23| Los recuerdos de la familia real

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El silencio que rodeaba todo el salón familiar había sido roto repentinamente por una suave y delicada melodía. La chica, que en esos momentos mantenía sus ojos cerrados mientras sus dedos danzaban por las blancas teclas del instrumento que tanto amaba, hizo una mueca con las cejas, molesta por "tap tap" que provenía desde el corredor, al otro lado de la puerta que separaba habitación con el resto del castillo. Mas, a pesar del molesto sonido, sus dedos no cedieron a la presión de otro sonido que luchaba por hacerse escuchar.

La melodía comenzó a volverse más agitada y resonaba con más fuerza por toda la habitación, el sonido envolvía todo lo que rodeaba la habitación y a la misma joven. Quería hacerse oír, quería ser más importante que el tap tap que hacía eco desde fuera y desde luego no planeaba perder contra nadie. Pero ese tap tap era insistente y cuando un sonido grande, algo chocando contra otra cosa, un brutal golpe, hizo que el piano dejará de sonar, la melodía que había ganado fuerza propia no pudo evitar sentirse frustrada por perder la pelea, aunque la batalla no estaba terminada aun.

– ¿Por qué insistes en interrumpirme? – Ariel frunció el ceño, sin voltear a mirar hacia quien acababa de azotar la puerta del salón familiar para irrumpir en la habitación.

– ¿De qué estás hablando?

La chica rodó los ojos. Volvió a posicionar sus manos sobre las teclas y lentamente comenzó a tocar una melodía suave, con agilidad moviendo los dedos sobre las blancas tablas del instrumento.

– Papá viene en camino – La voz de Andrina, que anteriormente había sonado confusa y calmada, se encontraba escapando de su boca con un tono alterado y asustado.

Ariel miró a la chica con sorpresa y repentinamente dejó de tocar, la grabadora que en esos momentos se encontraba sobre el piano, fue lanzada por la ventana (y a Aquata pareció no hacerle gracia, porque desde la piscina emitió un fuerte «¡Hey!»). Andrina se movió rápidamente por la habitación hacia donde se encontraba el televisor encendido, repasando algunos vídeos viejos y caseros que la familia real había guardado con los años. Ella apagó el televisor y luego, en un momento de pánico, arrojo la máquina de vídeo por la ventana al igual que su hermana menor había hecho con la grabadora (Aquata volvió a quejarse desde afuera) y las dos chicas escondieron rápidamente todos los casets que habían tenido sobre la mesa (en todos los lugares posibles: tras el florero, debajo del sofá, detrás de las escaleras, en los muebles, dentro del piano). Finalmente, tras tanto moverse, Andrina se dejó caer sobre el sofá recogiendo una revista de emergencia que había preparado con anterioridad para cuando la necesitara, mientras por el contrario su hermana se quedó sentada en el piano, sonriendo nerviosa sabiendo que si intentaba tocar una sola nota, los casets que estaban escondidos dentro arruinarían la melodía.

Otros tap tap se hicieron oír y en pocos segundos, su padre se encontraba en el umbral de la puerta, golpeando suavemente con los nudillos haciendo que Andrina alzara la mirada de su revista y Ariel se volteara a verlo. No hacía falta decir que ambas estaban tan nerviosas que solo un ciego no podría saber que algo ocultaban.

– ¿Todo bien aquí? – Su padre pregunto mirando a ambas extrañado, claramente sabiendo que algo no estaba bien.

Las dos chicas, presas de los nervios, comenzaron a hablar al mismo tiempo, ambas en direcciones diferentes delatándose cada vez más. Mientras una decía que todo se encontraba bien, la otra se preguntaba por qué algo tendría que estar mal y cuando terminaban de responder, volvían a hablar y esta vez repitiendo lo que la otra dijo. El rey las miró con interés un momento y luego se aclaró la garganta.

– Está bien... – Arrastró las palabras, aun confuso – Solo venía a ver cómo estaba todo

– Perfecto – Ambas dijeron al mismo tiempo.

Melodía del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora