Capítulo 7

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Habían pasado dos semanas y media desde que Yuu comenzó a recibir su tratamiento. Haru exploró cada rincón del apartamento y lo más que le encantó fue el gran ventanal de la sala de estar con vista al centro y demás rascacielos. Era hermoso para alguien como él que nunca había visto tal cosa. El joven alfa venia todos los días y eso a Haru le incómodo, porque el susodicho se la pasaba gruñendo a Yuu cada que podía. Aparte de eso, le trataba de forma indiferente y a Haru ya comenzaba a disgustarle el alfa. No entendía del por qué se ponía con esa actitud si Yuu no le hacia nada malo, es más ni le miraba.

Haru comenzó a pelar unas manzanas para Yuu, cuando escuchó la puerta de entrada ser cerrada. No necesito levantar su cabeza para ver quien era, ya que la persona que entró al apartamento se aseguró, como todos los días, de dejar en claro que él había llegado al dejar sus feromonas salir. Alfa dominante, a eso olía. Sintió su presencia en la entrada de la cocina y ojos perforarle su nuca, pero no se giró.

— Contraté algunas personas para que recorten tu cabello, limpien tus uñas, y escojan algo de ropa para ti. -le dijo y su lobo gruño en su interior al sentirse ignorado por el omega- Toma, es un regalo. -saco de sus bolsillos una cajita de tercio pelo de color negro y la coloco sobre la encimera, a un lado de las manzanas ya peladas-

— ¿Un regalo? -se limpió las manos y cogió la caja en sus manos para abrirla y ver una pulsera hecha de rubies y diamantes- Es bonita. -le miró y medio sonrió-

— ¿No te gusta? -frunció el ceño mientras miraba la joya y a Haru- La puedo cambiar.

Haru cerro la caja y se la devolvió a Daisuke antes de coger un plato y colocar las manzanas.

— ¿Esto también es caridad? -preguntó mientras recogía el reguero que hizo- ¿Por qué solo me mencionas a mi y no también a mi hijo? -se giró para mirarle a los ojos- Mi hijo no te ha hecho nada para que lo trates de esa forma. Es un bebé. -escuchó a Kambe gruñir y se echo para atrás un poco asustado- ¿Ves? Gruñes sin motivo alguno, mientras no lo trates con igualdad, no creo poder aceptar algo proveniente de ti.

Se fue con plato en manos a dónde se encontraba su hijo, quien ya le esperaba. Sin saber que el presente de hoy, era solo el comienzo de muchos otros como plan de cortejo. Kambe gruño y sus caninos salieron para posarse sobre sus labios. Suspiro para relajarse antes de dejar que sus caninos desaparecieran, le disgustaba que estos aparecieran cuando se alteraba. Así era cuando era pequeño, en especial cuando ocurrió lo de sus padres y no sabia como manejar sus emociones.

Volvió a meter la caja de tercio pelo en el bolsillo de su pantalón de vestir color negro. Fue a la puerta de entrada y la abrió para ver a las personas que le había mencionado a Haru, ahí paradas; esperando por alguna indicación.

— Pasen, pero que alguien de ustedes llame a otra persona para que traiga ropa de niño. -su ceño se frunció levemente y vio a estos asentir antes de dejarles pasar- Dos años, y no sé su talla de calzado. -avisó y entró después de ellos para cerrar la puerta-

Haru salió con plato vacío en manos y gruño, dejando su olor salir, al ver personas que no conocía. Kambe intervino y se las presentó e hizo que cada uno de ellos se presentara a Haru. Este ultimo medio sonrió, incómodo, y fue a lavar el plato a la cocina. Cuando regresó, Kambe lo sentó en una silla para que comenzaran a limpiarle las uñas y cortaran el cabello.

— ¿Y Yuu? -miró a Kambe con el ceño fruncido, pero este miró hacia el lado con sus brazos en ambos lados de su cuerpo y manos hechas puño-

— Ya llamaron y vendrán para atenderlo. -se marchó sin decir nada más-

La señora que estaba trabajando en sus pies, tenía fruncido su ceño y podía decir con certeza que el resto era beta a excepción de la joven omega que trabajaba en sus manos. El único chico de ahí trabajaba en su cabello mientras otra fémina sacaba diferentes tipos de ropa y zapatos para llevárselos a una de las habitaciones. Tiempo después, alguien toco a la puerta y Daisuke vino junto con otras tres féminas detrás de él. Una de ellas traía ropa y zapatos de niño consigo, y eso le hizo sonreír.

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