2| Nunca te fíes de una perla

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Cuando el estrepitoso sonido que hizo la palma de una mano sobre la parte superior del piano hizo que detuviera su melodía, la muchacha supo sin necesidad de mirar la cara de su asaltante que se traía algo entre manos. Con una mueca llena de temor, alzó la mirada hacia la muchacha de cabellos negros que la miraba intensamente.

– Lo que sea que quieras: no – Dijo rápidamente antes de volver a teclear.

– Necesito tu ayuda – Dijo la muchacha con una gran sonrisa.

– Estoy ocupada. Ve con Attina – Ella rodó los ojos – Ella es quién resuelve los problemas, no yo. Yo los causó, ¿recuerdas?

– Tonta, no necesito que causes problemas o resuelvas problemas, pero he pensado que te gusta tocar mucho el piano, ¿no?

– Esta es la parte en la que te detengo y te digo que nada en este mundo hará que deje de tocar. El otro día Attina estudió para su examen tranquilamente con mi música, así que eso prueba que son ustedes las que no se pueden concentrar bien – Explicó calmadamente la muchacha con los ojos cerrados mientras tocaba las teclas suavemente.

– ¿Conoces el Club Marítimo?

– Uhm, sí, obviamente – Ella se burló mientras su melodía cambiaba de tono a una balada suave – Cualquier persona que no lo conozca es porque viene de fuera.

– ¿Recuerdas a mi amiga Perla?

– ¿La chica que solo se la pasa de fiesta en fiesta? Sí. Ella me asusta un poco.

– Su primo es gerente en el Club Marítimo – La pelinegra sonrió mientras se apoyaba contra el piano – y adivina qué, necesitan a alguien que toque el piano para el espectáculo de esta noche.

– Eso es una pena.

– ¿Eh?

– Conseguir a un buen pianista tan tarde no es sencillo – Murmuró la muchacha deteniendo su melodía. Alzó la mirada hacia sus partituras y escribió algo en ellas antes de recoger la taza de té que se encontraba a un lado sobre el piano, lejos del alcance de la pelinegra y luego bebió un sorbo antes de dejarla donde estaba.

– Oh, sí, eso mismo dijo el gerente. En fin, el caso es que Perla mencionó que causalmente mi hermanita menor es excelente con el piano y le ofreció un trato a su primo: a cambio de que tú toques ahí, nos permitiría entrar.

La pelirroja parpadeó antes de volver a posicionar sus dedos sobre las teclas. La sonrisa de Alana se había ensanchado mucho más que antes, tanto que era un poco espeluznante, pero al mismo tiempo Ariel podía sentir la emoción brincar a través de ella por cada fibra de su cuerpo. Su intercambio de miradas fue roto cuando ella cerró los ojos nuevamente y volvió a entonar su suave balada ignorando por completo a la chica.

– Whoa, tranquila, no te entusiasmes tanto.

– No, gracias. Aprecio la oferta, pero no quiero hacerlo.

– ¿Eh? Vamos, no puedes hablar en serio – Ella alzó las cejas sorprendida – ¿No decías que querías tocar ahí dentro?

– ¿Por qué tengo que ir yo para que tú puedas satisfacer tus necesidades?

– Porque es el Club Marítimo, es uno de los mejores lugares que hay por esta zona.

– Sí y también es ilegal que los menores entren – Ella dijo entre dientes.

– No me digas que vas a ser responsable ahora.

– Tengo que serlo si no quieres serlo tú. Eres la mayor. Además, el Club Marítimo no es tan espectacular como tú piensas.

Melodía del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora