9| Sobre cristales rotos

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Ariel alzó una ceja mientras miraba el juego de ajedrez en el cual estaban dos de sus seis hermanas mayores participando. A ella no le parecía tan divertido como a sus hermanas, quienes solían alagar a la otra cada vez que hacían una jugada que consideraban interesante. Ella, por su parte, simplemente estaba sentada en la silla frente a Alana con los brazos cruzados sobre la mesa y su cabeza sobre estos para utilizarlos a modo de escudo, así de tal manera esconder su rostro de vez en cuando.

Alana y Attina podían ser verdaderamente aburridas cuando querían –ejem, casi siempre–. Ariel atribuía esto a «crecer», algo que ella definitivamente no quería hacer nunca.

– Esa fue buena, pero veamos cómo responderás a esta jugada – Alana dijo mientras recogía un caballo negro que se encontraba entre sus filas y lo movía unos espacios hacia adelante. Attina alzó las cejas sorprendida mientras movía su mano por encima de sus piezas buscando una manera de liberarse de las ataduras en las que la había metido su hermana menor.

– Uhm, parece que me tienes atrapada.

– Esto es aburrido – Murmuró Ariel recostando su cabeza de lado con la mirada en la puerta del salón familiar con la esperanza de que se abrieran de golpe y alguien fuera a sacarla de esa tortura.

– Deberías estar haciendo tus tareas – Attina dijo con calma – No querrás que se acumulen.

– Eso sería una verdadera tragedia si en realidad me importara – Ella murmuró – Además, aun si quisiera hacerlas –que no quiero– no puedo usar un simple lápiz, soy diestra.

– Estoy segura de que si se lo pides a Andrina, ella podría escribir por ti.

– No, ¿has visto la letra de Andrina? Es como un huracán.

Alana rió mientras sacaba una de las piezas de Attina del tablero – Es verdad, tiene mala caligrafía.

– ¿Qué haré ahora? – Gimió la muchacha volviendo a esconder su rostro – ¿Podemos siquiera encender el televisor?

– Pero si lo tenías encendido y no te gusto nada de lo que había en la programación – Alana explicó con calma antes de tomar el control y encender el televisor con la pantalla en las noticias. La chica gimió como si estuviera siendo torturada.

– No es lo que tenía en mente. Ojalá pudiera salir de aquí.

– Lo siento, pero no hay mucho que hacer cuando estás tan lastimada – Attina sacudió la cabeza arrebatando cruelmente una pieza de Alana, la muchacha pelinegra parpadeó sorprendida varias veces – Dejaste un muro abajo.

– Venga, si hubieras dado un paso enfrente habría usado uno de mis peones.

– No entiendo este juego.

Attina sonrió – Eso es porque estás viéndolo de forma aburrida. Este es un juego de estrategia e inteligencia.

– Me sorprende que Alana sepa jugarlo.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– Pues que eres el tipo de chica que se preocupa por su apariencia y no por su inteligencia.

– Wow, realmente estás aburrida como para no reparar en lo que estás diciendo – Alana alzó una ceja mirándola molesta – Eso ha sido cruel.

– Lo siento – Ariel murmuró con un tono vacío antes de mirar hacia el televisor. Las noticias mostraban su reciente accidente con algunos detalles y entrevistas a algunas personas que estuvieron cerca del incidente. Cerró los ojos haciendo una mueca al arrugar su nariz – Por favor apágala.

Las dos chicas miraron a la pelirroja antes de mirar el televisor. La muchacha no lo vio, pero las expresiones de las dos chicas se ensombrecieron brevemente antes de que Alana cambiara de canal a una película que estaban pasando. El televisor de por sí tenía un volumen muy bajo así que tampoco es que estuvieran escuchando las noticias antes.

Melodía del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora