Cuando Sebastián entró en su propia habitación esa tarde sosteniendo un libro que contaba la historia de los grandes reyes de la Atlantica y cada decreto real que cada uno impuso durante su reinado, él ciertamente no esperaba encontrarse con la menor de las siete princesas sentada sobre su cama mirando un libro de partituras que se encontraba en su mano.
Él prácticamente se quedó de pie en el umbral de su habitación mientras observaba la muchacha con interés, inclinando la cabeza ante la ignorancia que ella mostraba debido a su presencia. Junto a ella en la cama había varios envoltorios de chocolates o dulces que la muchacha debía haber consumido unos momentos antes de que él entrara.
– ¿Qué está haciendo aquí, princesa?
La muchacha alzó la mirada del libro y le sonrió inocentemente.
– ¿Qué tiene de malo que venga a ver a mi cangrejo favorito?
– Cada vez que se presenta aquí es porque estás huyendo de alguien – Él alzó una ceja mientras entraba en la habitación depositando el libro sobre su escritorio.
– ¿Qué tienes ahí?
– Material para las clases de Attina.
– ¿Clases?
– Particulares, podría decirse. Como sabrás, tu hermana pronto se graduará de la universidad y en un parpadeó se convertirá en la reina de Atlantica por lo tanto debe estar bien preparada para cuando llegue ese momento.
– ¿Por qué necesita eso si te tendrá a ti como su asesor? Espera, – Parpadeó – ¿eso es lo que han estado haciendo? Pensé que papá estaba buscándole un marido
– Estoy seguro de que el rey apreciaría que la chica pudiera concebir algún heredero algún día, pero del mismo modo que lo apreciaría él también confía en que Attina es perfectamente capaz de manejar el reino sin la necesidad de haberse casado.
– Ah claro, por eso de que no está sola, tiene hermanas, consejeros, blah, blah, blah – La chica se estremeció antes de murmurar algo que a duras penas el consejero real pudo entender – Ya me dio la lata anoche con la misma conversación
– En fin, princesa, ¿de quién está escapando ahora?
Los ojos azules de Ariel brillaron por un momento y al ver aquel destelló Sebastián no pudo evitar pensar en el mar que rodeaba el reino, meciéndose suavemente de un lado a otro entregando calma antes de que una tormenta apareciera y causara problemas. A menudo los ojos de la muchacha le recordaban el mar, porque si bien aparentaba calma, ella era un verdadero problema: un tifón que sacudía el mar causando altas mareas, corrientes de agua y desastres. Ella era como el mar, tranquilo y pacífico, pero cuando llega el momento adecuado podía ser un verdadero infierno estar en él.
– ¿Has escuchado? – Preguntó ella con calma inclinando la cabeza – La nueva noticia, quiero decir
– Uhm, sí, su padre me ha comentado algo al respecto esta mañana.
– ¿Por qué no me estás tuteando? – Ella frunció el ceño – Sabes que no me gusta que me hables así
Sebastián suspiró. La paciencia era una virtud que a estas alturas de la vida si él no había logrado dominarla entonces significaba que podía llevar su pie a la tumba.
– Ariel...
– Oh, mucho mejor – La muchacha sonrió mientras se cruzaba de piernas sobre la cama con incomodidad – Entonces, como decía, ¿lo escuchaste o no?
– Sí.
– ¿Qué piensas de eso?
Él miró a la muchacha un momento antes de pasar la mirada hacia la muñequera ortopédica en su mano derecha.
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Melodía del Corazón
FanfictionElla y la música tenían una conexión especial, nadie la amaba más que ella en el mundo. Pero cuando un accidente busca convertirse en tragedia, Ariel sentirá que la música que tanto ama se le escapa entre las manos por un agujero negro. Para recuper...