Capítulo 7.

555 55 21
                                    

Y ése verde precioso que siempre ha denotado vitalidad, ése color tan vibrante que siempre recordaba a un fuerte bosque por explorar, ésas preciosas gemas, ahora se encuentran oscurecidas, apagadas y llenas de lágrimas, negándose a salir de un refugio penumbroso en el encontró un ápice de paz.

Axl limpió sus lágrimas nuevamente y terminó de arreglar sus rojizos cabellos frente al espejo, se  veía realmente precioso y provocador, como siempre, pero su cara; con su mirada denotante de  sufrimiento, no combinaba con el resto de su cuerpo.

Observó la lluvia caer afuera y chocar contra el vidrio de su ventana, el ruido era desesperante y le sacaba cada vez más lágrimas.  Dió media vuelta ignorando el caos natural y así quedando frente a sus enseres, echó una mirada a su antifaz rojo brillante que reposaba sobre su escritorio y mordió sus labios con desesperación; no quería ir, de ninguna manera con ése clima, pero se acercaba un nuevo ciclo de la universidad y debía pagar una gran suma de dinero para seguir con su estudios, faltaba poco para completarla. Además se sentía exhausto, no había dormido absolutamente nada y su angustia no le permitió comer algo, nuevamente estaba silenciandose  con el invierno.

Suspiró ruidosamente y lo agarró con hastío, estaba furioso de no poder terminar con ése infierno, un infierno que él mismo se había buscado.

Llegó al callejón que guardaba su secreto y después de darle una ojeada al lugar, para asegurarse de que estaba en absoluta soledad, sacó su identidad decadente, poniendo el objeto en su cara y ocultándose, una vez que éso ocurrió, ésa mirada solitaria y débil que tenía Axl, fue remplazada por una cautivante y ruda, escudándose del mundo y apoyándose tras el nombre de Magnus.

Salió del compartimiento antes de que pudiera ser descubierto y se abrazó al paraguas mientras buscaba un taxi que lo sacara de la lluvia caótica. Nadie estaba poniendo atención y éso lo llenó de comodidad.

—¿Vas a una fiesta de disfraces?— Exclamó el conductor una vez que observó la inquietante vestimenta de Magnus.

Él no se molestó en responder su pregunta, no le debe palabras a nadie, sólo dió la dirección de su destino y el resto del camino guardo completo silencio.

Bajó después de pagar y tomó una gran bocanada de aire antes de acercarse a la seguridad de aquella mancion. En ése lugar todos le conocían y cuando lo veían significaba que tenía las puertas completamente abiertas, sin preguntas, revisiones y retardos.

Dejó su paraguas y abrigo con una de las mucamas y luego caminó sólo, hasta el segundo piso, en el tiempo que llevaba yendo al lugar, se había aprendido el camino perfectamente y no necesitaba ayuda de nadie. Observó su cuerpo en uno de los espejos que se encontraban por los pasillos y arregló su cabello otra vez, tenía que lucir perfecto siempre, después de ello siguió con sus pasos tranquilos hasta encontrarse con las dos puertas blancas a las que había acudido incontables veces, el último mes.

Dió los tres toques rítmicamente como acostumbraba de acuerdo a la clave que ambos llevaban y adoptó una postura llena de confianza mientras esperaba, ni siquiera transcurrió el tiempo suficiente y Mr. Amitbert estuvo frente a el mostrándose deseable e imponente.

Nunca había saludo, a Magnus no le molestaba, las escasas palabras eran después del trabajo sucio y era Lambert queriendo conocer a su amante, pero éste siempre esquivando sus preguntas.

Hoy no es un buen día para el pelirrojo, sin embargo en su trabajo, él y sus sentimientos, no importan, es un simple objeto sexual en un juego perverso, sólo sirve para curar el desamor de los hombres; pero ¿quién va a curar las heridas abiertas de ése pobre hombre desdichado? Son besos y caricias que no desea, se siente obligado a mostrarse complacido, siempre a sido así; incluso olvidó la última vez que consumó un acto sexual por decisión y placer suyo, sin la obligación de hacer su trabajo, sólo por un acto de amor. Hoy está siendo difícil fingir, sólo está dejándole el trabajo a su cuerpo, su mente se haya perdida con el sonido de la tormenta, viajando a ésa noche traumática.

—Si no quieres aceptar sólo tienes que decirlo— Su voz no era en ése tono cálido que siempre usaba, sonaba molesto —Vete.

Y ahora el pelirrojo reaccionó con algo de pánico, estaba perdiendo el control y poniéndose en peligro, no debía salir en un día así, se lo había advertido muchas veces, pero se negó a escucharse.

No podía mostrarse novato, llevaba muchos años acostumbrado a esos tratos y no tenía derecho a sentirse vulnerable. Amitbert no dijo otra palabra, sólo se alejó para abrir la puerta a su invitado, para que se marchara y volviera cuando estuviese dispuesto a complacerlo. Magnus quería llorar, sus sentimientos no estaban bajo su control, no cuando la lluvia azotaba con tanta fuerza y le ponía en ése estado decadente, pero también sabía que no podía irse, porque una vez que lo hiciera, su ego y orgullo no lo dejarían volver, por más que necesitara el dinero, se obligaría a no traicionar su palabra. Así que hizo su esfuerzo más grande y terminó de sacar las pocas prendas que vestían su cuerpo, dejandole en claro que, Magnus nunca rompería su promesa y siempre sería su reina erótica.

Finalmente el trabajo estuvo hecho y Amitbert recostó su cuerpo extasiado, encendió un cigarrillo y fue lo último de lo que Magnus fue testigo.

Él acababa de romper una de sus reglas de oro —por ningún motivo quedarse a dormir con el cliente—;  pero su cuerpo no daba para más y no respondió después del orgasmo. Sólo se hundió en un sueño reparador, dándole un descanso a su existencia, olvidando todo su cáncer.

Él muchacho le daba la espalda y una vista preciosa, se sentía mal por haberlo tratado sin empatía, pero era conciente de que no podía controlarse con él, necesitaba tenerlo y justo hoy se veía más enfermo, sabía que no era físicamente y por ello creyó que quien sea que esté tras de Magnus, se enceraría para cumplir con su trabajo.

Está perdido por ése pelirrojo desconocido, enamorado de cada parte de su ser, queriendo sanar sus heridas y sacarlo de ése caos, pero él se considera una estrella diminuta, en el gran universo de Magnus y cree no poder hacer cambios en ése ser tan inestable.

Cuando Adam creyó que su amante se iría dejándole ése disgusto insípido de despedida, éste se dió media vuelta y puso su cuerpo en una posición más cómoda, tenía los ojos cerrados y la expresión que el antifaz dejaba ver, era de tranquilidad; se había quedado dormido, por primera vez en todo el tiempo que llevaban frecuentandose, Magnus había quedado rendido a su lado.

Lambert  tomó su mejilla para asegurarse de aquello y no recibió reacción alguna de su amante, entonces supo que era su oportunidad para conocerle rostro por completo y terminar con ésa curiosidad que le mantenía adicto a él.

🌈Rainbow.

𝐑𝐨𝐨𝐦𝐢𝐞; 𝐊𝐮𝐫𝐭𝐚𝐱𝐥. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora