Capítulo 2

3K 432 244
                                    

Así continuó la tortuosa vida de Haru a sus siete años de edad. No solo recibía golpes de su madre y bullies, pero también toques de su padre. A pesar de ser abusado física, verbal y emocionalmente, mantenía buena racha en la escuela, nunca faltaba sin importar cuanto dolor sentía. Sin contar las tantas cicatrices que ahora adornan su delicado cuerpo. Haru era alto, a pesar de su corta edad. Su piel seguía siendo blanquecina, pero debido a los moretes que adornaban su cuerpo todos los días sin fallar, tenia varios colores pintorescos en ella. Como el azul, morado, amarillo, rojo y negro. Su cabello que una vez fue largo, ahora es corto con su color natural marrón claro y sus ojos color ámbar.

Cuando Haru Katou cumplió nueve años, su padre le violó, no una vez, pero en muchas ocasiones. Algunas veces fue en presencia de su madre y otras mientras el dormía, pero ni una vez su madre intervino. Ahí comenzó a dejar de ir a la escuela, cuando su padre no se detenía y seguía corrido, que lo dejaba lesionado que ni podía levantarse de la cama. Muchas veces se sorprendía cuando despertaba de la inconciencia y veía mucha sangre entre sus piernas junto con algo blanquecino. No tenia el conocimiento de lo que sucedía, solo sabia que no le gustaba y su padre le estaba lastimando.

Tuvo su primer celo a los once años. Recuerda que sentía mucho calor, sus palpitaciones eran erráticas, y algo viscoso salía de su orificio anal para descender por el interior de sus muslos. Su vientre se contraía y su cuerpo le pedía algo que no sabía. Terminó llorando por el dolor que sentía en su cuerpo, y sus padres no se encontraban en la casa en esos momentos. Se había dormido en su habitación del cansancio y el dolor, y cuando despertó, la curvatura derecha entre el hombro y cuello, donde yacía uno de sus glandes; había sido mordido. Los brazos que le rodeaban al despertar en esos momentos, eran los de su padre.

Lo había marcado como suyo.

A los doce años, salió embarazado y ni sabia que lo estaba. No obstante, sentía su cuerpo raro y cambiado en ciertas áreas. Su madre le sacó de la escuela antes de que entrara a intermedia y como ya por su olor se distinguía que estaba gestando una vida en su interior, los que vivían en su vecindario; comenzaron a esparcir y a crear rumores. Su madre molesta por dichos rumores, se fue a escondidas de su marido y le practicó un aborto a su hijo.

Su marido cuando se enteró enfureció, pero claro que su madre le echó la culpa a su hijo. Así que vio como su marido le daba la paliza de su vida a su propio hijo, ese que tanto odiaba. El pequeño niño terminó con cuatro costillas rotas y ambas piernas fracturadas.

— Espero que esto te sirva como advertencia a no actuar sin consultarme -su padre gruño y giro para ver a su mujer- y tú, es mejor que la próxima vez le eches un ojo. -le miro con desdén-

Haru sollozó y trato de incorporarse para dejar salir de sus finos y pálidos labios un gritó de dolor al su madre pisar una de sus piernas rotas. Sin cuidado le cogió en brazos y lo llevo a un veterinario amigo suyo, para no levantar sospechas.

Nuestro pequeño protagonista odiaba su vida, pero se repetía a sí mismo de que era su culpa y cuando se preguntaba ¿De qué era culpable? no encontraba respuesta alguna. Aparte de ser un muñeco sin alma, como llegó a pensar, se preguntaba del por qué aún seguía llorando, ¿Por qué sentía todo lo que sentía si era un muñeco vacío? Se refugió en su yo de niño, de por si no sabia nada y era ajeno a todo lo que pasaba.

Los maltratos, abusos y violaciones siguieron como pan de cada día para volver a salir embarazado a sus catorce años, pero antes de sus padres notar algo, Haru volvió al lugar que una vez su madre le llevo y pidió lo mismo, porque sentía los mismos síntomas de aquella vez (hinchazón en sus tetillas y pies, vomito, mareos, etc...). Fue un proceso rápido, y ese mismo día estaba ya en la casa cenando con sus padres como si nada hubiera pasado.

Cuando cumplió los quince años sus padres se percataron de algo en el omega, y el olor que desprendía dicho adolescente, lo confirmaba. Nunca le llevaron al doctor para confirmarlo, pero ya sabían de que se trataba.

Así que sin más preámbulos, lo echaron a la calle.

Aprendió a vivir en las calles con el tiempo y a la mala de que cada lugar en la calle, era un territorio de alguien en las noches. Primero fue vagabundo, luego ladrón, aunque solo lo hacia con las personas que cargaban muchas cosas brillantes (joyas), y cuando cumplió los diecisiete años; prostituto.

De dormir en las calles, pasó a dormir al lado de una lapida, en el cementerio. Un muerto diferente le acompañaba en las noches y al dormir se la pasaba "dialogando" con ellos, dependiendo quien era el que le acompañaba esa noche. Eran sus únicos amigos, aquellos que nunca le juzgarían o mirarían feo. A veces imaginándose llegar a "casa" y ser recibido con un plato de comida caliente, una cama o tener una sábana que lo mantenga abrigado en las noches como las de hoy. El dinero que recibía de sus clientes lo gastaba en los baños públicos para asearse, comida ligera (como alguna fruta o fideos instantáneos).

No entendía cuando sus clientes le decían que apestaba, cuando el se aseguraba de ducharse bien con anterioridad o las miradas raras que le dedicaban otras personas al pasar junto a el e incluso niños diciendo que huele "gracioso". Una noche, luego de haber estado sexualmente con uno de sus tantos clientes, ya cansado de ver esos dientes en su glándula y que sus clientes le dijeran que huele agrio y mandaran a bañar cuando ya lo había hecho, se arranco ambos glandes de raíz. Aún recuerda ese dolor. Ahora no tenía marca y nada para marcar, exceptuando unas feas cicatrices en ambos lados. En el tiempo que estuvo en las calles, nunca escuchó de sus padres y tampoco les recordaba en lo absoluto.

Así estuvo, vagando en las calles y vendiéndose a diferentes personas hasta sus 39 años que lo conoció a él.

A Soul Battle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora