Capítulo 1

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La familia Katou, es una familia muy unida a vista de los vecinos y demás personas que los conocían. Eran conocidos por ser muy sociables y amigables, también amorosos con su pequeño hijo de dos años y medio. Más todo eso era una simple fachada, porque cuando estaban dentro de su casa, el pequeño hijo sufría abusos verbales. Y todo, porque su segundo género había sido omega. Nadie sabia con exactitud lo que se vivía en esas cuatro paredes más que Katou Haru.

Su madre, una beta, le recalcaba lo inútil que era e iba a ser cuando creciera. Lo feo que era y podia llegar a ser e inclusive, le decía lo mucho que lo odiaba. Y tampoco se necesitaba que su madre se lo dijera o recordara, ya que con tan solo una mirada que ella le brindaba era suficiente para saber cuanto odio cargaba hacia su persona. Claro, que el pequeño Haru no sabia el por qué su mamá le trataba así. No cuando veía a otros niños siendo abrazados y besados con amor por sus respectivas madres.

Su madre era de estatura baja, rasgos delicados, y su cabello marrón claro, al igual que el suyo, le llegaba a los hombros. El color de sus ojos era marrón oscuro, su figura era delgada, pero con los años iba engordando de vez en vez. Nunca llegó a entender como esos ojos tan cálidos, le miraban con tanto odio y rabia.

Tan solo era un bebé que no entendía lo que sucedía.

Su padre era alto, centímetros más alto que su madre. De cabello negro, lacio, así como el de su mamá y el. El color de sus ojos era oscuro como un hoyo negro que te absorbe. Era un hombre estricto y su madre le tenia miedo, mucho miedo.

Su padre, era un alfa respetado, le trataba con cariño. Siempre se ofrecía a bañarlo y a llevarlo a la cama en las noches para leerle un cuento. Había veces que le daba dulces por tan solo dejarse dar besos en la mejilla y sentarse sobre su falda.

No entendía, pues solo sabía que su padre le quería más que su madre en esos momentos.

Los abusos verbales siguieron hasta que cumplió los siete años de edad. A esa edad había aprendido hacer lo básico. Como calentar el arroz, adobar carne, calentar fideos, hacer sus asignaciones solo, levantarse solo para ir a la escuela. Como decir mentiras y repetírselas todos los días, día y noche hasta creer que estás eran ciertas.

También como automedicarse cuando estaba enfermo, pedir dinero en la calle para poder comprar algo de comer para subsistir el día o comprar algún útil escolar que necesitaba. Al menos su madre siempre se aseguraba de que sus ropas estuvieran presentables y no rotas o manchadas. Le daba lo más barato, lo cual no estaba mal, para que vistiera.

El aseo de la casa lo hacia el, y cuando estaban fuera, por más patético que sonara, aprovechaba para recibir abrazos falsos y vacíos de su madre. No le habían enseñado lo que esta bien o mal, pero el podía ya ver una que otra diferencia al respecto.

Aprendió a falsificar la firma de sus padres a escondidas cuando necesitaba entregar un papel de importancia en la escuela. No tenia amigos, pero sí bullies. Siempre le esperaban a la hora de salir de clases. Unos puñetazos aquí y unas patadas allá, en donde cayeran, no había preferencia alguna.

Entonces una tarde, después de la escuela, llegó a casa y su madre le recibió con una cachetada en su mejilla ya lastimada por sus bullies. Haru la había mirado con tanto asombro, que no se percato cuando su madre cogió una botella de alcohol, de las que estaba consumiendo, y la restrelló contra su cabeza; haciéndole encogerse y cerrar sus ojos para apaciguar el dolor.

— Debí de abortarte cuando tuve la oportunidad, que ingenua fui al pensar que podría amarte con el tiempo a pesar de eso. -sollozó y dejo caer el resto del vidrio roto al suelo- Te odio, haru. -murmuro-

Desde esa tarde, se había vuelto un muñeco sin alma. Se dejaba hacer tanto en la casa como en la escuela por sus bullies y madre. Su piel blanquecina como un lienzo sin puntura, se lleno de colores llamativos. Su madre le pegaba, y su padre aún le bañaba, y lo acostaba en su cama en las noches como cuando tenia dos años. Sin embargo, ya no le daba besos en la mejilla y dejaba que se sentara en su falda a cambio de dulces, ya no, ahora se metía a bañar con el, y los besos ya no se los daba en la mejilla, pero en su nuca, y hombros.

Sus manos viajaban por sus muslos y cuando se atrevió a dejarle saber si estaba bien lo que hacía, pero que aún si lo estaba, no le gustaba; su padre había usado su voz alfa en el y algo dentro suyo, hizo que inclinara su cabeza y sintiera mucho pavor ante la situación.

Había algo mucho más que solo los golpes de su madre y bullies que le causaba pavor y eran los toques de su padre sobre su piel y su voz. Nadie le había dicho que solo con alzar la voz podías sentir tanto miedo como lo sintió aquella vez. Sus padres nunca tocaron temas como el segundo género que todas las personas tienen.

Nunca supo que los betas y alfas eran los géneros más popularizados en el mundo. Ni que los omegas apenas formaban el diez porciento del sistema. Habían escuelas designadas para cada género, aunque betas y alfas podían coexistir en la misma escuela. Los omegas solo asistían a escuelas designadas a su género. En dichas escuelas sólo ingresaban cuando cumplían los 12 años.

A los omegas les enseñaban como debían comportarse, que hacer cuando venía el celo, como hacer el nido, que deberes pueden o no hacer, como satisfacer a su pareja, como liberar y contener hormonas. Habían clases de cocina, jardinería, masaje e incluso de maternidad.

Todas eran obligatorias.

A los betas y alfas le enseñaban combates cuerpo a cuerpo, lenguas e incluso cualquier carrera que deseen estudiar. No había limites para estos géneros en cuestión de enseñanza.

Los omegas solo podían realizar trabajos calificados de acuerdo a su género. Como trabajar en supermercados, centro de cuidos, de enfermeras (os), secretaria (o), jardinería, como sirviente de una familia para ricos, entre otros.

Si un alfa quiere reclamar a un omega o beta, pero este ya tiene un bebé de otro hombre (y el que lo marcó por casualidades de la vida muere o se desase del omega/beta), el nuevo alfa esta en todo su derecho de tomar al bebé o niño y matarlo para poder estar u oficializar la relación con dicho omega o beta deseado. Claro que el alfa puede ir al tribunal o juzgado y llevar a rastras al beta u omega con su hijo, y obligarlo a ver como los que imponen la ley ahí sacrifican al niño ante sus ojos. Cruel, pero cierto.

Tampoco importaba si estaba marcado o no. De eso, el segundo glande.

Todos sabían de esto, a excepción de Haru Katou.

Nota: Dependiendo de sí es bien recibido o no, iré subiendo los próximos capítulos. Espero que les haya gustado y gracias por votar.

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