Capítulo 13
El Camino del Conocimiento y el Miedo:
Al día siguiente, cerca del mediodía, Arturo telefoneó a mi discípulo. Él estaba atendiendo a un paciente en el consultorio y Arturo le leyó por teléfono, durante veinte minutos, y llorando por la emoción, una cantidad infinita de cosas que Estefanía había escrito la noche anterior. Entre ellas la concertación a una cita para ese día a las cinco de la tarde que según ella, fue acordada por nosotros. Qué divertido ver la expresión de mi discípulo mientras lo escuchaba.
Cuando Arturo colgó, mi discípulo llamó a su amiga y le comentó sobre la cita con total desagrado.
—¡Este Arturo está loco! —le dijo— Hace todo lo que le dice Estefanía y pretende que nosotros hagamos lo mismo. ¿Qué hacemos? ¿Vamos, de todos modos?
—Sí, vamos y vemos qué actitud tomamos después. —dijo Ella
—Bien, te paso a buscar—.
Allá fueron. Tuvieron que cruzar toda la ciudad por nuestra convocatoria de la cual nos enteramos por la llamada de Arturo, pues Sophia y yo no sabíamos que hubiéramos convocado a alguien.
Cuando llegaron, llamaron a la puerta. Arturo les abrió y les dijo circunspecto:
—"¡Despacio, la negra está escribiendo!"—.
Atravesaron toda la casa y salieron por la puerta trasera que daba a un patio. En una especie de habitación-taller que había en el fondo del terreno, cruzando un jardín, estaba Estefanía frente a una ventana. Parecía tener los ojos cerrados y mostraba una especie de sonrisa ferviente. Sostenía una lapicera en su mano y su cabeza algo elevada (para poder ver por las pequeñas hendijas que dejaban las pestañas si ellos se acercaban). Al notar la presencia de mis discípulos comenzó a escribir e hizo más evidente la mueca mística. Arturo la señaló lloriqueando con sus manos abiertas hacia arriba, y un único y pausado balanceo de brazos, para que ellos admiraran lo que Estefanía estaba haciendo.
Volvieron a cruzar el jardín y entraron a la casa dejando que aquella continuara con su tarea.
A pesar de ser la casa de Arturo cerraron la puerta de la habitación con llave para que Estefanía no entre en forma fortuita. Él puso a su compañera en hipnosis y nos contactamos; nos dijo:
—¡Bueno! ¿Vamos a empezar a desenredar este nudo? —Y Sophia manifestó
—Mientras ella escribe, charlaremos. Desatino, control. ¡Control, desatino! La mayoría de los hombres considera un desatino algunas cosas; pero ustedes deben comprender hoy, que deben vivir una vida desatinada, pero bajo control. ¡Ya aprenderán muy de a poco! Pero así será.
Vuestra amiga tiene un espíritu elevado y tiene recuerdos que son necesarios para esta vida. Ella escucha muy bien a sus guías. Perfectamente. Nosotros hablamos con ustedes; sus guías escuchan.
—¿Y entonces...? ¡Yo ya no entiendo nada! —dijo Él, a lo que mi compañera agregó
—Ella escucha a sus guías porque así debía ser. ¡A sus guías, no a nosotros!...
Quiero decirles que hace falta una persona más en su grupo. Esa persona reflejará en imágenes los mensajes.
—¡Beatriz! —dijo y yo acoté
—Puede ser... Recuerden que un hombre de Conocimiento debe ser tan claro como un cristal. Absolutamente transparente. Primero consigo mismo, y en consecuencia, con los demás. ¡Pero el tiempo se acorta! El tiempo es importante. Los tiempos, que son uno, que son todos. Pero recuerden: ¡es uno! ¡Uno solo! ¡El tiempo del "Intento"!
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"Charlas con Wilheim" (Libro 2do)
غير روائيEntre el final de La Casa de dos Puertas y lo que consideramos Laura y yo haber terminado de escribirla hubo un período en donde la confusión y el aprendizaje estuvieron en conflicto, más que nada en mí. Wilheim (que en realidad es Wilhelm pero como...