misma bufanda que se había pasado años envuelta en un trozo de tela en el fondo de un cajón de ropa. Luego me metí las manos en los bolsillos del abrigo y me quedé ahí observando la laguna y preguntándome ¿Qué habría pasado si le hubiese contado a Bill sobre los niños?

Los "y si..." que nos condicionan la vida.

Sabía cómo Bill amaba su carrera, su sueño y comprendía la transformación que sufría cuando subía a un escenario. Lo presencié, en ese momento no le temía a nada y yo no había sido capaz de privarlo de aquello, quizás era absurdo pensar que una cosa fuese excluyente para la otra, pero él sólo tenía veinte años.

.

"Siempre serás sagrado para mí, muero por nuestra inmortalidad. Mi mano, desde el principio

sobre ti, yo creo en ti. Siempre serás sagrado para mí"

.

Alguna vez me pregunté si me arrepentía de todo aquello y aunque sabía que había sido un doloroso amor, volvería a impregnarme de él.

SagradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora