Capítulo 10

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ISABELLA

El siguiente día Dante propuso que había que hacer algo y yo le lleve a lo único que no haría en toda su vida.

-no todo menos eso.

-vamos te divertirás.

-ni loco, me duele solo vine aquí porque necesitaba una cama blandita, no me quiero mover me tendrás que llevar arrastrado.

-¡mama Dante no quiere ir al salón de belleza conmigo! Le grite a mi madre que estaba en la cocina

-¡si no va no le dejare entrar aquí!

De insistir tanto acepto, fuimos una peluquería que hará historia en su vida.

-tiene que ser una broma. Dijo Dante.

Era una peluquería donde había una mujer corpulenta afroamericana, donde la mayoría de mujer iba por su forma peculiar de atender a las personas. Cantando.

El salón estaba lleno y tocaba esperar turno. Dante veía a la mujer cantar a todo pulmón, una canción de IL DIVO una agrupación de ópera. Su voz era genial pero si tenías la mala suerte de estar en la silla tus odios retumbaban.

-si me le dices que me haga trenzas cantare todos los días.

Dante canta horrible.

-esta vez no.

Dante le lavó, secaron, aplancharon el cabello y si lo mirarías de espaldas pensarías por un momento que es una mujer.

-¿y ahora?

-necesitamos un esmoquin

Fuimos a su casa a revisar su closet y encontramos varios y me gusto uno negro de dos botones.

-¿A dónde me llevas?

-Ya lo sabrás

Tomamos el transporte público y llegamos era el cementerio el rostro de Dante cambio una vez que se dio cuenta a dónde íbamos.

Caminamos por las tumbas Dante era muy curioso y veía sus nombres y las fechas. Cuando llegamos a la de mi padre él, se comportó como un asiático, con mucho respeto, yo me senté a hablar con mi padre y Dante solo miraba de lejos.

-el problema de la muerte es que siempre los vivos sienten más que las personas, que ya no están Pensó.

Adorne la tumba de mi padre con flores de todo tipo y cuando me despedí de el vi como Dante quería decir algo ya sea en su voz o su mente pero no sabía que decir. Caminamos a un estanque de patos.

-¿recuerdas aquel juego? Le pregunte.

-hemos jugado tantas cosas que pueda que me equivoque de juego

-el que jugamos cuando nos conocimos.

-mentirnos

-si ese.

-quieres ver mis recuerdos o me dejaras ver los tuyos.

-esta vez los míos.

Dante cerro los ojos quería ver ese día el segundo día que pasamos. Salíamos de clase y con la excusa más tonta lo obligue a que me enseñara.

-oye tú. –le dije a Dante mientras caminaba de tras de él- ¿tengo problemas con filosofía me enseñarías debes ser muy bueno para eso?

-no. Dijo apretando el paso.

-si me ayudas te llevare un libro. Se detuvo.

-¿crees que me sobornaras con un libro?

-uno gordo y pesado.

¿y si compartimos una vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora