DIECISEIS

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(Hiroshi)

Estaba tan a gusto enrollado en el edredón, cuando oigo el molesto tono de llamada de mi celular. Mientras maldigo el momento en que pensé que era buena idea dejarlo con sonido, me obligo a sacar una mano y agarrar el celular de la mesita de noche.

Sin revisar antes quién, contesto dejando el celular a mi lado para volver a esconder mi mano al calor.

—¿Hola? —contesto en medio de un bostezo.

—¡Levántate! —al escuchar tremendo grito el sueño me abandona y me siento sobre la cama asustado.

—¡Mier-! ¿... por qué debería hacerlo?

—Me prometiste que hoy vendrías sin falta.

Pienso detenidamente en quién puede ser al que le prometí ir hoy a no sé dónde, cuando un nombre viene a mi cabeza:

—¿Kuro...?

—No, el vecino.

—Que gracioso. Ya me levanto.

—¡Pero ya!

—Que si hombre, cállate —digo cubriéndome el oído por sus gritos—. Por cierto, nunca lo prometí.

—Para mí fue así —ríe y corta la llamada.

Me levanto cama y corro al baño, me pongo el uniforme después de bañarme y lavarme los dientes. Bajo para desayunar, pero recuerdo que cada vez que me lavo los dientes todo me sabe asqueroso, así que salgo de casa hasta la de Aki.

Toco el timbre y espero a que salga Aki, mas es su padre quien sale y me recibe con una sonrisa y un apretón de manos.

—¡Akira, baja! —grita y segundos después llega Akira desarreglado.

Río y me despido del jefecito para luego tomar a Akira por la muñeca para correr.

—Se me olvidó algo —dice deteniéndose de golpe.

—No pienso regresar, ni esperar en lo que tú v- —me interrumpe riendo y tras abrazarme, me besa.

Río entre besos y le correspondo.

Tras separarnos, lo tomo por la mano y caminamos a paso tranquilo hasta el instituto. En la entrada encontramos a Taka y Cris esperando por nosotros.

—¡Hola! —grita alegre Taka saltando a los brazos de Aki y luego a los míos.

Suena la campana y subimos al salón a esperar al profesor, en su lugar y contra todo pronóstico, quien llega no es ni el profesor ni su reemplazo, sino que el mismísimo Kuro entra al salón de brazos cruzados y ceño fruncido.

—Buenos días —saluda usando su voz grave, que por lo que noto ocupa para atemorizar a los alumnos y hacerse respetar. ¡Oh vamos! Claro que deberían respetarlo todos, pero con la actitud de zopenco que tiene, por lo menos a mí, se me complica un poco.

—Buenos días, director.

—¿Qué haces aquí y qué hiciste con el profesor? —pregunto sonriendo con burla.

—No le he hecho nada... Solo puede que haya olvidado la licencia médica que se me entregó y no haya avisado a su reemplazo... pero a todos nos puede pasar —ríe—. Y estoy molesto contigo, ayer cortaste la llamada cuando te iba a decir algo importante.

—¿Qué me ibas a decir? ¿que tu hijo dio sus primeros pasos? —pregunto en tono de burla.

—¿Cómo lo supiste? —me quedo mudo sin saber qué responder ante eso—. Es broma imbécil, no tengo hijo. Como sea, ¿qué clase imparte el profesor?

Sólo es un juego... ¿verdad? © | SeujDonde viven las historias. Descúbrelo ahora