DOCE

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(Hiroshi)

Y así de rápido, como en un parpadeo, una semana desde el intento de violación de mi queridÍsimo y adorado profesor pasó. Con Akira decidimos que la mejor forma de terminar rápido el trabajo era juntarnos todo el resto de la semana después de las clases; y así fue. Al fin acabamos. Por esta misma razón hoy, como buen lunes, al salir de la escuela no fui con Akira sino que escapé del trío hacia el centro comercial.

Pero mi idea de ir al centro comercial no era de ir y comprar ropa o ese tipo de cosillas, iba con una meta en mi cabeza. En el camino me encuentro a Angel y Yuri con bastantes bolsas de tiendas.

—Hola perra, hola Yuri —saludo cuando llego a su lado.

—Hola, ¿vas camino a la casa? —pregunta Yuri.

—Sí, ósea iré a comprar algo y luego voy —explico—. ¿Por?

—Ven con nosotros —ofrece Yuri—. Trajimos el auto.

Me niego agradeciendo la amabilidad y continúo mi camino hasta la pastelería. Al entrar veo muchos pasteles de diversas formas y sabores, pero en cuanto veo uno me decido por él: crema con frutillas. Hoy me quedé solo con Sakura en la sala mientras los otros dos iban al baño, y mientras hablábamos de pasteles y dulces, ella me habló de este y de esta pastelería en específico que según la enamoró. Compro uno de tamaño pequeño y lo guardo en mi mochila con cuidado de no aplastarlo, que suerte que no traje nada hoy, solo un bolígrafo.

De camino a casa, me pongo los auriculares para evitar posibles interrupciones. Por muy buena persona que me auto-describa a diario, ayudar a la gente no me gusta para nada. Al llegar voy directo a la sala para tomar las escaleras, pero encuentro a Hana sentada en el sofá viendo televisión y me detengo a saludar.

Al llegar a casa voy directo a la sala para subir las escaleras, pero encuentro a Hana viendo la televisión. Hace mucho que no tenía el tiempo para hablar con ella. Casi ni nos encontramos cuando estamos en casa. Cuando me levanto en la mañana ella aún está dormida porque entra a la escuela en la tarde, y cuando llego o está en la escuela o en casa de sus amigas.

—¡Mamá! —grita con su chillona voz—. Hiro ya llegó.

Subo a mi cuarto y saco la caja con el pastel de la mochila para dejarla sobre el escritorio y lanzar mi mochila a algún rincón del cuarto. Me cambio de ropa y vuelvo a  bajar para saludar a mamá.

—Hola, hijo —saluda cuando me ve entrar a la cocina—. Llegaste más temprano que de costumbre.

—Es que con mi compañero ya terminamos el proyecto —explico mientras busco algo para beber en el refrigerador—. Ahora solo nos queda estudiarlo para después exponerlo.

—Ah, tiene sentido —ríe—. ¿Quieres helado? —pregunta abriendo la nevera y poniendo frente a mí un tarro de helado de menta, y dejándome ver también que dentro había un motón más—. Puede que me haya emocionado un poco haciendo las compras.

—¿Solo un poco? —me golpea a la par que rueda los ojos.

—¡Yo también quiero! —grita Angel.

En varias ocasiones he llegado a pensar que actuamos como si nunca en la vida hubiésemos comido/tomado helado, cosa que hacemos muy seguido para ser sincero. Pero no tiene que ver con la cantidad, con el tiempo o qué sé yo que otra cosa. Simplemente es como una especie de droga para ambos... para los tres quise decir.

—¿Alguien dijo helado? —asoma su cabeza Hana.

—Ni lo pienses jovencita, ¿acaso olvidaste que hoy faltaste a la escuela por tu dolor de garganta?

Sólo es un juego... ¿verdad? © | SeujDonde viven las historias. Descúbrelo ahora