11| La puerta entre el dolor y el amor

21 2 0
                                    

– Podemos pasar a comer algo si quieres – Aquata dijo cuando salieron de la piscina municipal.

– No, me siento cansada – Ariel murmuró sin mirarla mientras frotaba su muslo derecho con su mano izquierda. Apretó la mandíbula antes de forzar una sonrisa hacia la mayor – Ve tú si quieres, volveré a casa.

Aquata la miró preocupada por un momento – Lamento si soné brusca hace unas horas atrás.

– No, es mi culpa – Ella murmuró – No lo quería escuchar.

– Ariel, no importa si decides no tocar el piano o volver a tocarlo, simplemente nos preocupa las razones por las cuales estás tomando estas decisiones – Ella dijo con calma – Queremos volver a verte sonreír.

– Lo sé – Ella asintió – Volveré a casa.

La muchacha la miró preocupada todavía mientras agarraba con fuerza la correa de su bolso que colgaba sobre su hombro. Abrió la boca para poder decir algo, pero nada salió de su boca.

– Saldré con unas amigas – Murmuró – ¿Estarás bien por tu cuenta?

La pelirroja asintió – Eric dijo que me acompañaría así que no te preocupes.

– Bien – Ella murmuró – Avísame cuando llegues a casa, ¿sí?

– Lo haré.

Eso fue lo último que Ariel supo de Aquata hacia casi diez minutos atrás. Ella y Eric comenzaron a caminar hacia el castillo a un paso verdaderamente lento, deteniéndose cada cierto tiempo. Ella resopló cuando se detuvieron por quinta vez en los siguientes veinte minutos. Se sentó sobre un pequeño muro cuando cruzaban un puente.

– Aún queda mucho camino – Eric murmuró mirando hacia el frente.

– Lo siento, debe ser molesto para ti.

– No realmente, más bien estoy preocupado – Él se cruzó de brazos – ¿Te duele la pierna?

– No es tanto doler, se siente más cansada que antes y – Se mordió el labio inferior – casi como si no pudiera soportar mi peso.

– Eso es porque estabas saltando en la piscina – Él la miró fijo, casi como si estuviera regañándola.

Ariel alzó las cejas mirándolo a la defensiva – Aquata estaba ganando y me deje llevar. No es mi culpa realmente.

El chico sonrió con amabilidad unos momentos antes de ponerse de espaldas a ella. Ariel parpadeó unos momentos viendo al chico posicionarse en cuclillas y luego mirar por encima de su hombro con una sonrisa.

Un ligero sonrojo se asomó por sus mejillas mirando al muchacho un momento. Vacilando ante la sorpresa. Una sonrisa se dibujó en sus labios luego.

– Realmente estoy molestándote – Murmuró con un tono suave mientras miraba al muchacho con una sonrisa dulce.

– Para nada – Eric sonrió dejando de mirarla – Vamos, arriba.

Ella asintió.

El camino de regreso se hizo menos pesado para ella, pero seguramente más pesado para él. Su estómago se revolvió mientras recargaba su mejilla contra la espalda del muchacho. El sonrojo hacía que su rostro se hiciera más caliente que antes y le daba vergüenza levantar la mirada hacia las personas que se encontraban por donde caminaban. Seguramente mirándolos, creando chismes y probablemente rumores que llegarían a los oídos de sus hermanas.

Ella necesitaba un milagro para que no sucediera.

– ¿Estás cómoda? – Eric preguntó suavemente.

Melodía del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora