– El equipo irá a comer un helado, ¿vienes Aqua? – Una chica de cabellos rubios le preguntó a la joven princesa cuando ésta se encontraba saliendo de los camerinos pertenecientes a la piscina de la universidad.
Ella sonrió amablemente al sacudir la cabeza – Lo siento, pero tengo algo que hacer ahora.
– Será para otra ocasión entonces – La muchacha dijo dando la vuelta. Aquata sonrió agarrando fuerza la correa de su bolso deportivo antes de echar a correr hacia el castillo de regreso.
Había pasado dos horas de entrenamiento en grupo preparándose para la siguiente gran competencia, una que tenía que relación con varios reinos enviando a sus mejores equipos. Estaba emocionada porque aquel día llegará pronto, pero hasta entonces debía dividir su mente en tres lugares: la competencia, el regalo de su padre y sus calificaciones. Si tan solo la segunda opción fuera más sencilla de lo que parecía.
Ella no sabía nada de música y no tenía ni la menor idea de cómo ayudar a Ariel a escribir una canción. Aquata supuso, sin dudar de ello, que su trabajo en esa área iba a ser la chica de los café porque realmente no se le ocurría que otra cosa podría hacer, y de hecho había cumplido muy bien con su trabajo cuando aprendió a preparar el té que tomaba Ariel mientras tocaba el piano.
Había quedado con Arista y Ariel para componer la música al menos una hora al día durante siete días y nadie podía enterarse de esto ya que debía ser un secreto. Sus hermanas menores habían salido de clases hacía ya un buen rato y ella no esperaba para nada que hubieran comenzado sin ella, de hecho, no le sorprendió en lo absoluto llegar a casa y al entrar al salón familiar ver a Arista jugando con su celular y a Ariel tocando el piano. Habían pasado ya unos días haciendo. Ellas dos nunca hacían nada sin su presencia y aunque Aquata llegará, jamás hacían nada tampoco.
Ariel estaba centrada en recorrer cada tecla con sus manos, aumentando la velocidad gradualmente mientras Sebastián se encontraba parado a su lado con los ojos cerrados escuchando la melodía de la muchacha.
Cargaba en sus manos una bolsa de papel con unas donas dentro, que siempre llevaba después de su entrenamiento para refrescar la mente antes de comenzar a no-componer.
En esa ocasión no fue diferente. Arista agradeció la dona que ella le había comprado y Ariel ni siquiera la miró. Cada día mejoraba más que el anterior y había pasado de una tortura, literal, para aflojar su mano a poder tocar el piano. La muchacha lo había estado teniendo bastante difícil últimamente y Aquata lo comprendía mejor que nadie, aun recordaba ese esguince que se hizo y tuvo que faltar a la competencia que tanto había anhelado. Al final todo había sido en vano para ella.
– No deberías comer tanta azúcar – Ella murmuró dejando caer su bolso en la mesa redonda de la habitación.
– No tengo nada mejor que hacer – Arista echó una mirada a Sebastián y luego le susurró a Aquata en su oído – Las chicas tienen los vídeos, no fue sencillo conseguirlos. Dicen que hay demasiados y quieren que las ayudemos. Los traerán más tarde. Le dije a Ariel que se deshaga de Sebastián, pero me ha ignorado
El piano dejó de sonar, no fue brusco sino suave. Aquata alzó la mirada hacia la pelirroja que estaba jadeando, su cuerpo estaba algo sudado y una sonrisa estaba en su rostro mientas miraba sus manos sobre las teclas aún.
– ¿Tú... tú escuchaste eso?
– Sí – Sebastián miró hacia la muchacha con alegría – Eso ha sonado bastante bien
– ¿Solo bastante? ¡Fue increíble! – Ella dijo de pronto – He estado practicando el estribillo, pero no lograba hacerlo sin fallar ni una sola nota. Por fin lo logré. Tengo que hacerlo de nuevo, tengo que asegurarme de que no fue cosa de suerte
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Melodía del Corazón
FanfictionElla y la música tenían una conexión especial, nadie la amaba más que ella en el mundo. Pero cuando un accidente busca convertirse en tragedia, Ariel sentirá que la música que tanto ama se le escapa entre las manos por un agujero negro. Para recuper...