TREINTA Y TRES

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(Hiroshi)

En cuanto vuelvo con Angel y Yuri a casa subo a mi cuarto para terminar de ordenar un poco lo que aún me falta. Sólo me queda despedirme de mis "amigos" y estaría listo... si es que puedo llamar así a quienes recién conocí. Lo cómico es que desde que se enteraron que me iré dejaron de hablarme.

Y ese día es hoy. Estoy seguro que extrañaré mucho aquí, siempre quise venir, desde pequeño cuando Angel me contaba cómo fue su infancia aquí. Lástima que no tuve la misma suerte que él, porque cuando al fin cumplía mi sueño, tengo que volver. Lo que me causa gracia es que —para mi yo de ahora, sin recuerdos de nada— pasé más tiempo en coma que despierto.

Lo que no esperaba, era que fuera a conocer a una persona que me hiciera ver con otros ojos el amor, las relaciones privadas. Una persona de quien me enamoré a tal nivel, a tal frado, de que, aunque se esfumó de mi mente y recuerdos, no lo hizo de mi corazón. Por mucho que lo haya amado... no fue suficiente, ahora no es más que un triste recuerdo. Un simple desconocido.

No quiero irme, pero sé que será lo mejor. No quiero seguir dañando a los demás. Porque, aunque me duela separarme de él, es más doloroso saber que mi presencia lo daña.

—¡Mierda! —gruño la maleta sobre la cama. Detesto las despedidas.

Recuerdo que cuando era niño a mis padres les gustaba mucho viajar —sigue siendo así en verdad— y había veces en que incluso nos íbamos hasta un año completo a otras ciudades, pero aun así no me despedía de mis amigos. En mi mente las despedidas siempre significaron que no volverías con esa o esas personas, por el contrario, si no te despides, la relación debería seguir siendo como antes. Mentalidad de un niño de seis años que, a pesar del tiempo, sigo manteniendo.

—¡Hiro! —mamá me llama—. ¿Puedes venir a ayudarme?

Entro a la sala y me encuentro con ropa regada por todos lados y mi mamá sentada en el sofá notablemente frustrada.

—¿No ibas a ordenas ayer? —pregunto cruzándome de brazos.

—Lo hice. No sé dónde dejé mi celular —responde afligida y me paso una mano por la cara.

—En la cocina, lo dejaste allá cuando llegamos con los chicos —la veo levantarse y correr hacia la cocina—. ¡Primero ordena!

—Te llamé para eso.

Y sí, era de esperar que fuera a hacer algo así. Vamos, que no la conozco desde ayer.

* * *

Se acerca la hora del vuelo, ya debemos partir al aeropuerto. Angel y Yuri se ofrecieron a llevarnos por lo que tuvimos que acomodarnos de manera que pudiéramos subir todos: mis padres, Al, Kyle y yo.

Ya en el aeropuerto nos aseguramos de tener todo lo que necesitamos y estar cercanos a las puertas de abordaje para no atrasarnos, entonces nos sentamos a esperar la hora. Veo a Cris juntos a sus amigos acercándose y me giro dándoles la espalda simulando buscar algo en mi mochila, que en parte es cierto, el pasaporte.

¿Por qué sentí vergüenza apoderarse de mí? No quiero que me vean así, menos después de cómo comenzaron a comportarse el otro día. Que sí, que a veces me comporto como un bastardo, pero siempre he sido así, no tienen por qué sentirse ofendidos. Y tengo que admitir que de quien más me dolió ese rechazo fue de Cris.

—Hiro, no nos ignores —se queja Cris abrazándome por la espalda.

—¿Qué te hace pensar que lo hago? —siento mis manos temblar así que no las saco de la mochila—. No estoy ignorando a nadie.

Sólo es un juego... ¿verdad? © | SeujDonde viven las historias. Descúbrelo ahora