Capítulo 52

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Viajamos toda la noche, tuvimos un día entero viajando lo más rápido posible. Pasamos sin ningún problema ya que la del control que estaba en la frontera era una hermosa mujer y la pude persuadir facilmente con un poco de carisma y seducción, a parte de que ya me conocía muy bien, bastante bien. Soy muy respetuoso con las mujeres y eso me encanta ya que puedo usar mis métodos tán facilmente que podria obtener todo lo que quisiese.

Luego de pasar las fronteras tardamos tres horas en ir hasta el Depósito. Entramos a un pueblito, era mediodia por ende los niños jugaban a la pelota y las demas personas mayores estaban sentadas fuera de sus casa debido al día soleado que hacía, luego de pasar con cuidado de no pisar a algún pibe llegamos al Depósito, un muro enorme con una entrada en el medio vigilada por matones, no tenia problema de pasar ya que allí todos me conocian perfectamente.

Nos dirigimos hasta la entrada y allí estaba un viejo amigo que habia estudiado conmigo en la secundaria.

-Miren quien esta aquí, Alexander Gutierrez.- Abri la puerta para recibirlo con una abrazo, Santiago me habia ayudado mucho en mis tiempos pasados, cuando era nuevo en el colegio mis compañeros me molestaban, aún no tenia el instinto asesino que tengo ahora asi que era un simple "niñito de mamá", Santiago me salvó de una flor de paliza. A partir de ahí nos volvimos muy amigos.

- Hace cuanto que no te veia por esta zona, ya empezaba a extrañarte.- me dijo con cara de admiración.

-Tranquila hermosa- sarcasticamente- tu principe ya esta acá para librarte de todos los males.

-Uy, si fuese tan facil entonces me casaria con vos sin dudarlo.

-Tranquila bebé, no hay que adelantar los hechos- Luego de esto le guiñé el ojo. Este se hechó a reir.

-Me enteré que te buscan, no sabía que tu cabeza tenia tanto valor.

Cristian apareció a mi lado y saludó a Santiago mientras que David estaba ordenando todo para entrar la carga.

-Ni me lo recuerdes, yo estoy buscando al muy maldito para sacarle los cesos con mis propias manos.

-Dios, ¿Qué sucedió con el nene que conocí lleno de barro y con los ojos llenos de lágrimas?- dijo exagerando su supuesta tristeza.

-Se fué hace años- dije con una carcajada.

Luego de una breve charla amistosa con Santiago, Crustian y yo entramos de lleno al Depósito para hablar con Edward, el jefe de la organización. Edward era un hombre canoso, gordo y con un pasado bastante perturbador, tan perturbador que cualquier persona se daba cuenta con tal de ver su rostro.

-¡Alexander, hijo mío!- me dijo Edward, él siempre me trataba así, antes él venia a nuestra casa a ver a mi padre y siempre me daba dinero para que gaste en golosinas, cabe destacar que era un niño muy mimado.

-¿Edward, de cuántos meses estás?- le dije sarcasticamente. Este largó una carcajada a lo Papa Noel.

-Ese fué un golpe muy bajo. Esta panza no tiene meses, tiene años.- afirmó riendose. Lo saludó a Cristian y nos sentamos a firmar los cheques y los papeles de entrega. Luego de esto nos despedimos y nos fuimos hasta la salida con el camión vacio.

Estaba libre de todo, ya no tenía nada que transportar y a penas llegara a La Casa contrataría a más personal para no volver a hacer esto nunca más.

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