12| No es una marioneta de la melodía

22 2 0
                                    

Attina recargó sus manos sobre la encimera de la cocina mientras esperaba a que el hervidor con el agua que había puesto a hervir llegara a su punto. Pequeñas nubes de vapor salían de la boquilla y rodeaban la zona en donde ella estaba, tan fino y tan ligero que apenas se notaba el vapor del agua hervida. Ella bajó la mirada apretando el borde de la encimera, sus nudillos blancos y sus ojos cerrados mientras todo su ser temblaba al hacer eco la voz de su hermana gritando y llorando. Ella recordaba los sucesos que la llevaron a hervir agua para poder servir algo de té que bien le vendría.

Despertarse por la necesidad de usar el baño no era nada raro en ella, una persona normal lo haría así qué por qué no una princesa. Era de madrugada, ella realmente quería volver a dormir porque al día siguiente tenía un duro examen que realizar en la universidad, si a eso le sumaban los preparativos que su padre llevaba haciéndole durante meses para cuando ella se graduara y se convirtiera en reina, además las clases particulares que Sebastián le daba sobre el comportamiento de la cabeza al mando del reino y sus deberes reales, ella definitivamente creía que iba a ser un duro día. No, duro es una palabra muy suave para lo que iba a sentir, más bien la palabra correcta sería abrumador en proporciones inmensas.

Ella solo quería seguir durmiendo, pero siempre –siempre– había algo que se lo impedía. Hace dos noches fue Arista hablando entre sueños y por lo que la castaña recordaba, su hermana menor tenía recurrentes sueños en los cuales se está atragantando con un montón de pasteles. A menudo que tenía esos sueños decía: «No por favor, no más pasteles, oh pero esos de fresas se ven deliciosos» y cosas así. A veces le causaban risas y otras no podía evitar quedarse despierta un rato más esperando a oír como continuaba su sueño, pero en momentos de duro esfuerzo que tenía que dar, ella deseaba que su hermana perdiera la voz para poder descansar.

Y siguiendo con la tradición de lo que le impedía volver a dormir siempre que se despertaba por la noche, o más bien las veces que lo hacía, estaban Alana soltando suaves ronquidos; Adella habiéndose quedado dormida con música puesta; Aquata moviéndose entre sueños; Andrina incomoda en su cama; Ariel tarareando entre sueños.

Dios, nunca podía tener una noche tranquila. Evidentemente, esas ocasiones eran momentáneas. No era todos los días ni las seis chicas al mismo tiempo, en su mayoría Attina intuía que sucedían por una razón en especial. Andrina solía sentirse incomoda en su cama cuando algo le molestaba, quizá era un sentimiento de culpa por algo que hizo o algo que le preocupara en su quehaceres diarios, la vida de un adolescente; Adella se quedaba dormida con música porque algún cantante que le gustaba saco un nuevo álbum y siempre escuchaba los nuevos álbumes antes de dormir; Arista tenía sueños recurrentes con dulces cuando se escabullía en la cocina para comer algún aperitivo y a veces le pedía a los empleados que hicieran sus favoritos; Aquata normalmente se movía entre sueños cuando una competencia estaba cerca; Ariel tarareaba siempre las melodías que se quedaban grabada en su cabeza, algo como una canción pegajosa; Alana solía soltar pequeños ronquidos cuando estaba demasiado cansada por algo que hubiera hecho durante el día, la semana pasada fue pasar un examen y varios trabajos sin reprobar. Ella creía que también tenía su propio hábito extraño para dormir, pero no estaba segura de cuál, aunque sus hermanas le aseguraban que la veían abrazar los libros con los cuales se quedaba dormida leyendo.

Esa noche, no fue ni una ni la otra... esa noche, la razón por la cual se detuvo en la entrada de su habitación tras volver del baño fue la cama vacía frente a la suya. Pensó en ignorarlo, normalmente lo haría porque Ariel era Ariel, siempre metiéndose en problemas incluso por la noche. Pero en su cabeza rondaba el hecho de que su hermana tenía una pierna lastimada, no estaba en el baño y definitivamente el piano no sonaba por la noche como normalmente lo haría. Ella decidió ignorar ese hecho final. El piano no sonaba por la noche desde hace dos meses atrás y no necesitaba recordarlo.

Melodía del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora