3| Bajo la luz de la luna

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Ariel observó el reloj que se encontraba en la pared con una mueca, faltaban solo diez minutos para las diez de la noche y realmente comenzaba a preocuparse cuando Alana no había vuelto al camerino como había prometido para que pudieran volver a casa. Una parte de ella quería ir en busca de ella y arrastrarla de regreso a casa, pero cuando había llegado al comedor, se había detenido ahí con una mueca incomoda. Podía ver a su hermana mayor sonreír y reír con el muchacho, un ambiente cómodo y romántico en cierto sentido los rodeaba, lo que hacía que ella no quisiera romper ese ambiente recordándole a la chica que tenían diez minutos para volver a casa.

– Tal vez deberíamos irnos nosotros dos.

– Pero no puedo volver sin Alana.

– ¿Quieres interrumpir su cita?

– No...

– ¿Entonces?

– No lo sé – Ella dejó escapar aire pesadamente.

Apoyó su mano en la pared echándole un vistazo rápido a las personas que se encontraban cenando y entre la multitud, algunos bebían y otros comían, otros simplemente conversaban. Ella se estremeció nerviosa mientras desviaba la mirada.

Odiaba el Club Marítimo.

Ese ambiente de juez que había era molesto. Aquel era un espacio en el cual ella nunca tendría un lugar, eso lo sabía perfectamente cuando fue ahí por primera vez con Sebastián.

Esa sensación, sus manos temblando ante su petición, la mirada indignada del dueño y del público. Ariel nunca le había contado a nadie la experiencia ahí porque para empezar en su familia no había nadie interesado en la música así que tampoco sabía si contarlo o no y de sus amigos solo Flounder lo sabía. Sebastián le había asegurado que la razón por la que la había llevado ahí no era sino la misma por la cual se sintió de esa forma. Él quería que ella viera algo aterrador, algo que si no fuera porque su protector se lo explico ella pudo haber quedado traumatizada. No es que hubiera sido algo grave, solo fue una experiencia desagradable, pero la comprendía bastante si lo pensaba bien.

Y nuevamente, la hora en la pared le hacía temblar. Por una vez en su vida, romper las reglas no era su culpa. No sabía si reír o llorar, francamente.

Ella vio a Perla dirigirse hacia la barra de bebidas y tras dudar unos momentos se acercó a ella rápidamente con el muchacho siguiéndola. Toco su hombro antes de dirigirle una sonrisa al muchacho que la estaba acompañando, Perla sonrió alzando las manos y rodeándola por los hombros.

– ¡Oh! Esa es mi chica – Ella dijo con una sonrisa – Esa actuación fue... esplendida, la mejor que haya escuchado.

Ella hizo una mueca antes de mirar por su hombro hacia donde su hermana se encontraba.

– Perla, le he enviado unos mensajes a Alana, pero no me responde. Se supone que debemos estar en casa a las diez.

– Sí, ella mencionó algo por ese estilo, pero no puedo hacer nada – Se encogió de hombros – Hey, te presento a Bill. A él le gusto tu actuación.

– ¿En serio? – Alzó la ceja.

– Sonaba bien, pero algo extraña, como si intentaras cambiar algunas notas.

– ¿Estudias música?

– No, pero frecuento lugares como este.

– Oh – Ella hizo una mueca. Todo el mundo era crítico, ¿verdad? – De todos modos, Perla...

– Escucha, dame una media hora más y luego iré a por Alana, ¿sí?

– Pero papá dijo...

– Ariel, eres mejor que esto, ¿verdad? Te gusta divertirte y puedes hacerlo – Ella sonrió con calma – Relájate, bebe algo y aprovecha esta oportunidad única en tu vida.

Melodía del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora