Capítulo 24

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Dante

A pesar que no fuera mi cumpleaños me sentía tan feliz de ese día, era tan perfecto por una extraña razón sentía que ese momento necesitaba ser recordado por alguna razón. Después me cada uno se fue a su habitación, el día siguiente como los demás, yo iba a su habitación donde reíamos, veíamos alguna que otra película o simplemente pasábamos un tiempo abrazados. Sabía que la política del hospital no permitía tal conducta con los pacientes y descubrí poco después que mi madre fue la que hizo que todo fuera posible. El doctor llego con más papeles a cada una de nuestras habitaciones, para decirnos que todos los exámenes no arrojaban una anormalidad. Una vez que nos dio luz verde para salir del hospital, los dos decidimos encontrarnos en el primer piso del hospital, y cuando la vi con su hermosa sonrisa y su cabello rojo que caía sobre sus hombros decidí correr y abrazarla, no me había importado que nos viéramos cada día, ni mucho menos que tuviéramos charlas interminables en nuestras mentes, fui tras ella como si la extrañara tanto, porque siento que la extrañare si esta en mis brazos. Mi cuerpo temblaba de solo pensarlo ¿será que pronto no estaré a su lado? ¿Será para siempre? Ella simplemente se retiró y me acaricio el cabello como si fuera un cachorro.

-¿vamos?

-vamos.

Salimos del hospital acompañados por mi madre, Anna y Angie. Ella tomo un taxi con Anna y Angie, yo tomare otro taxi con mi madre. Antes de irse sonrió y se despidió con un ademan de su mano. Se fue mire a mi madre y tenía una sonrisa de par en par.

-vamos a casa. Dijo ella.

-vamos.

Detuvimos un taxi y me subí a los asientos traseros, pude ver por la ventana como la nieve caía con lentitud, como si los cielos se estuvieran calmando. Entonces la escuche a ella.

-Te amo pensó. Ese te amo resonó en mi cabeza.

-yo también te amo.

Ese día era tan perfecto, que el sol pudo reflejarse con tanta intensidad por la nieve que las calles brillaban.

Llegue a mi casa y lo primero que hice fue tirarme en la cama mirar el techo y pensar.

-tóc, tóc estas allí.

-¿Qué quieres señor Dante? Pareces goma de mascar.

-por alguna razón me siento triste.

-¿así que eras tú el de la melancolía?

-no me culpes, no sé qué me pasa es como si todo fuera tan perfectamente triste.

-¿qué será?

-no lo sé, pero seguro debe ser debido a ti.

-ahora me hechas la culpa, no sé qué es lo que sucede señor Dante pero, hoy no pareces tú, los instintos de mujer sí, que te están afectando

-mierda lo olvide, debe ser eso.

-así que ese es el Dante más femenino, ¡qué lindo!

-¡cállate!

-te contare un secreto de mujer nosotras, sentimos esa nostalgia que sientes, cuando no estamos con la persona que queremos es como si, sintiéramos que quisiéramos estar durmiendo al lado de esa persona, abrazados es la necesidad de estar resguardada por esa persona.

-¿Cuánto leíste después de que no estuvimos juntos?

-¿Por qué?

-empiezo anotar esa forma literaria para responder preguntas.

-deja me dormir, tonto.

-seguro debe estar cansada. Pensé mientras miraba el techo de mi cuarto, me aburrí baje a la cocina por algo de comer y mi madre había preparado un postre llamado Natilla, es fácil de preparar pero era lo único postre que esperaba en toda la época del año, ya que solo lo compraban en navidad. Decidí salir un momento, estaba muy aburrido en casa, era una sensación de sofocamiento y algo de incomodidad. Salí y camine sin rumbo como de costumbre por las calles resplandecientes por la nieve, ya había caminado más de doce esquinas de mi casa mientras pensaba.

Si el humano compara sus sentimientos con lo que ve, el mundo en el que está el hombre será una infinidad de metáforas, que el hombre no puede ignorar. ¿Cómo un humano puede olvidar viendo sus sentimientos en todas partes?

La nieve caía, sentía esa nostalgia. Sabía la verdad todo lo que pasaría ahora en adelante seria el capricho de un dios, sé que moriré y sentía esa angustia existencial creo que ya era tiempo de escribir eso que me pedía aquel dios.

Después de mi caminata y mientras subía hasta mi cuarto y al ver el árbol de navidad, desde las escaleras, sentía un dolor en mi pecho.

-feliz navidad.

Subí a mi cuarto me pase toda la noche escribiendo en un diario que había comprado y que nunca use. Seguía escribiendo cuando ella me despertó.

-hola hay alguien ahí tóc, tóc.

-feliz navidad mi amor.

-feliz navidad mi vida.

-¿Qué harás hoy?

-hoy haremos a tu casa a cenar, eso me dijo tu madre por mensaje de texto.

-será que hoy me pongo ese delicioso traje, con ese gabán.

-sería algo exquisito verte así.

-y yo vería ese exquisito vestido rojo escarlata.

-no lo sé, tengo flojera de maquillarme.

-hombre.

Me pellizco.

-está bien, está bien ya empezare a cocinar.

-sabes me iré a bañar.

-no, no, no. Maldición, mis pensamientos de hombre otra vez.

-per-ver-ti-do

Baje a preparar toda la cena, a pesar de que era a penas la mañana tenía que hacer aseo. Cuando termine y todo quedo reluciente, me odia a mí mismo porque todo era una elocuencia más de mi instinto femenino.

A pesar de que le intente decir a Isabella que iba a morir pronto cada vez que le decía era como si se cortara la transmisión de una llamada, donde había un silencio.

-¿Qué intentabas decirme? Repetía una y otra vez.

No sentía mi melancolía, ni mi tristeza. Definitivamente era el capricho de un dios.

Ellas llegaron a la hora acordada.

-creo que no puedo decirle lo que pasara.- Dije en voz alta para mí.- Creo que este dios es increíble.

¿y si compartimos una vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora