Capítulo 17
Martes 19 de Abril de 1994 —
Un mayor acercamiento al concepto de Amor Supremo:
Esto ocurrió dos días después de nuestra última charla. Les había dejado un mensaje escrito advirtiendo que era solo para ellos: debían ver y releer sobre el Amor Supremo.
Así lo hicieron buscando desde las primeras nociones que constaban en su libro y en las notas que habían tomado de todo lo que habíamos charlado después.
Al día siguiente los visitaron Beatriz, la hermana de mi discípula, con Sebastián, su pareja.
Investigaron, a través de la hipnosis, vidas anteriores como hacían con frecuencia y conocieron que Sebastián había estado compartiendo con ellos la vida de Axel y Xico en el Yucatán —esta vida figura en el libro "La Casa de Dos Puertas"— y que en esa oportunidad había sido una hechicera gorda, de nombre Machín, que vivía sola en la montaña. Era muy poderosa, y el chamán de Axel —que había sido Beatriz— le decía a aquella, que debía cuidarse de esta bruja porque manejaba a los pájaros y tenía mucho poder. Machín llevaba siempre una bolsa llena de plantas, hojas y yuyos.
Les encantaba encontrar a sus amigos en otras existencias, y descubrir qué personajes extraños eran. Por supuesto, a sus amigos también les maravillaba esa búsqueda.
Más tarde llegó Arturo. Con todos hice un juego como el que había hecho con Arturo y Estefanía la vez anterior.
Mi discípulo debía ver en los ojos de Ella y transmitir a los otros, a través de las manos, las sensaciones de aquello que viera. Para ello debían tomarse de las manos formando una rueda y mantener los ojos cerrados para ayudar a la concentración.
Después de unos instantes les dije que me gustaría saber qué vio cada uno y comenzó Arturo:
—Ehhh... Yo vi luz; mucha luz. Sentí mucha electricidad en la mano de Él... —lo interrumpí preguntándole cómo era esa luz— La luz era intensa nuevamente —dijo Arturo, y yo le volví a preguntar
—¿Te enceguecía? —a lo que Arturo contestó
—Era mucho más intensa que la vez anterior. ¡Mucho más intensa! Enceguecerme... ¡no sé si me enceguecía!, pero era, sí, muy intensa. Y tenía un poco de movimiento y filamentos, también.
—Bien, otro —dije y le correspondió el turno a Beatriz
—Yo vi una cerradura como la de una puerta y una llave. Y sentí en las palmas de las manos una sensación de hormigueo.
—¿Qué más? ¿Sentiste algo más?— le pregunté
—¡No sé! Una sensación de Libertad, de paz.
—Bien, otro —y Sebastián contó su experiencia
—Yo vi que estábamos en el campo y había muchos árboles, mucho césped verde, y estaba contento ahí. Estaba bien porque me sentía libre. Vi toda la Naturaleza.
—Sí, otro —y le tocó el turno a mi discípulo
—Vi el Amor Supremo. Vi todo a través de los ojos de Ella. Te vi, los vi; sentí.
Me invadía un calor muy especial. Me sentí feliz. ¡Reía! Y creo que eso es lo que transmití.
—Bien, ¿y vos? —a Ella
—Coincido plenamente con lo que acaba de exponer mi compañero. Es como si la descripción la hubiera hecho yo. —y entonces les expliqué
—Bueno, yo acabo de mostrarles digamos que, una pequeñísima, pequeñísima, pero pequeñísima parte de Es. De lo que somos, de lo que seremos.
ESTÁS LEYENDO
"Charlas con Wilheim" (Libro 2do)
NonfiksiEntre el final de La Casa de dos Puertas y lo que consideramos Laura y yo haber terminado de escribirla hubo un período en donde la confusión y el aprendizaje estuvieron en conflicto, más que nada en mí. Wilheim (que en realidad es Wilhelm pero como...