1
Ilse (una Ilse alegre y risueña) vino en mayo. Tal vez demasiado alegre y risueña, pensó Emily. Ilse siempre había sido una persona alegre e irresponsable, pero no tanto como ahora.
Nunca estaba seria. Bromeaba con todo, hasta con su matrimonio. La tía Elizabeth y la tía Laura estaban asombradas.
Una muchacha a punto de asumir las responsabilidades de la vida de casada debería ser más reflexiva y serena. Ilse le dijo a Emily que esos eran ecos de la era victoriana. Parloteaba sin parar cuando estaba con Emily, pero nunca hablaba con ella, a pesar del deseo expresado en sus cartas de revivir las antiguas conversaciones. Tal vez no fuera totalmente culpable. A pesar de su determinación de ser exactamente la misma de antes, Emily no podía evitar una cierta reserva, surgida de su secreto dolor y su obstinada decisión de ocultarlo. Ilse notaba la reserva, aunque no sospechaba la causa. Emily, naturalmente, comenzaba a asemejarse a las mujeres de la Luna Nueva, eso era todo, viviendo sola con aquellos queridos antediluvianos.
—Cuando Teddy y yo volvamos y nos instalemos en Montreal, tienes que pasar
los inviernos con nosotros, querida.
La Luna Nueva es un lugar precioso en el verano, pero en invierno debes de sentirte enterrada viva.
Emily no prometió nada. No se imaginaba de invitada en casa de Teddy.
Todas las noches se repetía que no sería capaz de soportar otro día. Pero, cuando llegaba el día siguiente, podía seguir viviendo. Incluso era posible hablar con Ilse con toda calma del vestido y de los detalles. El vestido azul azucena se hizo realidad y Emily se lo probó dos noches antes de la llegada de Teddy. Faltaban apenas dos semanas para la boda.
—Eres un sueño con ese vestido, Emily —dijo Ilse, estirándose sobre la cama de Emily con la gracia y el abandono de un gato, con el zafiro de Teddy que le ocultaba el dedo como si fuera una mancha oscura—. Vas a hacer que mi esplendor de terciopelo y encaje parezca vulgar y exagerado. ¿Te dije que Teddy trae a Lorne Halsey para que sea su padrino? Estoy fascinada… el gran Halsey. Su madre estuvo tan enferma que pensó que no podría venir. Pero la oportuna señora se recuperó y Halsey vendrá. Su nuevo libro es todo un éxito. En Montreal todo el mundo se está volviendo loco con el libro; y él es una persona interesantísima y de lo más impredecible. ¿No sería maravilloso que os enamorarais, Emily?
—No me busques marido, Ilse —dijo Emily con una débil sonrisa, quitándose el vestido azul azucena—. Siento en los huesos que llegaré a ser una vieja solterona, lo que es muy diferente a resignarse a serlo.
—Aunque, para decir la verdad, parece un mascarón de proa —dijo Ilse, meditabunda—. De no haber sido por eso, creo que me hubiera casado yo con él.
Estoy casi segura de que habría podido, de quererlo. Pero su manera de cortejarme era preguntarme mi opinión sobre las cosas. Era agradable, pero tuve el
presentimiento de que si nos casábamos dejaría de pedir mi opinión. Eso no sería agradable. Además, nunca sabes lo que está pensando. Puede parecer que te está adorando y en realidad piensa en las patas de gallo que tienes alrededor de los ojos. A
propósito, ¿Teddy no es hermoso?
—Siempre fue un muchacho guapo.
—«Un muchacho guapo» —se burló Ilse—. Emily Starr, si algún día te casas, espero que tu esposo te encadene en una caseta de perro. En cualquier momento te
empezaré a llamar tía Emily. Caramba, no hay nadie en Montreal que pueda compararse con él. En realidad, lo que me gusta es su belleza física, no él. A veces me aburre, en serio. Aunque estaba segura de que no sería así. Antes de comprometemos no me aburría nunca. Tengo la premonición de que algún día le tiraré la tetera a la cabeza. ¿No es una lástima que no se puedan tener dos maridos? Uno para mirarlo y otro para hablar con él. Pero Teddy y yo formaremos una hermosa pareja, ¿no, querida? Él tan moreno y yo tan rubia… Siempre deseé haber sido «una
dama morena», como tú, pero cuando se lo dije a Teddy, se rió y me recitó estos viejos versos:
Sí los dichos de los bardos mal no recuerdo,
las sirenas tienen los cabellos color del cuervo,
pero sobre la tierra, desde el alba de las artes,
rubios se ha pintado siempre a los ángeles.Eso es lo más cerca que ha estado Teddy de llamarme ángel. Por suerte. Porque al
final de cuentas, Emily, yo preferiría… ¿estás segura de que la puerta está cerrada, para que la tía Laura no me oiga y caiga muerta?… preferiría de lejos ser una sirena y no un ángel. ¿Y tú?
—Revisemos ahora las invitaciones a ver si no nos olvidamos de nadie —fue la respuesta de Emily a esta catarata de palabras.
—¿No es horrible pertenecer a una familia como la nuestra? —dijo Ilse, quisquillosa—. Hay una cantidad inmensa de dinosaurios que hay que invitar. Espero llegar algún día a donde no haya parientes. Tengo ganas de que termine todo este asunto del demonio. ¿Estás segura de que has invitado a Perry, verdad?
—Sí.
—¿Vendrá? Espero que sí. ¡Qué idiota era cuando creía estar tan enamorada de él! Tenía esperanzas de… tantas cosas, a pesar de saber que estaba loco por ti. Pero perdí las esperanzas después de la cena de la señora Chidlaw. ¿Te acuerdas, Emily?
Sí, Emily se acordaba de aquella cena.
—Hasta ese momento siempre guardaba alguna esperanza, de que algún día, cuando se diera cuenta de que tú no ibas a darle el sí, yo pudiera ganar su corazón
despechado… ¿no era así la frase victoriana? Pensaba que iba a ir a casa de los Chidlaw, sabía que lo habían invitado. Le pregunté a Teddy si Perry iba. Teddy me
miró fijamente a los ojos, con una mirada llena de significado, y me dijo: «Perry no vendrá. Está trabajando en el caso que tiene mañana. La meta de Perry es la ambición. No tiene tiempo para el amor».
»Me di cuenta de que intentaba advertirme, y supe que no tenía sentido seguir esperando… la nada. De modo que renuncié para siempre. Bueno, las cosas salieron
bien. ¿No es espléndido que las cosas hayan salido tan bien? Una casi se siente inclinada a creer en una Providencia que todo lo rige. ¿No es estupendo echarle la
culpa de todo a Dios?
Emily casi ni oía a Ilse mientras colgaba mecánicamente su vestido azul en el
armario y se ponía uno verde. De manera que era aquello lo que Teddy le había dicho a Ilse aquella noche hacía años cuando ella supo que él había pronunciado la palabra
«amor». Y ella había estado tan fría con él a raíz de aquello… Bueno, no importaba.
Sin duda él había advertido a Ilse porque quería que su amiga dejara de pensar en
Perry y pensara en él. Emily sintió alivio cuando Ilse por fin se fue a su casa.
La charla trivial y continua de Ilse la ponía nerviosa, aunque le daba vergüenza admitirlo. Pero claro, tenía los nervios de punta con aquella tortura constante. Dos semanas más y después, gracias a Dios, la paz, por fin.
ESTÁS LEYENDO
Emily triunfa
Teen FictionÚltima parte de la serie Emily está convencida de que va a convertirse en una escritora de éxito. Pero sabe que para ello necesita tener cerca al que ha sido su amor desde la infancia, Teddy Kent. Cree que su amor va a durar eternamente y que juntos...